A medida que crece, el niño se va haciendo cada vez más independiente. Aunque los padres seguimos siendo su principal referencia y apoyo, más o menos a partir del primer año de vida, el niño comienza a asumir que no es parte de nosotros.
Empieza a desarrollar su propia autonomía y a forjar su personalidad como un ser independiente, y muchas veces le cuesta aceptar que no controla las cosas por sí mismo.
Por su parte, todavía es pequeño para tomar sus propias decisiones, por tanto muchas veces debe aceptar las que toman los adultos por él. Esto no le gusta tanto, provocándole ofuscación, obstinación o las archi-conocidas rabietas, reacciones absolutamente normales y sanas que forman parte del desarrollo de la personalidad del niño.
Las frustraciones infantiles son parte del crecimiento del niño. Es un estado de decepción ante necesidades o impulsos no satisfechos. Como padres, veremos cómo podemos ayudar a nuestros hijos para que las frustraciones que inevitablemente deba experimentar se conviertan en una enseñanza positiva.
Para conseguir superar las frustraciones infantiles es fundamental identificar los sentimientos y poder expresarlos, esto es más fácil en los niños que ya hablan, desde luego, pero en los más pequeños es importantísimo saber observarlos para lograr identificar sus necesidades.
Muchas veces, será inevitable que el niño se sienta frustrado. La clave está en que aprenda a superar esa frustración de la mejor manera posible, con nuestro apoyo y comprensión.
El ejemplo de los dedos en el enchufe
Como acabamos de decir, experimentar frustraciones es a veces inevitable, pero está en nosotros adelantarnos para intentar reducir las situaciones en las que son evitables.
Por ejemplo, si el niño intenta hacer algo que es peligroso para él como meter los dedos en el enchufe, le diremos que no y lo apartaremos una y mil veces. Todavía es pequeño para entender que es peligroso y también lo es para recordar todos los días que es algo que no debe hacer.
Pero aquellos agujeritos en la pared le dan mucha curiosidad, por tanto impedirle hacer algo que desea hacer seguramente le provocará una frustración que expresará en forma de llanto o enfado.
Ahora bien, no podemos evitarle la frustración de llorar porque no le dejamos hacer algo peligroso para él, pero sí podemos evitar la situación que está provocando el conflicto. ¿Cómo lo hacemos? Pues colocando protectores en todos los enchufes de la casa.
Cuando el bebé empieza a gatear y a explorarlo todo, debemos proteger la casa para evitar accidentes. Al estar tapado, el niño probablemente no intente acercarse al enchufe, porque la tapita de plástico no le llamará tanto la atención como aquellos dos agujeritos en los que sus deditos parecen encajar a la perfección. Aceptará que no puede hacerlo y le prestará atención a otra cosa.
Conclusión, si podemos hacer algo como padres para evitar las frustraciones en los niños, debemos hacerlo. Este es sólo un ejemplo, en el que decimos que "no" porque está en juego su integridad, pero nos sirve para reflexionar sobre la cantidad de veces que les decimos que "no" sólo porque nos viene bien a los adultos que no lo hagan.
Frustraciones habrá... y es sano que las haya
Es normal que el niño se sienta frustrado en algunas ocasiones, pero si las frustraciones son gestionadas con receptividad por parte de los adultos, aprenderá de ellas y le ayudarán a crecer. La clave es el delicado equilibro entre demasiadas frustraciones y pocas frustraciones.
Un niño que es constantemente frustrado, que todo lo que intenta hacer es impedido o reprobado, se sentirá derrotado y no avanzará en su desarrollo. Creerá que todo lo hace mal minando poco a poco su autoestima.
Si el bebé o el niño experimenta con frecuencia frustraciones a sus necesidades normales, tanto físicas (comer, beber, pañal, dormir) como emocionales (brazos, contacto, cariño, atención) desarrollará patrones de ansiedad. Desarrollará una respuesta al miedo porque sus padres no están allí para atenderle. Probablemente tendrá respuestas agresivas que le impedirán aprender a tolerar las frustraciones.
Hay niños que ante el menor sentimiento de frustración se ponen a la defensiva intentando llamar la atención mediante las malas conductas.
Un niño no puede tolerar demasiada frustración. Sin embargo, si asume que sus padres satisfarán sus necesidades, se sentirá más seguro para arriegarse a experimentar frustraciones.
Por su parte, una pequeña dosis de frustración les ayuda a crecer. Hay situaciones en las que es inevitable que se sientan frustrados, por ejemplo, cuando tienen que ir a la escuela infantil porque los padres tienen que trabajar y no queda otra, o porque no puede encajar un cubo dentro de un juguete porque aún es muy pequeño. Lo importante es que los padres acompañen, apoyen y expliquen al niño la situación.
Cómo actuar ante la frustraciones
Como padres, debemos intentar evitar, en la medida de lo posible, las frustraciones de nuestros hijos. Si observamos sus comportamientos y comprendemos sus necesidades poniéndonos en su piel de niños veremos que no es algo difícil de conseguir. Muchas veces provocamos en ellos frustraciones que podríamos haber evitado con algo más de comprensión o anticipándonos a sus necesidades.
Aquellas frustraciones que no se puedan evitar, pero estamos allí para apoyarle, contenerle y enseñarle, le servirán de enseñanza. Si el niño tiene el afecto de sus padres, aunque se equivoque tendrá la seguridad de contar con ellos y aprenderá a manejar la frustración de manera adecuada. Esto le ayudará a tolerarla mejor, a confiar en sus capacidades y a saber renunciar a los deseos de manera normal.
Esperamos que estos consejos os ayuden a gestionar mejor las frustraciones de vuestros hijos. En el siguiente posts hablaremos de los tipos de frustraciones infantiles, clasificadas según el motivo que las provoca: las frustraciones provocadas por los adultos, por los niños, por los objetos o por la propia edad del niño.
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