Es una de las noticias de estos días, y una de las fuentes de debate en las redes sociales, sobre todo en círculos de madres y padres, así como de profesionales de la salud. Nos referimos a la historia de Najat y Javier (nombres ficticios), a quienes se les ha retirado la custodia de su hijo Jonás, de un año de vida, por considerar que lo tenían en situación de desamparo.
Ellos, en cambio, aseguran que se han exagerado las causas, y que incluso se está mintiendo y se está manipulando la información, y han iniciado una recogida de firmas buscando apoyo para su situación, la de unos padres que llevan días, semanas de hecho, sin su bebé (y en consecuencia, la de un bebé que lleva el mismo tiempo sin sus padres).
El pequeño tenía anemia y malnutrición
Según leemos en El Español, que hoy mismo ha publicado un reportaje hablando del caso, el niño fue a un hospital de Cádiz, donde reside la familia, porque tenía fiebre cercana a los 39ºC, y allí lo ingresaron porque vieron que su estado no era el adecuado.
En el informe redactado por la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales leemos que a su llegada al hospital "el menor presentaba un mal estado general, con palidez cutánea, ojos hundidos... Desnutrido... escasa masa muscular, decaído, escaso tono".
Con un estado de malnutrición y deshidratación importantes, y diagnosticado de anemia, decidieron trasladarlo a otro hospital para ingresarlo en una UCI pediátrica, donde permaneció una semana. Los servicios sociales empezaron a moverse para estudiar el caso y emprender las acciones que consideraran oportunas.
No lo vacunaban, ni lo llevaban al pediatra
En el hospital descubrieron que el pequeño había nacido en un parto en casa, y según el informe "no ha recibido ninguna de las vacunas incluidas como obligatorias en el calendario vacunal y que "sus progenitores nunca habían llevado al menor al pediatra ni al control del niño sano a pesar de haber detectado que el menor, hace dos meses, se encontraba decaído... y sin fuerzas".
Además, en los informes explicaron que con más de 10 meses de edad, el pequeño se alimentaba de leche materna en exclusiva, que incluso se le había caído la vía del brazo, por tenerlo la madre permanentemente en brazos, y que de tanto tenerlo así había llegado a provocarle el vómito.
Así, Jonás acabó en planta con un diagnóstico de "anemia megaloblástica" y "sospecha de encefalopatía por privación de vitamina B12 prenatal y posnatal, y desnutrición grave”.
Pero la versión de los padres es muy diferente
Según cuentan en la página de Change, donde están recogiendo firmas, los diagnósticos son ciertos: el pequeño tiene una anemia cuyo origen están estudiando, y ellos son los primeros que lo han pasado muy mal al verlo enfermo, y que han estado con su pequeño las horas que han hecho falta para cuidarlo y ayudarle a estar mejor.
Ahora bien, según explican, los informes no se corresponden con la realidad. Al parecer, afirman que los padres no colaboraban con el tratamiento porque la madre se empecinaba en seguir lactando a demanda al bebé y eso provocó más de un enfrentamiento en el hospital.
También se menciona en los informes que son vegetarianos estrictos, pero ellos afirman que comen "pescado a menudo, y jamón de vez en cuando"; y que en cualquier caso, ser vegetariano no quiere decir que los hijos vayan a tener un mal estado de salud.
Los padres aseguran que lo están pasando muy mal, y que también lo está pasando muy mal su hijo, que el día que se iba de alta se fue con un hermano del padre y su mujer, "con quienes el niño no tiene ningún vínculo". Es más, aseguran que se han ofrecido a acatar todo lo que les propongan: controles médicos, dietas e incluso un control si hace falta en su mismo hogar para que observen el día a día. Pero se lo niegan.
