Según estadísticas del Consejo Europeo uno de cada cinco niños menores de 18 años es víctima de violencia sexual con o sin contacto físico, un dato que como padres nos estremece. Pero no debemos dar la espalda a esta terrible realidad y dotar a nuestros hijos de las herramientas necesarias para que aprendan a protegerse.
En un 80% de los casos, los agresores sexuales pertenecen al entorno de la víctima, de ahí que muchos niños se sientan vulnerables y desprotegidos a la hora de dar la voz de alarma. ¿Qué podemos hacer los padres para protegerles? ¿Qué señales deberían ponernos en alerta? ¿Dónde se esconden los depredadores sexuales?
¿Dónde se esconden los depredadores sexuales?
Teniendo en cuenta que las estadísticas hablan de que en un 80-90% de los casos los agresores sexuales pertenecen al entorno del niño, estaríamos hablando de personas con las que el menor comparte gran parte de su día a día y que además, tienen una cierta autoridad sobre él.
Familiares, profesores, cuidadores, monitores, entrenadores, vecinos, e incluso amigos o compañeros del niño, especialmente si estos son mayores que él ya que más de un tercio de los que abusan sexualmente de un menor tienen menos de 18 años.
Robin Sax, autor de Predators and Child Molesters y ex fiscal de Los Angeles especializado en delitos sexuales contra niños afirma que "los depredadores infantiles suelen parecer gente cálida, afectuosa, cariñosa y respetuosa", de ahí que no levanten sospechas entre su entorno más cercano.
Por eso es muy importante que los padres conozcamos a las personas que forman parte del círculo de confianza de nuestros hijos, y con quienes pasan más tiempo. Conocer bien el entorno en el que se mueven y preguntarles con frecuencia sobre estas personas es una de las principales cosas que debemos hacer para protegerles y dar la voz de alarma si fuera necesario.
Tipos de agresiones sexuales
El abuso sexual infantil consiste en forzar o tentar al niño para que participe en actos sexuales, aunque él no sea consciente de lo que está sucediendo. Podríamos hablar de dos tipos de abusos sexuales:
Aquellos en los que hay contacto físico, como violación, prostitución infantil, sodomía, tocamientos, estimulación sexual...
Aquellos en los que no hay contacto físico, como acoso sexual verbal, hacer que un niño mire imágenes de abuso o material pornográfico, realización del acto sexual o masturbación en presencia del niño, enseñar a un niño los órganos sexuales, alentarle a que se comporte de una manera sexualmente inapropiada, hacerle fotografías de carácter sexual...
¿Como enseñar a nuestros hijos a protegerse?
Ya hemos hablado en alguna ocasión de la regla de Kiko, con consejos para proteger a nuestros hijos de los abusos sexuales.
La mejor prevención que podemos hacer los padres es vigilar el entorno de nuestros hijos, informarles sobre el tema dándoles unas pautas acordes a su edad, y confiar plenamente en ellos y en su palabra, así como hacerles ver que ellos también pueden confiar en nosotros siempre que lo necesiten.
Dicho esto, veamos cómo podemos enfocar el tema según la franja de edad en la que se encuentren nuestros hijos:
De dos a cuatro años
- Enseñemos a nuestros hijos que su cuerpo es suyo y les pertenece exclusivamente a ellos, por lo que debemos darles la libertad de poner límites y expresar todo aquello que no les gusta.
Respetemos si no quieren dar besos, si no se sienten cómodos en brazos de alguien, o si no les gusta que les revuelvan el cabello, les hagan una caricia o les pellizquen los mofletes de forma cariñosa.
Hablemos con nuestros hijos de sexualidad de forma natural, sin utilizar eufemismos y con conceptos adaptados a su edad y entendimiento.
Expliquemos que ninguna persona debería tocarle jamás sus genitales, salvo mamá, papá u otros cuidadores habituales (abuelos, profesores en la guardería, niñera...) cuando necesiten cambiarle el pañal, o el pediatra cuando vayan a consulta y sea necesario hacerlo.
Expliquemos también al niño que entre él y mamá, papá o algún otro adulto con el que el niño tenga una gran relación y confiaza, no deberían existir los secretos, aunque otras personas se empeñen en decirles que no cuenten a nadie algo que está ocurriendo.
Para ello es importante que nuestro hijo sepa que somos un refugio seguro para él y que puede acudir a nosotros siempre que se sienta confundido, inseguro o asustado, porque mamá y papá vamos a ayudarle y a entenderle sin importar lo que haya sucedido.
