Cuando una mujer o un hombre busca información para alimentar a su bebé es fácil que encuentre entradas en blogs, artículos en revistas y hasta libros que expliquen que la leche materna es lo mejor porque tiene un montón de beneficios para el bebé y la madre. Algo así como el biberón es lo que se ha dado siempre, la leche artificial es lo que toman todos los bebés, pero si quieres, puedes darle algo aún mejor que aporta un plus a la salud de los niños.
No es que sea falso, pero es una manera de explicar la película totalmente perversa que manipula el mensaje para que la sensación de quien recibe la información sea que ambas son opciones perfectamente válidas y que la lactancia materna solo es "por si quieres darle algo un poco mejor". La realidad, el modo en que debería explicarse es bien diferente: la leche materna no tiene ventajas para el bebé (es la leche artificial la que tiene desventajas).
La culpa es de la normalización de la leche artificial
Si viajáramos al pasado, a algún momento de principios del siglo pasado, veríamos que lo normal era que los bebés fueran amamantados. Desde allí, hacia atrás, siempre ha sido lo normal. ¡Es que no había otra cosa! En casos de emergencia se hacía lo que se podía (el abuelo de mi mujer suele explicar que él tomó leche de burra), pero desde que existe el hombre, el alimento principal de los bebés ha sido la leche de la madre. ¿Conocéis algún alimento que se haya ido perfeccionando durante miles y miles de años hasta nuestros días? Pues sí, la leche humana, por ejemplo, que ofrece al bebé todo lo que necesita.
Nadie buscó una alternativa, nadie se planteó si había algo mejor o más liberador para la mujer (probablemente nadie pensaba que la mujer tuviera que liberarse de nada) hasta que la leche artificial fue lo suficientemente avanzada como para poder ser el alimento principal de un bebé. En ese momento se empezó a publicitar como una revolución, algo que todos los bebés debían tomar, algo a lo que las madres debían aspirar, una fuente de alimentación para el bebé que permitiría darle alimento sin que la madre tuviera que estar con el bebé casi a todas horas. Las creencias erróneas, las recomendaciones sin fundamento (dar el pecho cada 3 horas durante diez minutos, lavarse los pechos antes de cada toma, etc.) y el logro de los fabricantes, que consiguieron que dar leche artificial fuera algo de las mujeres de estratos sociales elevados y que el pecho quedara solo para las que no tenían medios para comprar leche y biberones, que con el tiempo lograron ser como las más pudientes, hicieron que la leche de fórmula acabara siendo lo normal.
Se amamantaba al bebé los primeros meses, o no, y enseguida se le empezaba a suplementar hasta retirar el pecho por completo (la mayoría a los 3 meses, cuando tenía lugar un brote de crecimiento y nadie era capaz de decirle a la madre que la mayor demanda del bebé era algo normal y que lo único que había que hacer era seguir dando el pecho a menudo según el bebé pidiera). Se extendió de tal manera el uso de biberones y leche artificial que se acabó por decir que "dar el pecho es cosa de gitanas". El resto, daban lo normal, el biberón.
Sin embargo, con el paso de los años y gracias al avance de la ciencia se pudo empezar a demostrar lo que muchos ya sabían pero la industria se había encargado de negar: las fórmulas infantiles no tenían nada que ver con la leche materna. Si hasta llegaron a publicitar la leche artificial con eslóganes como “Dale la mejor leche a tu hijo. Leche X" o “El Doctor X recomienda una alimentación basada exclusivamente en Leche X".
Pero ya han pasado muchos años y ya sabemos la verdad
Puedo entender que al principio, cuando la mayoría de mujeres creía que la leche artificial era mejor, el discurso acerca de la leche materna tuviera que centrarse en las diferencias, en lo que ofrecía de más. No era solo alimento, era alimento, igual que la leche artificial, pero añadía más cosas. Por eso se habló de "los beneficios", un discurso que lleva décadas vigente y que trata de mostrar a las mujeres y hombres, madres y padres, que la leche materna es algo por encima de lo normal, ensalzada a veces con un aura de misticismo que parece hasta magia.
