La maternidad está llena de momentos maravillosos, impactantes y tan sumamente emotivos que se quedan por siempre grabados en la retina y el corazón.
Aunque cada madre tendrá su propio 'baúl de recuerdos', estoy segura de que todas las mamás que tenemos más de un hijo coincidimos en afirmar que el momento especial por antonomasia es cuando vemos a nuestros hijos juntos por primera vez.
Se trata de un instante mágico, increíble y tan conmovedor que es difícil de igualar. Un instante fugaz y extraordinario en el que tomas conciencia por primera vez del emocionante camino que iniciáis como familia.
Los sentimientos de una madre
Por lo general, el segundo embarazo se vive con una mezcla de sentimientos.
Por un lado, la emoción y la alegría de saber que estás dando a tu hijo el mejor de los regalos: un hermano. Pero por otro lado es frecuente también sentir culpa, ya que el tiempo que dedicas a tu peque dejará pronto de ser exclusivo.
A medida que se acerca la fecha de parto este maremágnum de emociones será cada vez más intenso, e incluso es probable que derrames alguna lágrima cuando abraces a tu primogénito por última vez antes de convertirte en mamá de dos.
Para empezar, sentirás que tu hijo mayor (tu hasta entonces "bebé") ha crecido de repente. No importa si tiene dos años, seis o diez; el caso es que de la noche a la mañana lo encontrarás gigante.
Tanto es así, que te resultará realmente impactante verle al lado del recién nacido, y sentirás la necesidad irrefrenable de acurrucarlo con todas tus fuerzas en tu regazo, al tiempo que te preguntas en bucle "en qué momento ha pegado semejante estirón".
Tras el shock inicial que supone verlos juntos, comenzarás a ser consciente del maravilloso regalo de vida que habéis hecho a vuestros hijos. Y es que a pesar de las dificultades que muy probablemente surgirán al inicio, así como de las complejidades que trae consigo la bimaternidad, tener un hermano es tener un tesoro.
Como madre de tres hijos, me siento realmente privilegiada de haber vivido este momento por partida doble, pues cada bebé que nace y cada nueva presentación a sus hermanos, es un emotivo e irrepetible acontecimiento que permanecerá por siempre grabado en el corazón.
No en vano, cuando tengo un mal día y siento que puedo perder los nervios con mis hijos, recordar estos momentos me devuelve la calma, me aporta la luz y me nutre el alma como si de un elixir mágico se tratara.
Algo similar les sucede a mis hijos, pues aunque debido a la corta edad que tenían no recuerdan el instante exacto en que conocieron a sus hermanos por primera vez, comprobar en vídeos caseros cómo fue su reacción, el brillo de ilusión que desprendían sus ojitos y la ternura con la que acariciaban al otro, les ayuda a conectar entre sí y a valorar el maravilloso regalo que supone tenerse cerca.
En Bebés y Más | Carta al niño que acaba de convertirse en hermano mayor , Cómo puede afectar a los hermanos la llegada de un nuevo bebé: nuestra experiencia