A nuestros hijos, padres y maestros, les enseñamos muchas cosas. Les acompañamos en el aprendizaje de muchas cosas cotidianas, vestirse, comer en la mesa, atarse los cordones, peinarse o lavarse los dientes. Les enseñaremos matemáticas, lectura, el cuerpo humano, la vida de los animales, la organización de la sociedad humana y todos los conocimientos que les van a ser necesarios. Pero a veces no nos damos cuenta de lo importante que es una asignatura que queda pendiente, sus emociones.
Las emociones en el niño pequeño
El niño pequeño descubre su propio yo. Se asombra y se asusta al separarse de sus padres, adentrándose en un mundo nuevo y fascinante. Se ve asaltado por emociones que a veces les cuesta identificar y gestionar de manera adecuada: el amor, la ira, la rabia, los celos, el enfado, el deseo de tener...
Ellos pueden sentirse perdidos en este ámbito de pasiones y emociones intensas y los padres podemos, por nuestra propia falta de educación emocional y por cansancio o falta de tiempo, ser incapaces de guiarlos para reconocerlas y darles expresión positiva. En buena parte educar en las emociones supone un enorme ejercicio de autoconocimiento y control por nosotros mismos.
Las rabietas, el pegar a otra persona cuando les desborda la rabia, el enfrentarse en las situaciones más sencillas, relacionarse con los hermanos y los amigos, todo esto es un campo en el que somos fundamentalmente los padres, primero que todo, quienes tenemos la responsabilidad de cuidarlos y darles herramientas para lograr relacionarse con los demás de manera respetuosa, empática y feliz.
La historia de la salsa de soja
Os cuento varios ejemplos para que entendáis mejor lo que quiero decir y cual es el resultado de un trabajo intenso a lo largo de los años. Ayer noche, recogiendo la cena, se me cayeron los cacharros en la cocina. Lo llevaba todo cargado en una bandeja y la botella de salsa de soja se volcó, manchando el suelo recién fregado. Mi hijo vino corriendo desde la cama, pues habíamos cenado acostados ya.
Yo estaba enfadada. Había venido justo ayer la chica que nos ayuda en casa y estaba todo muy limpio. Reconocí lo enfadada que estaba y me esforcé, en vez de ponerme a gritarle por no haberse ofrecido a ayudarme, las razones de mi enfado. No había medido bien mi capacidad y no le había pedido ayuda antes de levantarme con la bandeja, porque no quería que se levantara de la cama y viniera a la cocina que estaba helada en pijama. Tendría que haberle dicho que viniera o haber dado dos viajes.
El reconocer que estaba enfadada me ayudó a controlar ese sentimiento, darle cauce, darle nombre y reconducirlo no hacia una explosión, sino para solucionar el desaguisado con una sonrisa y aprender de lo sucedido.
Mi hijo me pidió disculpas por no haberse dado cuenta que necesitaba ayuda y se ofreció a ayudarme a limpiar corriendo. Yo le pedí disculpas por el susto que se había llevado y por no haberle pedido que me acompañara o no haberme dado cuenta de que necesitaba su ayuda.
La responsabilidad sobre la propia vida
Otro ejemplo pasó hace unos días. Una amiguita de mi hijo estaba invitada a un cumpleaños, fiesta de pijama incluída. Es una niña tranquila, muy estudiosa, la primera de la clase, infantil para su edad, pero adentrándose en la preadolescencia y queriendo decidir por si misma. Se lleva bien con las compañeras de clase y juega en los recreos, pero no tiene esa amiga del alma que las niñas necesitan.
Su mamá estaba segura que no lo pasaría bien, un rato si, pero las charlas de las compañeras de clase y sus hermanas mayores no le divertirían. Le dejó ir ante la insistencia de su hija, valorando que era más importante el aprendizaje y que hablase con ella y confiase en sus consejos que el malestar que pasaría.
Cuando volvió a casa a la mañana siguiente le contó que no lo había pasado nada, pero que nada bien, luego os explico la razón, que es de peso y explica bien como la educación emocional tiene efectos positivos.
La niña le dijo que debería haberle prohibido ir si estaba segura de que no lo pasaría bien. Su madre le explicó que había valorado el que era una casa de confianza y estaría segura, nada malo le pasaría aparte de descubrir que querer formar parte de un grupo y hacer lo que todos hacen no siempre es la mejor opción, pero que ante todo quería que la niña supiera que la respetaba y entendía que su vida era de ella y no podía no dejarle aprender por si misma.
Emociones negativas
Y ahora os cuento el conflicto del cumpleaños, por lo que nuestra amiga llegó tan disgustada. En su clase son pocas niñas, siete, mientras que los chicos son muchos más. Tienen una nueva compañera a la que ninguna aprecia, es una niña poco atendida en casa y que trata de llamar la atención mintiendo y poniéndolas unas contra otras. A ella tampoco es que le caiga muy bien, pero la acepta y sobre todo, aunque pone límites a la amistad, no la acosa ni la ofende. Todas las niñas de clase estaban invitadas a la fiesta excepto esta, lo que ya, incluso defendiendo como defiendo que no se obligue a los niños a invitar a quien no les gusta, ya era un desprecio. Pero la cosa era más seria.
Resulta que las niñas del cumpleaños encendieron el ordenador y llamaron a la niña no invitada con un programa de esos que te permite hablar y ver con la cámara. La pobre ingenua se conectó y estuvieron burlándose de ella porque era la única que no estaba en el grupo y en la fiesta, humillándola. Y a nuestra amiga se le saltaban las lágrimas ante lo que solo puedo calificar de acoso.
Pensar en lo mal que se había sentido la otra niña era más fuerte que ella. Le escribió esa misma tarde diciéndole que no apoyaba lo que había pasado y que lo sentía mucho, incluso si no eran grandes amigas. Supo identificar la injusticia, su verguenza por no haber plantado cara a una situación que le parecía malvada, la pena por la otra persona.
Con estos ejemplos y otros que añadiré os iré explicando lo importante que es dar a nuestros hijos una educación emocional y una sólida formación humana, no solamente en contenidos, sino también en valores morales, confianza en ellos mismos y manejo de sus emociones negativas.
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