Y no es así. La leche materna no es magia. Misteriosa, quizás sí, porque aún está en estudio y son muchas las cosas que desconocemos de ella, pero no muy diferente de lo que supone gestar y parir un bebé (que será elevado a la categoría de mágico cuando los bebés se desarrollen en úteros artificiales una temporada y empiece a verse que es peor que formarse en el útero de su madre).
Ya sabemos la verdad, así que ya podemos decirla sin miedo: la leche materna no tiene beneficios, es lo normal, lo que un bebé espera recibir. Es lo que su cuerpo necesita recibir.
¿Lo que un bebé espera recibir?
Así es. ¿No es la sangre y los nutrientes lo que un feto espera recibir cuando está conectado a su madre a través de la placenta? Pues eso es exactamente lo que recibe. Si ahora apareciera una placenta artificial que demostrara que los fetos se desarrollan peor no diríamos que la placenta natural tiene beneficios con respecto a ella, diríamos que es un invento peor que lo natural. ¿Y si esta placenta artificial sirviera para salvar la vida de muchos bebés que, de otro modo morirían? Pues seguramente abrazaríamos tal invento como una gran innovación y lo aceptaríamos para tal fin, pero nunca como un modo de evitar o suplantar una gestación natural.
Cuando un bebé crece en el útero de su madre es al final del embarazo cuando recibe las defensas de ésta. En las últimas semanas empieza a prepararse para defenderse al nacer de todo lo que le viene por delante. Esto lo hace gracias a las defensas de su madre, que le pasan por la placenta, y lo hace gracias al canal del parto, donde el bebé es contaminado por las bacterias de su madre (conocidas para él) creando a partir de ese momento una flora interna que le ayudará a defenderse del exterior.
¿Qué pasa cuando un bebé no nace por vía vaginal? Pues lo que hemos comentado en otras ocasiones: ya no se contamina de las bacterias de la mamá, sino que lo hace de los microorganismos que hay en el lugar donde nace, en la piel de mamá, en la bata que lleva, en las manos del ginecólogo, en las de la matrona que le limpia, en la sala de partos... ¿Que cómo le afecta esto al bebé? Un mayor riesgo de alergias, de dolor abdominal (muchas veces llamados cólicos) y un mayor riesgo de ser colonizado por microorganismos como la Escherichia Coli, una bacteria que puede llegar a ser bastante peligrosa por ser causante de muchas infecciones y por Clostridium Difficile, una bacteria que suele estar en el sistema digestivo de personas que suelen pasar mucho tiempo en los hospitales o que han sido tratados con antibióticos, que puede causar diarrea, molestias intestinales, etc.
Si luego el bebé es amamantado también ayuda a que en la flora haya más Bifidobacterias (estas son buenas e intervienen, por ejemplo, en la digestión de los nuevos alimentos... a más Bifidobacterias, mejor acepta el cuerpo los nuevos alimentos cuando se inicia la alimentación complementaria) y menos E. Coli y C. Difficile. Como además en la leche humana hay gran cantidad de células inmunitarias, podemos decir sin miedo a equivocarnos que la glándula mamaria de la mujer tiene como misión continuar proveyendo al bebé de lo que antes recibía por la vía placentaria.
¿O acaso consideráis que un bebé recién nacido es ya un niño maduro? No, ¿verdad? Lo primero que le dicen a los padres de un recién nacido es que tengan mucho cuidado de no llevarlo a ambientes muy cargados, que los padres y adultos se laven las manos, que no se le acerquen niños enfermos, adultos resfriados, etc. Necesita aún mucha ayuda para defenderse del exterior y esa ayuda viene de la leche materna. Repito, no es magia, es la continuación de lo que hacía la placenta. Es seguir en el exterior con el trabajo que se hacía en el interior. No tiene más misterio.
¿Dónde queda entonces la leche artificial?
