El espasmo del sollozo es una entidad bastante frecuente en la infancia. Se estima que un cinco por ciento de niños lo padecen. Se trata de episodios en los que el niño deja de respirar, "se priva"; están desencadenados por un susto, un disgusto, un enfado o una regañina. Ver a un niño que deja de respirar es muy angustiante, pero actuar puede no ser la mejor opción.
¿Cómo se producen los espasmos del sollozo?
Como hemos dicho, tras el desencadenante (emoción, enfado, susto) el niño intenta llorar y deja de respirar bruscamente durante unos segundos. Puede ponerse morado (cianótico) o, menos frecuentemente, pálido (espasmo del sollozo pálido). En algunos casos, el niño llega a perder la conciencia durante unos segundos y puede realizar unas sacudidas de brazos y piernas.
Los espasmos del sollozo suelen aparecer entre los 6 y los 12 meses y desaparecen hacia los 3 o 4 años. No se sabe por qué se producen, aunque se ha visto cierta asociación familiar (en torno a un tercio de los niños que tienen espasmos del sollozo tienen padres o madres que también lo tuvieron en la infancia). También se hipotetiza sobre una disfunción o inmadurez del sistema nervioso autónomo.
En algunos casos, podrían estar desencadenados por anemia ferropénica (hemoglobina baja por falta de hierro) o ferropenia (niveles bajos de hierro en sangre), y se ha demostrado que el tratamiento con hierro disminuye los episodios, e incluso desaparecen. Algunos estudios han visto también mejoría del tratamiento con hierro en niños con espasmos del sollozo cianótico sin anemia, pero aún hace falta mayor evidencia científica.
¿Cómo actuar cuando se producen?
Ver a un niño sin respirar es una situación angustiosa y estresante. Sin embargo, es el caso del espasmo del sollozo, lo mejor es no hacer nada. Lo mejor es mantener la calma.
El espasmo del sollozo cede en pocos segundos y no tiene repercusión para el niño. Debemos permanecer al lado del niño y vigilar que no se haga daño. En el caso de pérdida de conciencia podemos colocarle de lado.
Sabemos que es difícil, pero lo único que hay que hacer es quedarse quieto.
Como hemos dicho, los niños que asocien anemia (suelen tener además otros síntomas), se beneficiarán de tratamiento con hierro oral.
¿Qué no debemos hacer?
Hay que evitar zarandear al niño, moverle enérgicamente o empezar maniobras de reanimación; no vamos a conseguir que se recupere antes y poder lesionar al niño. Tampoco funciona soplarle o gritarle; el niño retomará la respiración "cuando le toque".
Es importante que nos vea mantener la calma (aunque cueste), y no que nos note excesivamente preocupados con el tema.
¿En qué casos debemos consultar?
Aunque hemos dicho que los espasmos del sollozo son benignos, en algunos casos sí debemos acudir a Urgencias o consultar con el pediatra:
- Si es la primera vez que le sucede y no estamos seguros de que se trate de espasmos del sollozo
- Si tiene menos de cinco o seis meses.
- Si sucede sin desencadenante.
- Si no recupera la conciencia en más de 30 segundos, tarda en recuperarse del episodio más de 5 minutos o si tras el episodio no está completamente normal.
¿Podemos prevenirlos?
No hay nada que podamos hacer para prevenirlos. Como muchas veces se desencadenan tras un enfado, algunos padres optan por tratar de complacer o sobreproteger al niño para evitar que aparezcan. Sin embargo, es importante que continuemos poniendo los límites que decidamos, pues los espasmos del sollozo no son dañinos para el niño y desaparecerán según vaya creciendo.
En algunos casos puntuales de espasmos muy frecuentes, muy prolongados o muy severos, el tratamiento con determinados fármacos (atropina, teofilina) puede ayudar.