Os proponemos, dentro de nuestro Curso de maternidad y paternidad, analizar algunas de las frases más habituales que, sin pensarlo, salen de nuestros labios y que, más que ayudar, perjudican a nuestros hijos y nuestra relación con ellos. Entre las frases que no hay que decir elegimos para comenzar: “Me vas a volver loco” (o loca, se entiende).
Hemos hablado extensamente en nuestro Curso de maternidad y paternidad sobre la forma en la que podemos aprender a controlarnos cuando nos sentimos sobrepasados por el comportamiento de los niños y sobre como comunicarnos mejor con ellos. Vamos ahora a trabajar con algunos ejemplos de esas frases que no hay que decir a los niños.
Que no digo yo que no pueda ser cierto que a veces los niños, cuando están ellos alborotados o pasan una fase descontrolada, hagan que nuestra serenidad se tambalee. Pero hay que ser cuidadosos con como lo expresamos.
“Me vas a volver loco”
Si le decimos que nos va a volver locos, primero, le decimos que es absolutamente insoportable, hasta el punto de dañarnos. Eso transmite al niño un fuerte desagrado hacia él y daña su imagen de si mismo, minando su autoestima. Además, le hace sentir profundamente culpable, ya que llega a pensar, pues ellos son literales al interpretarnos, que puede de verdad hacer que perdamos la razón.
Posiblemente haya niños a los que esto parezca que les resbala, que no les afecta en absoluto. Si esto sucede posiblemente es que han llegado a creerse hasta tal punto lo que les decimos, que no confían en mejorar y han asumido que son lo que son, unos niños malos que causan dolor a su familia. Y eso es muy triste.
Chantaje emocional
Si habitualmente usamos esa frase estamos ejerciendo un chantaje emocional hacia ellos, trasladadándoles nuestro malestar y rechazo, y forzándolos a sentirse culpables de algo que, normalmente, será molesto, pero es un comportamiento normal y natural en un niño que necesita más atención o más espacio para jugar y expandirse.
La culpa, al final, no es del niño, sino nuestra por no haber atendido mejor sus necesidades o no saber contenerlos y guiarlos.
Esto no quiere decir, de ninguna manera, que debamos permitir comportamientos peligrosos, agresivos o desconsiderados por parte de los niños, sino que debemos aprender a tranquilizarnos y comunicarnos con ellos de forma respetuosa y empática.
Cuando nos escuchemos a nosotros mismos decir eso de “me vas a volver loco” recapacitemos y rectifiquemos. Somos muy capaces de mejorar y aprender a detener la lengua a tiempo, igual que la retemos antes de ser groseros o dañinos en nuestras relaciones con adultos (que seguro que también a veces nos descomponen).
Una vez hemos dejado de usar esa frase vamos a poder substituirla por otras que, seguro, expresan mejor nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos.
¿Qué significa que “nos van a volver locos”?
Parémonos ahora a tratar de comprender lo que esa frase significa. Posiblemente que estamos muy cansados e incapaces de reaccionar de forma controlada ante una situación que nos desborda, eso está claro. La razón de nuestro desbordamiento seguramente no será, exclusivamente, que el niño esté con una rabieta o haciendo algo estresante o peligroso.
Habrá más: el trabajo agotador, una discusión con un compañero o con nuestra pareja, y, en general sentimientos negativos en relación con nuestra vida adulta. Posiblemente no se trata solamente del niño, sino de algo que trasciende a este hecho puntual y que ahora explota. Si es de ese modo, consideremos que el niño, por muy disconformes que estemos con lo que hace en ese momento, no es quien nos está haciendo “volver locos” y, por tanto, no tenemos derecho moral para descargar la frustración, la ira o el cansancio en él.
Y este punto quiero destacarlo, a veces puede que nos haga sentir relajados el explotar y descargar la tensión en una discusión o unos gritos, pero el contrincante, en este caso, está en clara inferioridad de condiciones en el enfrentamiento.
El niño está indefenso ante las palabras duras y el chantaje emocional pues depende totalmente de nosotros, más grandes, más fuertes, más listos y con poder sobre ellos, además de ser las figuras de las que recibe amor y protección. Por tanto, aunque nos descargue gritarle que nos está volviendo locos no es moral hacerlo.
Pero ahora vayamos, controlado lo que compete a nuestro mundo adulto, a lo que el niño está haciendo. Puede que sea correr por casa y gritar, molestar el hermanito, montar el cólera, no comer, contestarnos de forma grosera o hacer algo peligroso que hemos repetido ya muchas veces que no se puede hacer.
Todo eso, tengámoslos claro, merece que marquemos un límite claro y expliquemos al niño que no permitiremos que lo siga haciendo. Lo que no vamos es a usar la frase comodín “me vas a volver loco”.
Vamos, ahora, a hablar con él. Como hemos visto lo primero es detener la acción, pero sin gritar ni agarrarlo violentamente, y, por supuesto, sin pegarle ni zarandearlo. Podemos decirle, dependiendo del caso concreto que lo que hace daña o molesta a otra persona o a nosotros mismos (nosotros también tenemos derecho a ser respetados), que es peligroso o que, su comportamiento es incorrecto y él lo sabe. Y luego, serenamente, explicárselo en cuanto sea posible.
Seguro que a vosotros, lectores, se os ocurren muchos ejemplos de frases que utilizar en vez de “me estás volviendo loco” y que podamos incluir en nuestra estrategia de comunicación no violenta con nuestros hijos. ¿Las compartís con nosotros?
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