Hoy os quiero contar lo que le ha sucedido a una amiga con su hija de menos de un año, que empezó a ir a la guardería hace un mes. Es un caso particular que no puede hacerse extensible al colectivo de educadoras de las escuelas infantiles, pero que sí puede darse porque, como sucede en todos los trabajos, hay quien lo hace por vocación y hay quien lo hace porque, simplemente, necesita dinero a fin de mes.
Semanas de nervios escogiendo guardería, la incertidumbre de saber qué pasará, preguntas sobre si hay que alcanzar algún hito antes de entrar en la guardería, de cómo harán para darle la comida, qué pasará cuando quiera dormir la siesta sin la teti de mamá y sobre cómo lo llevará la niña. Mil dudas, ansiedad y angustia deseando que tenga una cuidadora capaz de dar respuesta a todas ellas y cuando por fin la conoces resulta que te dice que “hay momentos en los que me pregunto qué hago aquí, con lo bien que estaría de cajera del Carrefour”.
Mil problemas porque la niña era normal
Empezó la niña a los seis meses a comer ya trozos y al parecer le gustó tanto el invento que esa ha sido su manera de comer dese entonces: trocitos además de leche materna. Pero claro, esto supuso un problema en la guardería porque los niños menores de un año comen la mayoría triturado: “¿Y si le damos triturado? Es que claro, darle de comer trozos solo a ella…”. “Pues igual se lo come, no sé… es que ella no come triturado, come como nosotros…”.
Dormía la siesta con el pecho, porque es lo que hacen los bebés que maman, dormirse con el pecho. Se suele decir erróneamente que están usando a la madre como chupete para calmarse, y digo erróneamente porque si nos preguntamos qué fue antes, el chupete o la teta, está claro que el chupete es mucho más reciente, por lo que los niños se han dormido siempre a la teta, hasta el momento en que a alguien se le ocurrió sustituir una cosa por otra. Claro, la niña se dormía al pecho pero no usa chupete. Pues esto suponía otro problema: “Es que esto, claro, es un problema porque si no tiene chupete a ver cómo la duermo yo”.
Es lógico, es una niña de meses acostumbrada a estar con su madre que va a sufrir una separación. El problema principal es para la niña, que tendrá que aprender a hacer las cosas de otra manera, el problema es para la madre, que deja a su hija sintiendo que aún es demasiado pronto y el problema es para la cuidadora, que tiene un grupo de niños muy diferentes que hacen cosas muy diferentes.
¿Quién es la profesional?
Ahora la pregunta es, de las tres, ¿quién es la profesional? ¿Quién es la que ha vivido ya decenas de separaciones? ¿Quién es la que tiene experiencia en este asunto? La madre y la hija es la primera vez que se separan, así que para ellas está claro que todo supondrá un problema, pero la cuidadora está haciendo su trabajo y lo que espera una madre es que ella le diga algo como: “Tranquila, que si hace falta yo estaré con ella hasta que se duerma”, “sé como hacerlo”, “seguro que encontraremos la manera”, “si come trozos siempre podemos darle comida del grupo de los mayores” o cosas similares, que demuestren que es una educadora y que tiene recursos para amoldarse ella a los niños.
Si eso no llega, si no es capaz de dar la seguridad a una madre de que allí harán lo posible por que la niña esté bien, por entender su individualidad, su manera de ser y su manera de hacer, la confianza puede verse resentida y las dudas acrecentarse.
A veces preferiría estar de cajera en el Carrefour
Si además de todo ello resulta que la cuidadora te dice que tiene muchos niños, que no puede atenderlos a todos y que a menudo piensa que estaría mejor como cajera en el Carrefour, pues tendría muchas menos preocupaciones, la cara que se te debe quedar será más parecida a un poema que a un “te entiendo”.
Está claro que cuidar de muchos niños es duro. Si ya lo es para un padre y una madre que tienen un bebé, imaginad para una cuidadora que tiene varios. Sin embargo, como digo, ella es la profesional, la educadora. Ella ha elegido esa profesión, ella ha estudiado para ello. Ella es la que tiene que saber cuándo hablar de niños, cuándo de educación y cuándo de la caja del supermercado.
Foto | Jeroen Kransen en Flickr
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