De cinco a ocho años
Reforcemos continuamente todos los conceptos citados anteriormente y apoyemos a nuestro hijo cuando diga NO a un abrazo o un beso, incluso si se trata de conocidos o familiares.
Aprovecha el momento del baño, por ejemplo, para hablar con tu hijo de su cuerpo y sus límites, o si escucha alguna noticia en el telediario no ocultes esta triste realidad. Explícale que efectivamente, hay gente mala a la que le gusta hacer cosas inapropiadas con los niños, y que esa gente mala puede incluso ser de su entorno.
Recalquemos continuamente a nuestros hijos que su cuerpo es suyo y que nadie debería verles desnudos, salvo mamá, papá o cualquier otra pesona de nuestra confianza que consideremos. Hagamos ver la importancia de la intimidad a la hora de ir al baño en el colegio, por ejemplo o de cambiarse en los vestuarios de la piscina de forma privada.
No dejarles nunca solos con personas que no sean de nuestra absoluta confianza, interesarnos por cualquier nueva amistad o persona que entre a formar parte de su círculo (entrenadores nuevos, monitores, líderes espirituales, profesores...) y, por supuesto, enseñarles que nunca deben irse con desconocidos, por muy tentador que les parezca lo que estas personas puedan llegar a proponerles.
- A esta edad también es momento de comenzar a enseñarles seguridad en Internet, conocer perfectamente los juegos o app que nos descargamos para ellos, vigilar las páginas o vídeos que ven y, por supuesto, instalar sistemas de control parental en los dispositivos que utilicen.
Además, tenemos que enseñarles a no proporcionar nunca ningún dato de carácter personal a través de Internet, como su nombre, fotografías, edad, colegio en el que estudia o su dirección, así como a no hablar con desconocidos, aunque nuestro hijo crea que se trate de otro niño ya que, como sabemos, los pedófilos utilizan las redes sociales para contactar con los menores.
A partir de nueve años
A medida que los niños van creciendo y se adentran en la adolescencia, es importante que continuemos reforzando estas ideas y que sepan que jamás deben sentirse culpables por nada de lo que les ocurra, ya que este sentimiento de culpabilidad es lo que lleva a muchos menores a callar situaciones de abuso sexual.
En algún momento de la adolescencia puede ocurrir que nuestro hijo se distancie de nosotros y sintamos que hemos "perdido" parte de la confianza que antes teníamos. En este caso es fundamental que el menor tenga otro adulto a quien poder recurrir (que también conozcamos nosotros y sea de nuestra absoluta confianza), como por ejemplo una tía, un buen amigo de la familia o un profesor que signifique mucho para él.
- Cuando nuestros hijos empiecen a hacer uso de su propio teléfono móvil, debe tener muy claras las normas básicas de seguridad en Internet, publicación de fotografías y correcto uso de las redes sociales. Por ello es muy importante la labor de concienciación y educación que los padres hayamos hecho previamente.
Señales que pueden ponernos en alerta
Pero a pesar de seguir todos estos pasos y estar convencidos de que les hemos dotado de todas las herramientas necesarias para protegerse, los padres nunca debemos bajar la guardia y permanecer siempre atentos a cualquier señal que pueda ponernos en alerta, como por ejemplo:
Si nuestro hijo nos dice que no quiere estar cerca de una persona en particular, o comienza a mostrar rechazo hacia alguien, tomemos en cuenta estos sentimientos, no le forcemos a estar con él y tratemos de averiguar el por qué de este rechazo.
Si comenzamos a observar maneras de jugar, comportarse o dibujar que nos resulten extrañas.
Si observamos determinados signos físicos como infecciones urinarias inexplicables, enrojecimiento o hinchazón en el área genital, dolores de estómago y falta de apetito, dolores de cabeza o enuresis repentina.
Si nuestro hijo comienza a manifestar problemas emocionales como irritabilidad, ira, llanto, ansiedad o miedo. También puede darse el caso contrario y encontrarnos con niños que de pronto se retraen y les cuesta expresar sus emociones.
Si empiezan a aparecer problemas para conciliar el sueño o pesadillas.
Disminución del rendimiento escolar sin una causa justificada que nosotros conozcamos.
Signos de precodidad sexual, o comentarios y conductas sexuales inapropiadas para su edad.
Y si desgraciadamente nuestro hijo acudiera a nosotros para contarnos que está siendo víctima de abusos sexuales, confiemos siempre en su palabra, no ocultemos ni tapemos los hechos y no pongamos en duda jamás lo que nos está contando, por muy doloroso que pueda ser para nosotros esta revelación.
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