Los beneficios del juego son indiscutibles, y desde que son bebés hay que potenciar y responder a la vertiente lúdica. Hay muchas maneras de jugar, pero aquí vamos a destacar diez beneficios de jugar con otros, algunos compartidos con el juego en solitario, otros específicos del grupo.
Jugando, los bebés y niños aprenden lo que puede o no puede hacerse con los objetos que le rodean, y cómo puede hacerse, experimentan y descubren. No sólo les sirven lo que se entiende literalmente por “juguetes”: cualquier objeto a su alrededor puede serlo (llevaremos cuidado, claro, de que no lo sean los objetos peligrosos).
Cuando juegan con otros niños, a diferencia de si juegan solos, descubren que existen reglas de la casualidad o de la probabilidad o reglas de conducta, que deben seguirse si quiere que los demás jueguen con ellos.
El juego estimula el desarrollo físico, especialmente en edad escolar, cuando los movimientos entran en acción de manera más patente. Hay estudios del juego en el escolar y en el joven que ponen de manifiesto la relación entre el juego activo o inactivo (sentados por ejemplo) y el índice de masa corporal. Está comprobado que las actividades sedentarias, como ver televisión, vídeo o videojuego, fomentan la obesidad. El ejercicio físico es mejor que las dietas contra la obesidad infantil.
El juego ayuda, sin que se den cuenta y de manera amena, a adquirir hábitos importantes para el desarrollo intelectual como el de la perseverancia, tan importante para todo aprendizaje.
Al bebé le produce placer y satisfacción comprobar que puede manipular su entorno y obtener respuesta de, por ejemplo, los padres, cuando tira un objeto al suelo y le es devuelto. Como a los padres también nos produce satisfacción, se convierte en un "placer mutuo" que es lo que da sentido y convierte a ese acto en un verdadero "juego". Ese placer compartido le da el sentido al juego y hará que el bebé tenga energía e ilusión de buscar nuevas interacciones y repetirlas.
El juego libre, sin reglas, suele ser en solitario y estimula la fantasía, pero también se puede dar en compañía. En el juego libre, nadie sabe dónde va a parar, emulan personajes, cambian de roles, avanzan y retroceden en sus “argumentos”… También hay juegos libres como el baile en el que no hay competitividad y el único objetivo es distraerse.
Por medio del juego los niños aprenden a identificar y a familiarizarse con sus deseos fantasiosos: de batallas, de grandeza, de querer ser un superhéroe o un rey… De este modo, en una identificación similar a la que sucede cuando escuchan o leen cuentos, buscan satisfacer sus sueños, carentes de realismo y "compensar" así sus sentimientos de estar sujeto al control de los adultos.
En los juegos estructurados se “compite” y los niños comprueban su propia valía y esfuerzo. Aunque siempre recordamos que la competitividad ha de ser sana, por ejemplo el deporte no ha de orientarse competitivamente hacia el "deportista de élite" u otras prácticas antideportivas.
El juego ayuda a compensar dos mundos del niño que convivirán durante mucho tiempo: su fuero interno (sus potenciales auténticos pero mezclados con la fantasía) y lo externo, aquello real que le impone la vida.
El "preámbulo" del propio juego, los preparativos, esos minutos previos para organizarse, son un juego de “democracia”, en el que se establecen las reglas, los roles… Muchas veces esos momentos son más fructíferos en cuanto a sociabilidad o desarrollo lingüístico que el juego en sí. Se valoran las opiniones de otros, se ponen en su lugar, se toman decisiones, se resuelven conflictos, hay cooperación…
Los beneficios de jugar con otros son evidentes en un ambiente de simpatía, respeto y cooperación, evitando el concepto de vencedores y perdedores. De este modo, jugando se aprende a armonizar y disfrutar en sociedad, en sus pequeños grupos de amigos y familia. En definitiva, los niños siguen civilizándose con el juego.
Vía | Pediatría Social Fotos | James Laurence Stewart y jennlynndesign en Flickr En Bebés y más | Maneras de jugar, La importancia del juego (y del humor) para la sociedad, El juego (no el deporte) es el mejor ejercicio para los peques, Padres "deportivos", hijos deportistas