Huimos de ella cuando somos mayores y nos angustia ver que nuestros hijos la sufren, os hablo de la tristeza y sin embargo es quizás uno de los sentimientos que antes experimentan y cuanto más pequeños son, con mayor pasión la padecen.
Tras ver la película de Pixar “Del Revés” no somos pocos los que hemos descubierto la utilidad de este sentimiento que muchas veces no sabemos gestionar y que sin embargo forma parte de nuestra vida y de nuestro desarrollo y obviamente del de nuestros propios hijos a los que estaría muy bien que enseñáramos a gestionarla, para que aprendan a convivir con ella en su justa medida y a ser más felices.
Porque estar triste no es ser infeliz, porque tienen que aprender lo que es, lo que sienten y porque reconocer sus emociones es también una enseñanza vital de la que debemos encargarnos.
El filósofo y economista francés Serge Latouche señala que “la gente feliz no suele consumir” es decir, consume lo que necesita pero no más allá de sus necesidades, algo que se puede interpretar justo al revés: la gente que no es feliz tiende a consumir aunque no lo necesite. Y cuando decimos “gente” podemos también estar pensando en “niños”, los nuestros, sin ir más lejos pero sabemos que ese consumo excesivo no va a hacer que adultos o niños sean más felices en cualquier caso.
Tristeza que no infelicidad
Os acordáis de dónde surge la idea de la película “Del Revés”, de la propia experiencia del director con su hija de once años.
Una niña a la que la edad le juega la mala pasada de descontrolar sus emociones, como les pasa a la inmensa mayoría de niños de esa edad. Para llevar a cabo la película a partir de esa realidad personal, el director Pete Docter, quiso contar con el asesoramiento profesional de dos científicos de la Universidad de Califormia aunque después, todos sus consejos no pudieron ser incluidos en la película, como el hecho de que tengamos muchas más que cinco emociones pero habría sido una locura tratar de hacer entendible la historia con muchas más ¿verdad?
El psicólogo australiano Joseph Forgas es un defensor de la necesidad de la tristeza como una sensación imprescindible porque nos ofrece una ventaja evolutiva, igual que el miedo nos empuja a huir del peligro o la ira nos anima a luchar.
Hay estudios que señalan que la tristeza nos provoca una mayor activación fisiológica para que reaccionemos tras la pérdida o la situación que nos haya entristecido, es una respuesta para superarlo.
Según este mismo psicólogo, hay datos que señalan que se realizan muchos más juicios erróneos cuando se está alegre que cuando se está triste e incluso el hecho de sentirse triste está relacionado con una mayor capacidad de memorizar.
Y sin embargo
Y sin embargo a los niños ¿les enseñamos realmente a gestionar sus sentimientos?¿les permitimos estar tristes?
Quizás sea una de las enseñanzas más complicadas que debemos afrontar como padres: enseñarles a gestionar sus propias emociones, a convivir con ellas, aprender a reconocerlas y a permitirse a sí mismos sentirlas, vivirlas, reconocerlas y crecer a partir de ahí.
No, fácil nadie dijo que sea pero necesario sí lo es y mucho.
Hay psicólogos que señalan por ejemplo, la importancia de enseñar a los niños a reconocer y gestionar sus propias emociones por encima de que les enseñemos en el colegio la necesidad de comportarnos a partir de unos principios o unos valores.
Quizás sería más sensato enseñarles a reconocer y gestionar pacíficamente su ira antes de tratar de explicarles que la violencia no es un camino que nos ayude a convivir en paz. Quizás sería bueno empezar hablándoles de sí mismos, de lo que son y de lo que sienten, antes de hablarles del conjunto.
¿Cuántas veces les dejamos llorar mientras tratamos de consolarles?¿Cuántas veces por ayudarles le quitamos importancia a esos problemas suyos que les angustian?¿Cuántas veces nos hemos puesto en sus zapatos cuando hablamos con ellos?
La imagen de ese niño con su camiseta de Portugal consolando al seguidor de la selección francesa en la pasada Eurocopa se hizo viral por eso, nos sorprende que tan pequeños nos den esas lecciones de empatía ¿verdad? Sí, tenemos mucho que aprender a veces de nuestros propios hijos pero no debemos olvidar que somos nosotros los que tenemos que enseñarles la mayor parte del tiempo.
Y lo que deberíamos desterrar por completo de nuestras herramientas como padres y educadores es eso de que “los niños no lloran” porque ya hemos visto que a generaciones de hombres, esa imposición no les ha venido nada bien en su vida.
Conclusión
A nadie nos gusta sentirnos tristes, no es un estado anímico en el que nos encontremos cómodos, plenos y confortables pero no por ello tenemos que negar su existencia.
Habrá muchos momentos en la vida de nuestros hijos en los que la tristeza será el sentimiento predominante pero tendrán que saber salir de ella, tendrán que contar con herramientas que les ayuden a superarla aprendiendo de ese momento, de esa circunstancia y de ese sentimiento. Y esto es algo que nosotros como padres tendríamos que haberles enseñado.
Enseñarles a relativizar, a afrontar, a vivir el momento desde su principio a su final, enseñarles a recuperarse tras el dolor y tras la tristeza que genera una frustración también, que no suponga el fin de su mundo, que no les sobrepase, que no les anule.
Nosotros somos su referente ¿estamos preparados para enseñarles a ser felices sin volver la cara a la tristeza?
Fotos | FB Disney Pixar | iStockphoto
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