Hace algunos años se estrenó 'Stranger Things', una serie en la que un grupo de niños descubre el terrible resultado de los experimentos secretos de un laboratorio en su pequeño pueblo de Estados Unidos, por allá en 1983.
Recuerdo claramente que una de las primeras cosas que pensé al ver esta serie no fue lo buena que era (eso vino después), sino: "Hoy sería imposible que los niños anduvieran por la vida como andan los de la serie, recorriendo todo el pueblo en su bicicleta hasta por las noches". Y no soy la única que ha pensado esto.
Recientemente en Incognitosis, JaviPas compartía una reflexión sobre lo sobreprotectores que nos hemos vuelto con los niños, haciendo cada vez más cortas distancias a las que pueden ir sin nosotros - porque por supuesto que mi pensamiento sobre 'Stranger Things' lo he tenido ya siendo madre, en ese entonces de una niña de dos años.
Pero sin duda lo más interesante de su escrito, es el mapa que ha compartido y que hemos puesto en portada, que muestra de forma clara cómo han cambiado las distancias a las que permitíamos ir solos a los niños en los últimos 100 años. El ejemplo es de una sola familia, claro, pero esto es algo que seguro en muchas (o la mayoría) sucede.
Al bisabuelo 10 km, al bisnieto ni 500 metros
Este mapa, que publicó originalmente The Daily Mail hace algunos años, pone de forma clara y delimitada los cambios en la libertad que han tenido cuatro generaciones de una familia, comparando las distancias a las que se les permitían ir solos a cada uno de ellos cuando tenían ocho años de edad:
- En 1919: George podía irse a pescar a un lago que se encontraba a 10 km de distancia.
- En 1950: Jack (yerno de George) podía irse solito al cole y al bosque que estaba a 1,5 km de su casa.
- En 1979: Vicky (hija de Jack) podía irse sola al cole y a la piscina cercana, que estaba a unos 800 metros de casa.
- Ahora: Ed (hijo de Vicky) puede ir hasta el final de su calle, a menos de 500 metros. Le llevan en coche al cole que está a unos minutos de casa.
Aunque es cierto que tal vez -taaal vez- nos hemos vuelto algo sobreprotectores, queriendo estar siempre pendiente de los hijos y saber en todo momento en dónde se encuentran, reducirlo solo a eso deja fuera muchos otros factores importantes, que son los que realmente nos han llevado a ir haciendo cada vez más cortas las distancias.
El mundo no es el mismo de hace 100 años
Hay muchas cosas que han cambiado en las últimas décadas y muchísimas más en los últimos 100 años. En primer lugar, el número de habitantes en cada ciudad y población, que aumentó considerablemente en todo el mundo durante y después del famoso baby boom. Como ejemplo, la población censada en España en 1991 fue de 38.872.268 habitantes, lo que supone más del doble que la cifra contabilizada en el Censo de 1900: 18.830.649 habitantes, según cifras del INE.
Y con ese aumento de personas vino el aumento de otra cosa: los coches. Entre el inevitable aumento de tráfico como consecuencia de esto y los cambios para adaptar el mundo a uno donde la mayoría de las familias tiene al menos un coche, ha hecho que las ciudades sean menos kids friendly o amigables con los niños (y con los peatones y ciclistas en general).
Todas estas cosas han hecho que actualmente haya más riesgos y peligros para los niños: antes las ciudades eran más pequeñas, con menos habitantes y menores índices de violencia y crímenes; mientras que los coches eran tan escasos que los accidentes vehiculares eran raros o poco frecuentes.
Por otro lado, no podemos ignorar el impacto de los avances en tecnología. Los niños de antes no tenían a su disposición y alcance los dispositivos que tienen los de hoy, como televisores, tablets y móviles, que les mantienen entretenidos en casa. Como resultado, la mayoría de los niños no juega fuera de casa y las calles están solas.
Percibimos el mundo como algo peligroso...
Aunque todos estos factores influyen en lo permisivos que somos con los niños en este sentido, existe la posibilidad real de que quizás veamos el mundo más peligroso de lo que es. Pero esto no se limita solo a las generaciones de padres y madres más recientes.
Mis padres, esos que me dejaban pasar horas y horas jugando en el jardín de casa sin supervisión, y que no decían nada si un extraño pasaba y se quedaba charlando conmigo y mi hermana siendo niñas, son los mismos que me han recomendado no dejar a mi hija sola en el jardín de nuestra casa.
Tal vez el responsable de esto sea la facilidad con la que actualmente nos enteramos al instante de las malas noticias: algo que ocurrió ayer en el otro lado del mundo, se añade automáticamente a nuestra lista mental de las cosas que podrían suceder - incluso si nunca han acontecido en la zona donde vivimos. Porque siempre es mejor prevenir a esperar a que ocurra una tragedia.
Y porque aunque no le haya sucedido a alguien cercano o que conozcamos directamente, la realidad es que sí hay riesgos para los niños de hoy que nuestros antepasados no tuvieron.
...y no parece que la situación vaya a mejorar
Hace dos años nos mudamos de una ciudad con 1.000.000 de habitantes a otra de unas 5.500 personas. Es muy tranquilo y, aunque son los menos, es normal ver algunos niños jugando afuera de nuestros apartamentos sin ningún adulto acompañándoles o ir caminando solos al cole, algo que, quizás por mis miedos de citadina, no hago ni pienso hacer con mi hija. Si por alguna razón no salgo con ella, me quedo vigilándola desde la ventana. Y al cole, que está a cinco minutos de donde vivimos, le llevamos en coche o vamos caminando a dejarle.
Inicialmente pensaba que estos temores nos apartarían de las personas que han crecido en un lugar tan pequeño y seguro. Pero hablando hace unas semanas con la madre de una amiga y compañera de clase de mi hija, me di cuenta que el temor está presente sin importar si eres de pueblo o ciudad. A pesar de que somos diferentes en muchas cosas, incluyendo varios aspectos de la crianza, ella -al igual que yo- no permite a su hija de nueve años salir a jugar sola, la lleva al cole en coche y no le deja ir a casa de otros amigos o compañeros de clase si no va ella acompañándole.
El mapa que hemos compartido es de 2007. En ese entonces, el pequeño Ed de ocho años solo podía ir al final de su calle. En 2024, parece que muchos padres ya ni siquiera le permitimos eso a nuestros hijos. ¿Habrá posibilidad de que los niños recuperen esa libertad que tuvimos sus padres y abuelos? Es una de esas cosas que me gustaría darle a mi hija, pero al menos por ahora no lo veo factible. Supongo que solo el tiempo lo dirá.