Los niños pequeños estallan en rabietas con frecuencia, y a menudo lo hacen ante situaciones que los adultos no logramos comprender. Pero no debemos olvidar que los niños son puramente emocionales, y lo que para nosotros puede ser algo sin importancia, para ellos, que están creciendo, madurando y aprendiendo, podría significar mucho.
Es por ello que no deberíamos tratar de calmar las rabietas de los niños desde nuestra racionalidad adulta. Querer dialogar, convencer al niño con nuestras razones o imponer nuestro criterio en esos momentos no mejorará la situación, sino todo lo contrario.
La empatía es clave, y todo lo que tu hijo necesita cuando se encuentra en pleno estallido emocional es que lo abraces y le digas que le entiendes.
Por qué tratar de dialogar con tu hijo en plena rabieta no es una buena idea
Hace un tiempo os compartíamos en este artículo la explicación científica de las reacciones que se suceden en el cerebro del niño cuando está teniendo una rabieta. Si no lo leísteis entonces os animamos a hacerlo ahora, pues es fundamental comprender por qué ante un estallido emocional los niños no pueden escucharnos, razonar o entender nuestras peticiones.
Sin embargo, muchas veces los adultos nos empeñamos en actuar desde nuestra óptica, tratando de calmar al niño dándole todo tipo de explicaciones que argumenten nuestra postura ("ahora no puedes tomarte un caramelo porque pronto vamos a comer"), obligándolos a razonar -cuando es imposible que lo hagan- o incluso imponiendo nuestro propio criterio.
Pero si alguna vez te has visto en esta situación, te habrás dado cuenta de que no sirve de nada. Tu hijo no solo no te escucha, sino que es probable que tu respuesta o forma de actuar le enrabieten aún más. Y llegados a ese punto es normal que los adultos también 'estallemos', nos enfademos y perdamos la paciencia fruto del cansancio y el estrés.
"Te entiendo": dos palabras que lo cambian todo
¡Qué bien nos sentimos cuando compartimos con alguien una preocupación y la otra persona empatiza con nosotros! ¡Qué sensación más bonita es sentirse escuchado, comprendido y sostenido emocionalmente, sin que importe la causa que haya provocado nuestro malestar!
Pues si con los adultos lo vemos tan claro, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo actuar de la misma forma con los niños? Tener un día malo es algo universal a cualquier ser humano, por lo que al igual que nos ocurre a los adultos, lo único que el niño necesita en esos momentos de vulnerabilidad es apoyo y comprensión.
Pero, ¿cómo demostrarle todo esto de una forma directa, sencilla y que denote una potente conexión? Fácil: arrodíllate para estar a su altura, mírale a los ojos con profundo amor y pronuncia estas dos mágicas palabras: 'Te entiendo".
Da igual el motivo que haya provocado su berrinche. Cuando el niño escucha de boca de sus padres estas palabras, se siente profundamente amado, comprendido y validado en sus sentimientos.
En contra de lo que mucha gente cree, empatizar con los sentimientos de nuestro hijo en esos momentos no es premiar su conducta. Tampoco significa darle la razón, haya hecho lo que haya hecho o ceder a sus deseos.
Simplemente es una forma de decirle que entendemos su malestar, que somos su refugio seguro para desahogarse, y que nuestra prioridad en esos momentos de tensión es que se sienta bien. Ya después gestionaremos la situación como mejor consideremos.
No olvidemos que un niño que se siente seguro para expresar su malestar sin críticas, reproches, sermones o juicios por parte de las personas que más le quieren, es un niño que crecerá feliz y confiado al saberse amado, y que aprenderá a gestionar sus emociones de una forma positiva.