Por otra parte, aseguran tener informes de pediatras privados a los que han llevado al niño en varias ocasiones. Tras leer sobre cómo ofrecer alimentos al pequeño, optaron por darle la comida en trozos, tal y como se recomienda desde hace unos años; y el pequeño había probado ya varias frutas, cereales y verduras, aunque "no en grandes cantidades". Preocupados por ello, lo comentaron con un pediatra que no le dio mucha importancia, y con una pediatra que sí vio necesario hacer un seguimiento (de aquí la importancia de acudir a las revisiones que se implantaron hace años para dar con situaciones así y actuar antes de que sea demasiado tarde).
En medio de ese proceso le empezaron a salir los dientes, y la familia se vio inmersa en "una mudanza inesperada" que resultó ser "muy estresante para todos". Ellos pensaron que el niño estaba inquieto por todo ello, pero al ver que el color de su piel estaba cambiando decidieron acudir al pediatra privado, asustados.
Najat es profesora de primaria de inglés de la Junta de Andalucía, funcionaria del Estado y periodista; Javier, un humilde camarero y buen windsurfista. Ella pidió una excedencia para ser madre y criar a su bebé, y es incapaz de entender qué sucede, cuando ella misma ha sido testigo de casos de niños que sí han sido maltratados, y que no han sido separados de sus padres.
Pero lo que más le duele es que afirmen que no colaboró con el tratamiento, cuando ella asegura que se desvivió desde el primer momento, y cada día en el hospital, y que tuviera que luchar tanto, en los centros sanitarios, por defender el derecho de su hijo a ser amamantado. Y es que los médicos decidieron darle leche artificial, de un día para otro, y al ver que el niño lo rechazaba le permitieron amamantarlo, no sin quejarse de que lo tuviera siempre encima, y de que le diera el pecho "a todas horas y no como postre", porque "la estaba usando de chupete".
¿A quién creer?
No lo sé. No lo sabemos. No hay respuesta. Cada versión es diferente, y de hecho son contrapuestas en muchos aspectos. Es imposible (al menos para mí, como padre y enfermero de pediatría) posicionarme, porque creo que faltan datos, o que una, o las dos partes, no está diciendo la verdad.
Por un lado tenemos a un bebé de 10 meses en un estado de salud muy delicado, y a unos servicios sociales que, por norma, suelen ser muy cautos a la hora de tomar decisiones tan complejas y comprometidas. Por otro lado, tenemos a una pareja que dice desvivirse por su hijo, y que cree haber cuidado a su bebé del mejor modo posible (sin lograrlo, a tenor de los hechos).
Es cierto que rechazaron vacunarle, pero aunque lo más responsable a nivel individual y colectivo es vacunar, en España las vacunas no son obligatorias. Es cierto que el bebé seguía siendo amamantado a demanda, pero es que la mayoría de bebés de su edad lo son, porque aunque comen, siguen mamando. De hecho, la OMS y la Asociación Española de Pediatría recomiendan que durante el primer año, la leche materna siga siendo el alimento principal de los bebés, y que la alimentación complementaria sea eso, un complemento, el postre del bebé, una sucesión de alimentos que el bebé tiene que probar, conocer, tocar, palpar, amasar, chupar, engullir, saborear...
Cierto es también, por lo que explican, que en el hospital el bebé se pasaba las horas en los brazos de su madre. Si yo tuviera 10 meses, en pleno proceso de angustia de separación, no me encontrara bien y gente extraña me pinchara y me hiciera pruebas dolorosas y molestas, lo último que querría sería quedarme en una cuna o una cama, a riesgo de que me volvieran a hacer algo. No me separaría de mi madre en un segundo, y esperaría, de hecho, que mi madre hiciera lo propio, que no me soltara ni un momento.
¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que, sinceramente, estos padres dicen haber hecho con su bebé lo que miles de madres y padres hacen cada día con sus hijos. Y entonces la duda es, ¿y por qué estaba tan mal?
