La forma en la que criamos a nuestros hijos influye en el desarrollo de su personalidad, en su autoestima y en la adquisición de habilidades que le servirán para toda la vida.
Por fortuna, cada vez más familias son consciente de la importancia de criar con respeto, desterrando los castigos y el autoritarismo, que lejos de educar nos desconecta de los hijos.
Sin embargo, a la hora de criar y educar todavía caemos en ciertas actitudes y conductas tóxicas que no siempre somos capaces de identificar porque están demasiado normalizadas. Te desvelamos cuáles y qué podemos hacer para evitar caer en ellas.
Gritar
A menudo, los gritos no son vistos por muchos adultos como una forma de violencia hacia el niño. De hecho, están tan normalizados en la crianza que con frecuencia no somos conscientes de lo mucho que recurrimos a ellos. Pero los gritos dañan la autoestima del niño, no sirven para educar y generan estrés e inseguridad, por lo que es importante desterrarlos.
- A la hora de educar y marcar límites, sustituye los gritos por un tono de voz firme y respetuoso, y dirígete a tus hijos como te gustaría que otras personas se dirigieran a ti.
Chantajear, amenazar y manipular
El chantaje emocional y la manipulación es una forma de violencia psicológica muy arraigada en la sociedad, especialmente en la crianza. A todos se nos han escapado alguna vez frases chantajistas con los niños, y aunque no siempre nos damos cuenta de ello, es necesario hacer un ejercicio de reflexión y evitar caer en esta forma de comunicación tan dañina.
- Manipular y amenazar a los niños (aunque sea sutilmente) para que hagan lo que queremos tiene consecuencias muy negativas para ellos. Evita caer en estos errores y comunícate con amor y respeto.
Etiquetar
"Hiperactivo", "descarado", "pesado", "maleducado", "antipático", "tímido", "vago", "bueno", "organizado"... las etiquetas que a menudo utilizamos con los niños son innumerables. Además, nos salen de forma casi natural, ignorando por completo el daño que pueden causar.
La etiqueta califica a toda la persona en base a su conducta en un momento dado. Y tras repetirla constantemente, el niño asume que esa etiqueta es la que le define, llegando incluso a marcar su forma de ser y actuando como los demás esperan de él.
- Etiquetar a los niños supone encasillarles, pasando por alto otras muchas cualidades y habilidades que quedan empañadas por nuestra visión sesgada. Por eso, es fundamental dirigirnos a los niños sin prejuicios, estigmas o ideas preconcebidas; simplemente abriendo nuestra mente y descubriendo toda su esencia.
Ignorar
Ignorar a los niños es una de las formas de violencia más arraigadas en la crianza, practicada incluso desde que son bebés. Y es que movidos por los consejos del entorno, muchos padres caen a menudo en el error de ignorar el llanto de sus bebés por miedo a que se malacostumbren a los brazos o creyendo que así aprenderán a dormirse solos.
A medida que van creciendo, también es frecuente ignorar las llamadas de atención de los peques, apartarlos del grupo si tienen comportamientos erráticos o incluso desatenderlos en pleno estallido emocional.
- Los brazos, los besos y el acompañamiento respetuoso de los padres son el mejor refugio para los niños desde que vienen al mundo, y muy especialmente cuando sus emociones les desbordan o tienen un mal comportamiento.
Impedir que manifiesten su opinión
"¡Aquí se hará lo que yo diga!", "¡No te metas en las conversaciones de los adultos!", "Los niños no tienen nada que decir"... Con este tipo de frases autoritarias relegamos a los niños a un segundo plano, dejando constancia de que su opinión no nos interesa.
Pero lo cierto es que nuestros hijos, por pequeños que sean, tienen la necesidad de sentirse aceptados dentro de su grupo de referencia, y como tal, sus deseos, opiniones o consideraciones deberían ser tenidas en cuenta en la familia.
- Cuando te relaciones con tus hijos evita caer en el autoritarismo, que no solo daña la autoestima y la seguridad del niño sino que también le impide crecer y desarrollarse íntegramente. En su lugar apuesta por una crianza democrática, en donde la voz del niño también sea escuchada y valorada.
Trivializar sus sentimientos
Con demasiada frecuencia minimizamos o trivializamos los sentimientos de nuestros hijos, como si por el simple hecho de ser niños no tuvieran derecho a sentir, llorar, quejarse o emocionarse.
Pero reprochar o menospreciar a los niños este tipo de actitudes a es totalmente irrespetuoso, a pesar de que creamos que sus problemas infantiles no son nada en comparación con los nuestros.
- Cuando tu peque te cuente un problema o exprese una emoción, simplemente acompáñale, escúchale y arrópale como te gustaría que otros hicieran contigo en la misma situación.
Obligarles a hacer cosas
Obligarles a comer cuando no tienen hambre, a saludar con besos, a compartir sus juguetes con otros niños, a estarse quietos a pesar de su naturaleza espontánea y activa, a darse prisa sin tener en cuenta sus habilidades y desarrollo... Son muchas las situaciones en las que los niños se sienten coaccionados por los adultos y obligados a cambiar su comportamiento o actuar de una determinada manera.
- La mejor forma de enseñar a los niños los límites y las normas sociales es a través de nuestro ejemplo y el acompañamiento respetuoso a sus necesidades y forma de ser.
Ridiculizar
Reírnos de ellos cuando lloran, compartir en tono jocoso con otros adultos los secretos que nos confían, violar su intimidad con preguntas descaradas, utilizar en nuestra comunicación con ellos los dobles sentidos, la ironía o el sarcasmo aún sabiendo que no nos entenderán...
Si este tipo de actitudes las extrapoláramos al mundo adulto enseguida nos daríamos cuenta de que son totalmente irrespetuosas. Sin embargo, tratándose de niños parece que todo vale.
- El desarrollo cognitivo de los niños es un proceso paulatino y largo. Acompañar y guiar desde el amor, la igualdad y el respeto es fundamental para que nuestros hijos crezcan seguros, confiados y con una autoestima sana.
Tratarles con superioridad
La experiencia que nos da la edad, la diversidad de situaciones vividas y el aprendizaje de los fallos cometidos hacen que los adultos tengamos más conocimiento y habilidades que los niños, pero esto no nos da derechos a tratarlos con superioridad y prepotencia.
Pero habitualmente les demostramos nuestra superioridad con sermones morales que nos desconectan de sus necesidades, recalcamos sus errores con frecuencia o les recordamos que nosotros sabemos más.
A la hora de comunicarnos con nuestros hijos es importante hacerlo con los cinco sentidos, escuchando con interés lo que nos cuentan y potenciando su autoconocimiento y ayudándoles a expresarse con libertad.