Los problemas de alimentación son uno de los motivos más frecuentes de consulta en pediatría. En concreto, muchos autores la sitúan como la tercera razón de acudir al pediatra, por detrás de la fiebre y la tos; y es mucho más frecuente en los niños entre 1 y 4 años.
Se estima que uno de cada cuatro niños sufre en algún momento dificultades en la alimentación, pudiendo llegar a cifras superiores al 50% si hablamos de prematuros y hasta el 80% en niños con trastornos del desarrollo.
¿Qué es la anorexia del lactante?
La anorexia es el rechazo a la alimentación por una disminución del hambre o apetito, a pesar de llevar un cierto periodo de tiempo en ayunas.
Cuando hablamos de anorexia del lactante, nos referimos al rechazo del alimento en niños pequeños, menores de 2-3 años. Pueden tener una ausencia total de apetito a la hora de las comidas, terminar las comidas tras haber comido muy poca cantidad de alimentos o ser especialmente selectivos a la hora de ingerir alimentos (conocido con el término inglés de “picky eaters”).
¿Por qué se produce?
Las causas que pueden llevar un bebé o niño a dejar de comer son múltiples y variadas. Aunque en muchas ocasiones se solapan varias razones, podemos hacer dos grandes grupos:
- Anorexia del lactante orgánica
Se trata de diversas enfermedades que ocasionan secundariamente anorexia. Destacan las infecciones, especialmente frecuentes en los primeros años de guardería, cuando los bebés y niños sufren varios procesos infecciosos a lo largo del año. En estos casos suele tratarse de un rechazo total a comer y puede llegar a afectar al peso y producir una caída de los percentiles del mismo, aunque luego, con las pautas adecuadas, se recuperan.
Otra de las causas más frecuentes son los problemas digestivos. Enfermedades como el reflujo gastroesofágico o dificultades para deglutir (disfagia) pueden hacer que los niños acaben negándose a comer.
Por último, metemos en este grupo los medicamentos. Como efecto adverso, algunos fármacos pueden causar anorexia del lactante, bien porque disminuyen el apetito y las ganas de comer, o bien porque alteran el sentido del gusto. Aquí tendríamos, por ejemplo, los antihistamínicos, el metilfenidato (empleado en el tratamiento del TDAH, disminuye mucho el apetito) o la claritromicina (un antibiótico que altera el sentido del gusto).
- Anorexia del lactante no orgánica
En este grupo tendríamos los trastornos de conducta como causa de la anorexia. Existen muchos factores que pueden contribuir a que el niño desarrolle un rechazo a la comida.
Algunos casos comienzan con una anorexia por un proceso infeccioso que persiste a pesar de resolverse, generalmente porque le han presionado para comer. También sucede cuando se emplean técnicas erróneas para tratar de que el niño coma y no respetan sus señales de hambre y saciedad.
En otros casos puede existir una “fobia a la comida” tras un episodio de atragantamiento. Estos niños desarrollan un miedo intenso a comer, especialmente alimentos sólidos.
Algunos niños dejan de comer como respuesta a determinados conflictos familiares o en la escuela infantil o colegio. Algunos autores la llaman anorexia psicosocial. El caso más frecuente es el bebé o niño que, coincidiendo con el inicio de la escuela infantil deja de comer o disminuye mucho la cantidad de lo que come.
Durante el primer año de vida los bebés crecen muchísimo. Sin embargo, a partir de los 12-15 meses de edad el crecimiento de ralentiza mucho, y con ello la cantidad de comida que ingieren (necesitan menos). Esta etapa se conoce también como anorexia fisiológica. Podemos hablar también de falsa anorexia (suele verse más en este periodo, pero podría aparecer en otros momentos), cuando los padres creen que su hijo/a no come, aunque en realidad está ingiriendo lo que necesita para crecer.
Por último, menciono aquí la huelga de lactancia. Sucede cuando un bebé amamantado rechaza de repente el pecho (uno o ambos). El destete natural suele producirse entre los 2 y los 7 años, por lo que un bebé menor de 2 años que de repente deja de mamar suele tener una razón subyacente. Las causas son similares a las que hemos comentado de la anorexia del lactante. Puede tratarse de una infección (fiebre, mocos, otitis…), de un evento estresante (como la incorporación de la madre al trabajo o el comienzo de la escuela infantil) o incluso por miedo, si ha tenido una situación estresante previa mientras mamaba (por ejemplo, un grito fuerte de la madre ante un mordisco del bebé).
¿Cómo se desarrolla la alimentación en los bebés y niños?
Para poder detectar problemas en la alimentación es importante conocer la evolución normal del desarrollo de la conducta alimentaria en niños.
Los recién nacidos y bebés pequeños tienen una preferencia innata por el sabor dulce. Esto les hace querer tomar la leche y rechazar otros alimentos que puedan ser inapropiados para ellos. Tienen un patrón rítmico de alimentación independiente del ritmo circadiano: comen cada 2-4 horas aproximadamente tanto de día como de noche. Desde que nacen tienen la capacidad de controlar su hambre y saciedad, por lo que debemos darles de comer siempre que lo reclamen y hasta que ellos dejen de succionar.
