Suele estar asociado a una situación de estrés o de ansiedad. Si el niño está preocupado por algo, nervioso o si algo le está perturbando.
Puede que lo haga también por aburrimiento o debido a su temperamento vulnerable. Puede darse en niños muy sensibles que no superan la frustración.
Los motivos pueden ser varios, pero lo importante es localizar el verdadero por qué nuestro hijo se come las uñas, qué es lo que le está causando esa angustia.
Debemos saber que aunque el niño sepa que está mal es una situación que no puede controlar, no lo domina. Se trata de un hábito compulsivo, uno de los más comunes en la infancia, llamado onicofagia.
En algunos casos es un mal hábito pasajero, pero en otros persiste hasta el punto que llegan a lastimarse las cutículas, convirtiéndose en un foco de infecciones y por consecuencia un peligro para su salud.
¿Qué hacer para que deje el hábito? Lógicamente lo primero es detectar la causa para resolver la angustia que lleva al niño a morderse las uñas.
No machacarlo todo el día con “no te comas las uñas". En cambio, premiarlo cuando no lo haga, pero no regañarlo cuando lo haga.
Cuando lo esté haciendo ofrecerle un juguete o proponerle hacer algo para que se distraiga.
Si le explicas que es por su bien y se deja, hay algunas sustancias de gusto desagradable que se venden en la farmacia para untársela en los dedos.
Si a pesar de todo sigue comiéndose las uñas lo mejor es que lo consultes con el pediatra o con un psicólogo infantil para resolver el origen de esa mala conducta.
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