Cómo evoluciona la sexualidad de un niño (o cómo debería hacerlo) (I)‏

Uno de los temas más tabú de la sociedad es el que está relacionado con la sexualidad de las personas. Aún hoy arrastramos el pudor y la vergüenza que se nos inculcó en la infancia y aún hoy seguimos siendo inexpertos en lo que a sexo se refiere, no por saber o no saber hacer el amor, sino por desconocer cómo llegamos formar nuestro ser sexual y por no saber cuál es la fase en la que nos encontramos.

La teoría de la sexualidad que más conocemos todos (es la que nos explicaron en el instituto, al menos a mí), es la que desarrolló Freud a finales del siglo XIX en la que hablaba de las diferentes fases por las que iban pasando los niños: oral, anal, fálica, de latencia y genital.

Pero hoy no nos vamos a centrar en Freud (si queréis leer más podéis hacerlo en la wikipedia), sino en Osho, un maestro espiritual indio que explica que la sexualidad tiene tres fases: la autosexual, la homosexual y la heterosexual, siendo el paso de una a la otra indefinido en el tiempo o totalmente limitado ya que, según el entorno en el que un niño crezca, podría llegar a la edad adulta estando todavía en la primera fase.

La fase autosexual

Los niños pequeños son narcisistas y egoístas. Parece que les esté insultando o que esté destacando características negativas de los niños, pero nada más lejos de la realidad. Son así porque para sobrevivir tienen que ser así.

Los bebés tienen muchas necesidades básicas y otras no tan básicas que por sí solos no saben satisfacer (la mayoría de ellas), por lo que dependen siempre de otra persona. Para que dicha persona satisfaga sus necesidades el niño reclama su presencia siempre que necesita algo, que suele ser muy a menudo. Además lo suele hacer sin espera, como si él fuera la persona más importante del mundo porque muchas veces lo que necesita, lo necesita "para ya". No puede ni sabe tolerar la espera porque no tiene noción del tiempo y porque no sabe gestionar el malestar físico ni psicológico, pues no tiene herramientas para ello. Por eso es tan egoísta que no piensa en los demás, sino en sí mismo y por eso el mundo gira a su alrededor, porque de ese modo él se sabe importante y luchará por conseguir lo que necesita para vivir y sobrevivir.

Una de las muestras de su individualidad es la manera mediante la cual los niños se proporcionan placer y en consecuencia estabilidad emocional y tranquilidad: con el uso de su boca y con el reflejo de succión. La boca de los bebés es la zona más sensible y la más erógena de su cuerpo y succionar les proporciona todo aquello que ellos no saben conseguir de otro modo. Por eso les gusta mamar o succionar un chupete, por eso muchos se chupan el dedo cuando están nerviosos y por eso muchos se chupan el pie y acaban chupando tantísimas cosas.

A medida que crecen empiezan a darse cuenta de que sus órganos sexuales, sin saber qué son, también les proporcionan placer. Empiezan a tocárselos, a jugar con ellos, a estimularlos activa y pasivamente. Yo no tengo hijas, pero muchos padres de niñas comentan que éstas se suelen sentar en sus piernas para "frotarse", o que las han visto más de una vez en el reposabrazos del sofá moviéndose, etc. Los niños son más directos y simplemente se meten la mano por el pantalón, incluso cuando duermen, para tocarse y calmarse porque todos ellos descubren que ello les tranquiliza y les da placer.

A medida que pasa el tiempo esta fase va desapareciendo para dar paso a la siguiente, en principio, de manera natural y atraumática, a menos que durante la fase autosexual los adultos intervengamos como sucediera con la mayoría de nosotros en nuestra infancia: censurando sus actos, que nada tienen que ver con el sexo tal y como lo conocemos. En ese caso, si los adultos censuramos a los niños, si les decimos que no se toquen, que no deben hacerlo, empezamos a condicionarles, creamos un problema donde no lo hay y provocamos la culpa cuando lo hacen.

La castración psicológica

Cuando aparece la culpa pero el niño o niña quiere seguir haciéndolo porque disfruta con ello se corre el riesgo de aparezcan las primeras mentiras porque se dan cuenta de que cuando hacen lo que su cuerpo les pide y aprovechan esa parte del cuerpo que es más sensible que el resto sus padres se enfadan.

A partir de ese momento muchos niños empezarán a tener problemas para aceptarse como un ser sexual porque una parte de su cuerpo, que curiosamente proporciona alegría, no merece realmente formar parte de su cuerpo. Es "fea", papá y mamá no quieren que la toque y debería por lo tanto rechazarla.

Aquí comienza la castración psicológica de la persona, que en su fuero interior rechaza la vitalidad, la energía y la alegría de una parte que, junto a todas las demás conformaban su cuerpo como unidad que ahora ya no es tal, sino un cuerpo con un "algo" molesto y prohibido.

El niño que llega a adulto sin cambiar de fase sexual

Entonces, a partir del inicio de la llamada castración psicológica muchos niños quedan atascados ahí, en la fase autosexual. Fase en la que prevalece el placer de uno, la masturbación, el disfrute único. Es una fase natural de los niños que la persona habría dejado atrás para pasar a la siguiente en la que queda atrapada porque los padres alteraron el proceso.

Si un niño no avanza el adulto que crece no desarrolla su sexualidad, no la madurará y no conocerá lo que una sexualidad madura puede aportar a las personas.

Según explica Osho, la mayoría de las personas que se quedan atascadas en esta fase acaban por abusar de la masturbación como medio para obtener placer:

Incluso haciendo el amor con una mujer o con un hombre podríais no estar haciendo otra cosa que masturbaros mutuamente.

Continuará

Mañana seguimos con esta entrada comentando las dos fases de la evolución de la sexualidad que quedan por comentar: la fase homosexual y la fase heterosexual.

Foto | Psbikes en Flickr En Bebés y más | Mi niño se toca..., Se toca los genitales, El impulso sexual en bebés y niños

También te puede gustar

Portada de Bebés y más

Ver todos los comentarios en https://www.bebesymas.com

VER 6 Comentarios