Hacia el cuarto mes comienzan a tener preferencia por los sabores salados también y en torno al sexto mes se suele empezar a ofrecer alimentos distintos de la leche, la llamada alimentación complementaria. Los bebés que han tomado leche materna suelen aceptar mejor los alimentos nuevos, pues han experimentado diferentes sabores a través de la leche materna. En ocasiones es necesario ofrecer un alimento hasta 10 o 15 veces antes de que les guste. El rechazo a comer alimentos nuevos se conoce como “neofobia” y suele aparecer a partir de los 2 años de edad.
Al igual que hemos comentado que los niños desde que nacen regulan las sensaciones de hambre y saciedad, pueden ajustar su aporte calórico en función de los alimentos que comen (si nosotros no se lo impedimos) se ha visto que el aporte energético total diario apenas varía un 10%. Es fundamental que los padres y cuidadores ofrezcamos alimentos saludables y variados a los niños, permitiendo que ellos decidan qué, cómo y cuánto comen.
¿Cómo tratar la anorexia del lactante?
El tratamiento depende fundamentalmente de la causa o causas que originaron la anorexia. En muchos casos el tratamiento es multidisciplinar, estando implicados diferentes profesionales: pediatra, gastroenterólogo, psicólogo, logopeda…
Aquellas situaciones agudas, como la anorexia secundaria a una infección, se resolverán generalmente sin tratamiento siempre que actuemos correctamente (respetando las señales de hambre y saciedad del niño, ofreciendo diferentes alimentos pero sin forzar… ). En otros casos, se resolverá tratando el problema de base, por ejemplo, eliminando el fármaco que causa anorexia como efecto secundario, o tratando el reflujo gastroesofágico. Existen otras situaciones, especialmente situaciones crónicas, prolongadas en el tiempo, en las que el tratamiento puede ser más complejo.
- Tratamiento dietético. Se deben ofrecer alimentos variados, cocinados de diferentes formas y con presentaciones atractivas. Los padres somos responsables de ofrecer alimentos saludables, pero tampoco conviene restringir tajantemente los insanos, pues esto aumenta su atractivo. Podemos priorizar aquellos alimentos que le gusten e ir introduciendo progresivamente nuevos.
- Manejo del comportamiento alimentario. Es fundamental respetar el hambre y saciedad de los niños, ofrecer sin obligar. No debemos emplear ningún método para que coman más: el avión, una por mamá y otra por papá… Poner la televisión o tablet mientras se come no es, en absoluto, buena idea. Siempre que sea posible, debemos comer en familia, pues los niños aprenden con el ejemplo; y debemos tratar de hacer del momento de la comida un momento social, de disfrute en familia, relajado.
- Evitaremos mostrar ansiedad delante del niño, o insistir. Tras un tiempo prudencial de comida (por ejemplo, treinta minutos), si manifiesta que no quiere comer más y que ha terminado, retiraremos los platos sin comentar nada.
- Tratamiento con medicamentos y suplementos. Existen algunos estimulantes del apetito cuyo uso se reserva para situaciones graves (malnutriciones severas), pues no están exentos de efectos adversos. Los suplementos vitamínicos no están indicados salvo que se detecte un déficit concreto de una vitamina. De igual manera, sólo suplementaremos con hierro si se comprueba que el niño/a tiene ferropenia.
¿Podemos prevenir la anorexia del lactante?
No siempre. En algunas situaciones es inevitable, por ejemplo, la pérdida de apetito asociada a una infección o una enfermedad digestiva. Pero sí es bueno conocer algunos consejos para que nuestros hijos tengan una buena relación con la comida.
- El crecimiento durante el primer año de vida es muy acelerado, pero a partir de los 12-15 meses crecen más despacio y necesitan comer menos cantidad.
- A partir de los 6 meses se comienza la alimentación complementaria. El alimento principal sigue siendo la leche, por lo que no debemos preocuparnos si comen poca cantidad de sólidos (o purés/papillas).
- Los bebés nacen sabiendo controlar su hambre y saciedad; debemos respetarles. Además, cada niño tiene un apetito y un metabolismo diferentes.
- Cada niño tiene sus preferencias por determinados sabores. A veces, hay que probar un alimento nuevo hasta 10 o 15 veces antes de que nos guste
- Los adultos somos responsables de ofrecer a nuestros hijos alimentos variados, nutritivos y saludables. Los niños son quienes deciden qué y cuánto comen.
- La comida no debe ser premio ni castigo.
- No debemos obligar a un niño a comer de ninguna manera: chantaje, juegos… Tampoco debemos ver pantallas durante la comida.
- Comer en familia favorece unos hábitos saludables, somos un ejemplo para nuestros hijos. Además, podemos hacer de la comida un momento de compartir en familia, un “evento” social, un tiempo para disfrutar.
- Cuando un niño (o adulto), está enfermo, es habitual que no quiera comer. Debemos garantizar que esté hidratado y respetar que no tenga apetito. Podemos ofrecer diferentes alimentos en los artos en los que se encuentren mejor (por ejemplo, cuando el baje la fiebre).