La leche artificial, cuyo nombre real es "preparado para lactantes" es un producto que proviene de la leche de vaca modificado para que el bebé lo pueda tomar sin que sus órganos sufran las consecuencias que padecerían en caso de beber leche de vaca sin modificar. Es un alimento que le nutre y alimenta el tiempo que haga falta, en ausencia de leche humana, pero que dista mucho de ser lo que el cuerpo del bebé espera. No hay defensas, no hay continuación con el trabajo de la placenta (la leche humana es capaz de adaptar su composición según el momento en que nazca el bebé, como si fuera inteligente, ofreciendo lo que el bebé necesita en base a si ha nacido antes o más tarde), no hay cambios a medida que pasan los días, ni entre tomas, ni a medida que pasan las semanas y los meses, no hay cientos de bacterias conocidas por el bebé que le ayudan a tener una flora intestinal ideal, no hay..., no hay..., no hay...
Y todo ello hace que los bebés que no toman leche humana tengan mayor riesgo de infecciones (diarreas, neumonías, bronquiolitis, otitis, infecciones de orina, etc.), que cuando les ponen las vacunas la respuesta inmune sea menor (a mayor respuesta, mayor efectividad de las vacunas), que tengan más riesgo de muerte súbita, más riesgo de enfermedades crónicas como alergias, diabetes, esclerosis múltiple, artritis crónica juvenil, leucemia, linfoma, hipertensión arterial, que haya un peor desarrollo cognitivo, etc.
¡Pero este último párrafo es terrible!
¡Pues claro que lo es! ¡Si hasta me han dado ganas de no escribirlo, de no publicarlo! Es un resumen de un capítulo de la Guía de Lactancia para Profesionales que la AEP (Asociación Española de Pediatría) publicó hace unos años y da miedo leerlo, pero creo que es importante no obviar información, no maquillar los datos, porque entonces estaríamos mintiendo. Es una realidad. Es algo que está sucediendo. Muchos bebés no están recibiendo leche materna y no se están desarrollando del mismo modo que lo harían si la tomaran y gran parte de la culpa, mal que me pese, es nuestra, de los profesionales sanitarios, que durante mucho tiempo no hemos sido capaces de ayudar a las madres a amamantar y las hemos dejado vendidas con sus problemas de lactancia y con la única solución de dejarlo e ir a la farmacia a por leche artificial y un biberón.
Por eso, una vez más, y a través de esta entrada, hago un llamamiento a todos los profesionales de la salud: médicos, pediatras, matronas, enfermeras, ginecólogos y todo aquel que deba velar por la alimentación de los bebés y, a la vez, por la posibilidad de la madre de amamantar, para que se formen y aprendan sobre lactancia, tanto como puedan, para poder atender a las madres lactantes desde el respeto, sin juicios de valor y del mismo modo que se observa a una mujer parir: "ve haciendo, que yo estoy aquí solo por si algo va mal". Y en caso de que algo vaya mal, poniendo toda la energía en ayudarles a los dos a seguir con ello, si es que es lo que la madre desea.
El llamamiento, obviamente, se hace extensivo al resto de la sociedad. A las suegras, a las abuelas, a las hermanas, a las tías, a las parejas, a los vecinos, al que pasa por el parque y echa una mirada inquisitoria a la madre que da el pecho, a... la lactancia materna debe ser protegida por todos, si es que todos tenemos claro que la salud de los bebés de una comunidad es en gran parte responsabilidad de toda la comunidad.
Esta es la foto
Esta es la foto de la realidad actual. Así de cruda he querido hacerla y explicarla porque los padres gastan mucho tiempo en elegir la habitación para el bebé, en comprar el cochecito que les va a ir mejor y en elegir la ropita que le pondrá el primer día pero, por norma general, gastan muy poco en informarse y formarse para poder dar el pecho en condiciones, ya sea en un centro sanitario, ya sea con un libro sobre lactancia, ya sea en un grupo de apoyo a las madres lactantes. ¿Buscabais información? Pues buscadla de esta, de la real, de la que no te dice que dar un biberón es lo mismo que dar leche materna y que los bebés crecen igual.
En ausencia de leche materna, ante la imposibilidad de amamantar, la leche artificial es sin duda la mejor opción. Gracias a ella los bebés no tienen que recurrir a leche de burra o a leche de vaca aguada, como hacen en los países sin recursos, y gracias a ella, muchos bebés tienen una alternativa. Pero debe ser eso, una alternativa, la solución a un problema, no una opción igual que la leche materna porque, como veis, no es lo mismo.
Fotos | iStock
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