Chantaje emocional: el niño como arma y como víctima

En el tema anterior analizábamos el chantaje emocional en general y descubríamos que es, desgraciadamente, una forma de violencia bastante habitual en las relaciones entre los adultos.

Vamos a seguir profundizando en el chantaje emocional pues, si es frecuente y dañino entre adultos, que lo es más todavía en las relaciones entre padres e hijos, sin que, en ese segundo caso, estemos preparados para identicarla.

Hoy hablaré del uso de los niños como arma en el chantaje emocional entre adultos y su sufrimiento como víctima indirecta de esta violencia emocional; además, os invitaré a reflexionar sobre el chantaje emocional hacia los niños, en paralelo a las manifestaciones adultas de este comportamiento.

El niño como arma

En la pareja, o la ex-pareja, es chantaje emocional es especialmente dañino, pues los niños son víctimas indirectas o directas, o claramente, el arma que se usa para amenazar o hacerle daño al otro.

Cuando uno de los padres reclama que el hijo quiera estar con él más tiempo para demostrarle que le importa todavía o cuando emponzoña al hijo contra el otro contándole el daño que ha hecho a la familia por querer una separación, se está usando el chantaje para manipular al pequeño.

Pero también, cuando se amenaza a la pareja con que no verá más a sus hijos o los volverá contra él si se rompe el matrimonio, se hace también chantaje usando a los niños como arma.

El niño como víctima indirecta

Y, desgraciadamente, esto se cumple a veces, impidiendo una relación normal entre los hijos y el padre ausente, o, al contrario, poniendo trabas para que el niño pueda acudir a su madre cuando "le toca" estar con el padre aunque el pequeño la necesite.

Cuando hablamos de un bebé o de un niño chiquitito que tiene como figura de apego fundamental a su madre separarlo de ella a la fuerza, cuando es obvio que la necesita, es una manera, también, de usar al niño como arma para hacerle daño a la madre o mantenerla sumisa. Cuando el niño es lactante, todavía me estremece más como puede un padre perjudicar a su hijo con tal de hacer valer unos derechos o dañar a su ex-pareja.

También, obviamente, sucede lo contrario, la madre que trata de poner dificultades para una relación normal entre el padre y el hijo. Cuando hay una separación, siempre que el otro miembro de la pareja no maltrate al niño o descuide su cuidado, hay que hacer un esfuerzo para no descargar el rencor en el hijo.

Siempre habría que ser capaces de poner el beneficio del niño por encima de nuestros deseos y no usarlo como arma contra el otro progenitor.

Todo esto, por supuesto, perjudica a todos, pero especialmente a los niños, armas y víctimas a la vez del chantaje emocional, pero seguramente, y esto es lo que no solemos ver, no es una experiencia nueva para ellos. El chantaje emocional usando a los niños como arma es algo muy serio, pero no lo es menos que el usar el chantaje emocional hacia los propios hijos.

El niño como víctima del chantaje emocional

Seguramente los padres que usan a un niño como arma ya los habían chantajeado muchas veces antes de llegar a esto, pero, egoístas, los adultos solamente son capaces de reconocer el chantaje si la víctima es un adulto y minimizan la violencia emocional cuando la víctima directa es el niño.

El chantaje emocional ocurre en todas las relaciones humanas. Los padres, los abuelos y los educadores lo utilizan contra los niños y los niños lo pueden aprender de ellos. También los adultos lo usamos unos contra otros y la manera más dañina para los niños es cuando unos padres lo utilizan entre ellos o lo usan para dañar al otro progenitor, tanto si son pareja como si ya no lo son.

En todos estos casos, los niños, incluso los que incorporan esta forma de relación hacia los adultos o hacia sus amigos, son víctimas, si lo reciben, por recibirlo, si lo usan, porque han sido seguramente chantajeados y han asimilado esta práctica como normal y aceptable, ya que si lo hacen sus padres no puede estar mal.

Todo lo que os he contado del chantaje con el niño como arma y como víctima indirecta nos parece, seguro, horrible y triste. En este caso si sabemos que también el niño sufre y nos indigna, además, que alguien chantajee a otro con emociones como el miedo a perder a una persona amada . ¿Nos remueve igual por dentro si a quien se amenaza con perder el amor es un niño y el que amenaza es su padre o su madre?

Y a esto voy. Chantajear emocionalmente a un niño es igual, o más grave, que chantajear emocionalmente a un adulto. La edad de la víctima o la autoridad del progenitor no invalida el hecho de que el chantaje emocional es una manipulación y una forma de violencia emocional. Una comunicación positiva y respetuosa, paciente, es una manera de poner las bases de una emocionalida sana y de una familia capaz de amarse sin dañarse.

El que las amenazas no se cumplan, puesto que el niño, inocente, no lo sabe, no hace tampoco más leve el chantaje. Si un niño cree que su madre le dejará de querer si no se come la sopa, el chantaje es real y el niño, dominado por el miedo, se comerá la sopa para no perder el amor de su madre.

Esa es la clave, cuando el chantaje emocional se realiza contra un niño, contra nuestro hijo, no es menos grave que si se realiza contra nuestra pareja. Es peor, mucho peor, aunque nuestros padres nos lo hicieran o lo haga todo el mundo y los niños sobrevivan.

Es peor porque la personita que es chantajeada no tiene defensas contra esto, es más, confia, cree, en lo que sus padres le dicen y no hay nada que tema más que perder su amor y su respeto.

Hay muchas maneras de usar el chantaje emocional contra los niños mucho más habituales, normalizadas pero igualmente dañinas para ellos, pues suponen, igual que cuando lo hacemos contra un adulto, violencia emocional que manipula y que deja huella en el pequeño, abocándolo a convertirse él mismo en otro chantajista. Veremos cuales son en el tema siguiente.

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