Hasta aqui, me diréis, todo muy bonito. Pero la realidad es que las necesidades emocionales de los niños y sus manifestaciones, a veces molestas acompañadas de berrinches o desobediencia, no tienen un sitio preferente en la sociedad. No sabemos usar la empatía y la comunicación positiva con ellos, y, si queremos huir del autoritarismo y los azotes, tememos caer en la complacencia y la permisividad.
Estos temores y dudas, unidos a un entorno social adultocéntrico que pone las necesidades de los niños de atención y compañía de sus padres en un segundo plano ante la organización laboral y las ideas sobre el niño manipulador, es inevitable que nos tengan un poco desconcertados y sin saber bien hacia donde ir.
Adultocentrismo
Si bien es verdad que ahora se les mima mucho, se les distrae, nos matamos a trabajar para darles la mejor educación y les compramos de todo lo que quieren nos falta algo fundamental que les damos poco, el tiempo y la atención plena.
Y además del trabajo recibimos mensajes para recuperar la figura y una vida parecida a la del soltero sin hijos lo antes posible, con la idea de que debemos priorizar estas necesidades antes que los reclamos manipuladores del bebé.
Una cosa es indiscutible, los bebés hasta los dos años, necesitan para lograr una maduración óptima, natural y plenamente feliz el contacto con sus padres, en especial con mamá, todo el tiempo posible.
Todas las ideas que vamos a recibir del entorno sobre la mejor manera de educar a los niños y de ser nosotros mismos aunque seamos padres se enfocan de manera adultocéntrica.
Se nos habla mucho de nuestras necesidades como mujeres, como hombres, como pareja, como padres, pero rara vez se habla de la vital importancia de las necesidades de los bebés: atención, compañía, contacto físico permanente y, siempre que sea posible y con todo el apoyo para conseguirlo, leche materna a demanda.
Sin embargo, nuestra sociedad y las teorías dominantes sobre crianza o educación dejan de lado esas necesidades infantiles, negándolas incluso. Al final, en la sociedad y las leyes de protección a la maternidad y la paternidad, las necesidades de los niños están por debajo de las del adulto que precisa espacio, tiempo libre o mayor implicación en jornadas laborales enormes. Nos convencen que las guarderías son la gran solución a la conciliación, cuando en realidad, lo que necesitamos las familias es poder pasar más tiempo con nuestros hijos.
Comunicación positiva para usar bien el tiempo que estamos juntos
Podemos evitar en la medida de lo posible que todo eso nos afecte y usar la comunicación positiva para aliviar las dificultades. Y es que, aunque nos veamos obligados por motivos laborales a pasar mucho tiempo separados, criar desde la positividad y el apego será nuestro comodín para superar los problemas que nacen de la falta de tiempo.
Es decir, si pasamos poco tiempo con nuestros hijos, ser conscientes y asertivos el tiempo que compartamos nos compensará, al menos en parte, de la ausencia, reforzando los lazos de confianza y apoyo mutuo.
Y aunque a medida que crezcan necesitan más espacio y a otras personas, su necesidad de atención y tiempo de sus padres seguirá siendo lo más importante para su desarrollo emocional, moral y psíquico.
Posiblemente no podamos cambiar toda la organización social ni la necesidad de separarnos para ir a trabajar, pero si podemos modificar las circunstancias en las que nuestros hijos crezcan y se desarrollen, poniendo de nuevo en nuestra mente la idea de la importancia que tiene, casi vital, para nuestros hijos, el disponer el máximo tiempo posible con nosotros.
Tiempo, cuanto más tiempo mejor. Y cuando el tiempo no sea mucho, al menos entregarnos a ellos y darles una verdadera atención abierta a la escucha y empática.
Y eso no quiere decir que debamos ser imprudentes, ni dejarles hacer lo que quieran sin exponer límites lógicos a la convivencia y el respeto mutuo, sino que tenemos que entregarnos con compromiso a la tarea de la comunicación desde el amor y el respeto.
Dejo para más adelante el tema de los límites, lo que significan realmente y la forma en que es más positivo establecerlos en la convivencia familiar o escolar, pues sigue siendo algo confuso que se suele entender de una manera errada en mi opinión.
Razones para comunicarnos en positivo
Yo, a veces, cuando veo a los adultos caer en comportamientos obsesivos, en celos, en violencia con rabia, en malos modos o, incluso, en conductas adictivas, me parece ver a un niño pequeñito al que no dieron todo lo que necesitaba, un niño que llama a mamá, y que, inconscientemente, intenta llenar todo aquel vacío y soledad con un consumo de cosas o substancias anestesiantes de su pena, intenta reforzarse haciendo daño a otros.
Considerar el origen de todas estas conductas como nacidas de la comunicación en negativo o el desapego en la etapa primal o la infancia es simplista, pero es que esas situaciones suelen tener un origen multicausal y los terapeutas indican que la raíz se esconde en vivencias muy lejanas y ocultas para el consciente.
Estas, creo, son poderosas razones para usar una comunicación en positivo, desde la empatía y el respeto mutuo, usando el conocimiento de las necesidades de los niños para contactar con ellos y hacerles crecer más seguros y felices, que es lo que, en definitiva, deseamos sus padres.
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