Últimamente he escuchado con frecuencia que el aumento de casos de niños hiperactivos no es real. Lo cual me ha llevado a reflexionar sobre ello en varias ocasiones. Lo que no se puede negar es que hay cada vez más diagnósticos de este tipo, lo cual no quiere decir que sean correctos.
Es muy probable que el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) esté sobrediagnosticado, lo cual supone que se etiqueta y se convierte en “enfermos” a muchos niños que no lo están. Si el diagnóstico viene acompañado de medicación, esta no solo sería innecesaria sino que podría suponer un riesgo para la salud del niño.
Es tal la dimensión creciente del problema que, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han llamado la atención sobre la detección de un incremento, escasamente justificado por criterios clínicos, en el diagnóstico de TDAH y de los tratamientos farmacológicos asociados.
Por ello recomiendan un mayor interés en realizar un correcto y estricto diagnóstico de los TDAH en los niños y que se establezca un tratamiento farmacológico solamente con posterioridad a la tentativa de otro tipo de tratamientos psicopedagógicos y/o conductuales.
Un trabajo publicado en “Evidencias en Pediatría” se propone analizar las posibles causas de un sobrediagnóstico actual de TDAH en nuestro medio y conocer cómo puede evitarse. Diversas Guías clínicas proponen que sean tan solo especialistas (paidopsiquiatras, neuropediatras, o pediatras expertos en esta patología) los que hagan tal diagnóstico.
El artículo, titulado “¿Existe un sobrediagnóstico del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH)?”, concluye la importancia de conocer que en España, del mismo modo que en Estados Unidos o en Canadá, nos encontramos inmersos en una dinámica de sobrediagnóstico de TDAH, y que existe una necesidad científica y ética de evitar ese sobrediagnóstico.
Proponen conocer mejor los instrumentos de diagnóstico y recalcar que el DSM-IV (el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) y las escalas de valoración del TDAH (Conners y EDAH) se basan solo en criterios categoriales preestablecidos, que son pruebas complementarias pero no son diagnósticas de forma directa y que por ello no deben sustituir a la observación clínica.
También se deben conocer junto a los criterios de inclusión, los de exclusión, dado que el diagnóstico diferencial de un posible TDAH es amplio y heterogéneo, con múltiples causas neurológicas, pediátricas y psicosociales, y debe realizarse siempre de forma rigurosa por un equipo multidisciplinar.
Además, en la valoración del paciente se deberían integrar siempre los datos clínicos y contextuales del mismo (también los asociados a las características de su edad; esto se ve claramente cuando enfrentamos los posibles casos de un niño, un adolescente o un adulto).
En definitiva, siendo más conscientes del riesgo que supone para la salud del niño el sobrediagnóstico de TDAH y siguiendo estas recomendaciones por parte de los profesionales implicados, se evitarían muchas etiquetas injustificadas y sobre todo muchos problemas asociados a la medicación innecesaria.
Más información | Evidencias en Pediatría
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