Pues considerando que tiene una anemia magaloblástica, y que una de las causas es el déficit de vitamina B12, solo se me ocurre pensar que a pesar de que comían pescado y algo de jamón, madre y bebé tenía déficit de dicha vitamina. Y es que si la madre no consume alimentos ricos en vitamina B12, debe tomar un suplemento para que no falte dicha vitamina en su leche materna, como también debe hacerlo el bebé si deja de ser amamantado. Pero ojo, esta es solo la conclusión que yo extraigo, y de ser así estaríamos hablando de un bebé, y unos padres, víctimas del desconocimiento, culpables de no saber que en caso de eliminar ciertos alimentos de la dieta, puede ser necesario tomar suplementos que no pongan en riesgo la salud del bebé.
Y no, la culpa no es de la crianza con apego
Y digo esto porque leyendo el artículo de El Español parece que la culpa de todo la tiene la crianza con apego, que califican como "una técnica que implica el contacto físico permanente con la madre". De hecho, en un párrafo del texto la definen de la siguiente manera:
Se basa en el contacto físico permanente del bebé con los progenitores, en el amamantamiento del niño a demanda, en la oposición a la escuela infantil -hasta los tres años- o en su traslado sin el uso de carros, “piel con piel”. Es una opción de cuidados del bebé que defiende a ultranza el pediatra Carlos González, autor de libros como Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor y Creciendo juntos.
No sé si Carlos González habrá leído esto, pero me lo puedo imaginar pidiendo que modifiquen la definición de "crianza con apego", o la retirada de su nombre y su imagen de la noticia. Y es que la crianza con apego no tiene nada que ver con esa definición, sino que se basa en respetar las necesidades básicas del bebé y potenciar la creación de un vínculo adecuado con él.
Esto se suele conseguir cogiéndolo en brazos cuando lo pide, o porteándolo, pero no se prohíben los carros, ni mucho menos. Si el niño es feliz en su cochecito, ¿por qué evitarlo, si hay momentos en que van muy bien?
También se considera una necesidad básica el ser amamantado por su madre, pero de nuevo, hay muchas madres que no amamantan, y no por eso se puede decir que no van a tener un vínculo adecuado son su bebé.
Y en referencia a la oposición a la escuela infantil, es una cuestión de lógica educativa, y de conocer los patrones del desarrollo: si los bebés están sus primeros años calibrando su mundo emocional, creando vínculos y aprendiendo a ser autónomos mientras son aún dependientes, lo más lógico es que se potencien relaciones cercanas y afectuosas con sus referentes, con las personas en quien más confían, que son su madre y su padre. Pero si hay que hacer uso de las escuelas infantiles porque en nuestro país no existe una conciliación familiar real, pues no queda otra que llevar a los bebés y niños, y disfrutar de ellos en los ratos que nos quedan.
Dicho de otro modo: hay miles de madres y padres que usan cochecitos, dan biberón, no tienen al niño todo el día en brazos y llevan a sus hijos a la escuela infantil, que crían preocupados por crear un vínculo fuerte con sus pequeños, y en consecuencia, crían con apego. Y hay miles de madres y padres que duermen con sus hijos, los amamantan y no los llevan a la escuela infantil, que por su manera de relacionarse con ellos no consiguen crear vínculos de apego adecuados.
Pero esta es otra historia, y solo quiero acabar pidiendo cordura en el caso de Jonás. Si los padres lo hicieron mal, o muy mal, no lo sé, pero no creo que nadie pueda decir que lo hicieron con intención de hacerle daño.
Siendo así, siendo unos padres aparentemente preocupados por su hijo, creo que la mejor solución sería que volvieran a estar juntos (y pienso sobre todo en la salud emocional del bebé), con unas pautas médicas claras, basadas en las últimas recomendaciones y evidencias (y no en afirmaciones del siglo pasado como "la teta de postre" o "te usa de chupete"), y un control estricto de la salud del pequeño y de su cumplimiento si hace falta por parte de los padres. Solo tiene un año y lleva un mes separado de las personas que más le quieren.
Fotos | iStock, El Español
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