Hemos hablado de la paternidad y la enorme importancia que va a tener el padre en la evolución emocional de los niños en muchas ocasiones en Bebés y más. En los dos temas precedentes de esta serie ofrecíamos algunos consejos para ejercer la paternidad de manera más coherente y amorosa, pretendiendo con ello dar a los papás ideas para evolucionar y superar los errores de una crianza demasiado autoritaria, que antes dejaba al padre como una figura secundaria que ofrecía sobre todo disciplina. Pero para ser un buen padre hay muchas facetas que hay que saber atender.
Un buen padre es un modelo
Nuestros hijos nos toman como modelo de vida, y es más importante lo que hacemos que lo que decimos. Por eso, tanto para los niños como para las niñas, que su padre sea una persona responsable y respetuosa con ellos, con los demás y con el entorno, es un modelo importantísimo.
Para los chicos, su padre es el hombre al que miran para saber como serán ellos de adultos. Para las niñas, supone una figura que representa el modelo que verán como ejemplar en otros hombres pero también, aparte de las diferencias de género, tiene el mismo valor como figura adulta de referencia.
Un buen padre es un maestro en la enseñanza y en la vida
Aprender es algo que los niños, aparte de su asistencia o no a un centro escolar, desarrollan en todas las facetas de la vida. De lo que su papá les enseñe, les cuente y les muestre, compartiendo experiencias, aprenderán contenidos de manera mucho más efectiva ya que hay en el compartir sentimientos un elemento adicional que refuerza lo que se les ofrece.
Hay que encontrar el momento de aprender con los niños, ayudándoles si traen tareas escolares, por supuesto, pero sobre todo explicándoles el mundo y atendiendo a su insaciable deseo de conocimientos. Leer con ellos un libro, meditar, pasear, pintar o hacer tareas del hogar ofrece una intensa experiencia educativa en la que el padre puede tener enorme importancia.
Yo creo que de todos mis educadores, profesores, amigos, familiares y lecturas no ha habido nadie más importante que mi padre. Él me mostró en un libro el cuerpo humano, me habló, aunque le daba un poco de verguenza por su educación, de lo que el llamaba el misterio de la vida, me enseñó a leer y me ofrecía libros, me introdujo en la pasión por la ciencia ficción, la antropología y la poesia, me contaba las historias de las obras de Shakespeare, me ponía música clásica, lo veia preparar los guiones en los que trabajaba y me llevaba a verlo en las películas en las que hacía un papel interesante o dirigía, me contaba cosas sobre Historia y Ciencia.
Nadie me ha enseñado más que él. En realidad yo creo que de todo lo que se mi padre ha sido el maestro de una manera directa o conduciéndome en el amor a los libros y el espíritu contestatario y crítico. Si no hubiera pisado una escuela incluso pienso que poco habría dejado de aprender de su mano.
En realidad me parezco mucho a mi padre, no solo en los intereses culturales, también en su forma de relacionarse con el mundo, tanto en lo bueno, su personalidad segura, como en lo malo, su carácter fuerte y demasiado sincero. Como él amo la lectura y la soledad, tengo unos pocos amigos insustituibles y aborrezco las reuniones multitudinarias.
Un buen padre comparte lo cotidiano
Las familias, incluso en la vorágine de actividades de la vida moderna, necesitan pasar mucho tiempo juntos. Los momentos de ocio especiales, fiestas o vacaciones, son importantes, pero la cotidianeidad de la comida o un paseo o un rato de juego es lo que crea el lazo indisoluble de confianza y amor mutuo.
Hay que formar parte de la vida de los niños, comiendo con ellos, leyendo y jugando, navegando por internet o viendo una película, en todas esas ocasiones diarias la presencia del papá hace que el niño comparta de verdad su vida. Es el momento de conocernos mejor, de escuchar, de permitir que el niño nos cuente lo que le ha pasado, lo que sueña, lo que teme. Entonces, una vez escucha de manera activa, el padre puede dar consejos que serán atendidos, podrá ser escuchado.
Un buen padre lee con sus hijos
He dicho que es importante que el padre sea una presencia activa cuando los niños manejan el ordenador o ven la televisión, pero esto no basta. En nuestra sociedad estas formas de ocio e información están muy presentes, ofreciendo tantas posibilidades que los libros quedan en un segundo plano.
Y aunque las formas de comunicación actuales son válidas amar los libros y disfrutarlos permitirá al niño un mundo enorme de enriquecimiento cultural e intelectual más activo, en el que no todo viene dado desde el exterior. Por eso es importante que los padres lean para sus hijos y lean ante sus hijos, haciendo del libro un elemento vivo en la actividad familiar. Si los padres no han leido y no han demostrado que leer es placentero, es complicado luego pretender obligar al niño a que considere importante la lectura por mucho que la escuela lo trate de transmitir.
Además, no hay nada que le guste más a un niño que el que sus padres le lean un cuento. Desde muy pequeños podemos ver como disfrutan de la experiencia y se crea un ambiente tranquilo y acogedor, amoroso y tierno, que ayuda además a disipar las tensiones.
Un buen padre es amoroso
A los hombres antes se les educaba para ser fuertes, no exponer sus sentimientos, controlar la ternura y la sensibilidad, haciéndoles creer que la hombría se sustenta en la dureza. Pero hoy sabemos que la capacidad de mostrar las emociones y entregarse al amor es algo que enriquece a todas las personas y además, les ayuda a ser más felices y a hacer más felices a los que les rodean.
Los niños necesitan, para crecer armoniosamente, sentir que son amados, respetados y queridos por su familia, por mamá pero también por papá. Los besos y abrazos son algo que no se cuenta, que nunca sobra y que siempre da fortaleza verdadera, seguridad y autoestima. Los de papá hacen tanta falta como los de mamá.
Por eso, incluso si cuesta, a los niños hay que decirles lo mucho que se les ama y demostrárselo, con cuidados, pero también con abrazos, cariños y besos.
Conclusión
Para ser un buen padre no basta con proporcionar límites, normas y disciplina. No basta tampoco con engendrar al hijo y responder de sus necesidades materiales. Ser un buen padre va más allá de eso, es ser fiable, afectuoso, coherente y responsable, y sobre todo, dedicar a los niños todo el tiempo que necesiten, compartiendo su vida diaria como modelos y como maestros del existir.
En Bebés y más | Ser un buen padre (II), Ser un buen padre (I)