¿Cuántas veces has dicho eso de "si es que tienen demasiadas cosas", "aquí no se puede ni andar"? Y es que cuando hay niños en casa, mantener cierto orden es misión imposible. O quizás no, y sí que podamos hacer algo por mantener alejado el caos de nuestro hogar.
¿Por qué no poner un poco de orden en casa? ¿Por qué no eliminar mucha de la parafernalia que tenemos por el medio? ¿Es posible el minimalismo con niños? Pues sí, y muy sano.
Los cambios
La mayoría de nosotros, antes de ser padres hemos pasado por lo que podríamos llamar, permitirme la expresión, un "amueblamiento de cabeza". No es algo que se cumpla en todos los casos, pero el que más o el que menos sufre un proceso de cambio, mucho más pronunciado aún si se vive en pareja, ya que implica una adaptación mutua que nunca es tarea sencilla.
Es increíble lo mucho que nos gusta complicarnos la vida, pues estabilizamos nuestra relación para traer de nuevo el caos, el desorden, los gritos, los llantos, las risas, la esperanza, un nuevo amor por el que merece la pena cualquier cambio.
Bueno, cualquier cambio, a pesar de que merezca la pena, tampoco es necesario realizarlo. Porque, ¿de verdad son tan necesarias la mitad de las cosas que le compramos al bebé? ¿Es tan básico tener cuna, hamaca y moisés, tres tipos diferentes de biberones, un esterilizador, gimnasio, etc?
Teníamos un piso minimalista hasta que llegó el primer hijo
Hay cosas inevitables, eso lo teníamos claro y sabíamos que había cosas que teníamos que cambiar. Pasamos de tener una casa con los mínimos muebles, incluso quizá alguno menos de lo que a mi me gustaría, a llenar espacios con "cosas" para el bebé.
Compramos lo básico, un cambiador, un carrito, una silla para el coche, una cuna (recuerdo las prisas y los nervios porque la cuna no llegaba a tiempo para al final tardar semanas en meter al niño dentro). Así nos íbamos arreglando, hasta que el bebé fue creciendo y llego su cumpleaños, navidades y aparecieron más y más juguetes. Y luego llegó el pequeño y con él llegaron aún más juguetes. Y se acabó el orden y el equilibrio en casa hasta que llegó un punto en que nuestra casa se parecía más a una escuela infantil que a un hogar.
Lo que más necesitan nuestros hijos es a nosotros, el resto es secundario
No podemos esperar de un niño y está fuera de discusión que lo esperemos de un bebé, que nos diga lo que quiere y lo que no, sobre todo si se trata de juguetes, libros o cualquier objeto. Para un niño un objeto nuevo significa una nueva experiencia, querrá tocarlo, chuparlo y jugar con él y si es más mayor, simplemente lo querrá. Eso no indica que lo necesite, como vosotros mismos seguro que habéis comprobado en más de una ocasión, el caso que recibe un juguete a veces es de escasos diez minutos. Lo ve, juega un rato y una vez que lo ha exprimido pasará al siguiente estímulo.
Por ello deberíamos evitar llenar su habitación y desde luego la casa, de juguetes. No digo que un niño no tenga con qué jugar, ni mucho menos, sino que tenga un número de juguetes adecuado al espacio en el que pueda jugar con ellos. No tiene mucho sentido y sobre todo no es nada práctico, tener un peluche de metro y medio de alto en una casa de 60 metros cuadrados o en una habitación donde cabe una cuna y una alfombra de 1x1,5 metros.
Para nuestros hijos el mejor juguete y no sólo cuando son bebés, somos nosotros. Un juego en el que participen varios jugadores será más divertido e interesante que aquel en el que solo juegue él, por una sencilla y simple razón, con el primero hay más posibilidades de que jueguen con él sus padres, hermanos y amigos. Pero por supuesto, eso implica tiempo, y por desgracia no es una moneda que nos sobre en estos días.
Recoger y ordenar
Lo importante en una casa es que cada cosa tenga su espacio y que nuestros hijos puedan jugar en una zona amplia, dentro de nuestras posibilidades. Para eso es primordial que les enseñemos a recoger aquellos juguetes con los que ya hayan terminado de jugar y que ciertos juegos o juguetes no pueden salir de las zonas habilitadas para ellos.
Recuerdo que mis hijos pasaron por una fase en la que nada más llegar a casa, entraban en su habitación y vaciaban de golpe todas las cestas donde guardaban los juguetes. A los 15 minutos de empezar a jugar no se distinguía ni un centímetro de suelo, todo estaba cubierto por juguetes o piezas de diversas formas y tamaños. Así se podían pasar la tarde entera, incluso el pequeño que hace muy poco que acababa de aprender a andar, era capaz de moverse a través de esa marea de juguetes. La verdad es que me resultaba curioso que solo prestaban atención al juguete que tocara en ese momento y el resto simplemente desaparecía (aunque estuvieran sentados encima de él).
Al final de la tarde nos pasábamos recogiendo un buen rato terminando discutiendo o enfadados para que terminaran y diera tiempo a bañar antes de la cena. La culpa no era de ellos, simplemente eran demasiados juguetes a recoger, al final se cansaban de hacer algo que ya desde un principio para ellos no era nada divertido, así que decidimos que nada de vaciar los cajones así sin más. Podían vaciar uno, pero antes de jugar con otro debían de recoger lo que habían sacado.
Aún así tenían demasiados juguetes y es lo que hemos ido reduciendo a medida que han ido creciendo. Les retiramos muchos de ellos para ir sacando uno o dos nuevos cada vez. Así tendrán juguetes nuevos con los que jugar y no todos de golpe.
También lo que evitamos es que jugaran por toda la casa con sus juguetes. Había cosas con las que podían jugar, por supuesto recogiéndolas una vez terminasen y otras que no podían salir de la habitación.
No puedes meter en casa lo que ves en el catálogo
La mayoría de nuestros hogares tienen unas medidas "reales" y la habitación de nuestros hijos no es el campo de baloncesto que aparece en las revistas de decoración infantil. Por tanto no esperemos que nos vaya a entrar lo mismo que vemos, porque nos vamos a llevar una desilusión cuando tengamos que elegir entre meter los muebles dentro de la habitación o a nuestro hijo.
Ventajas
Les enseñamos a valorar lo que tienen, a saber que lo material es importante pero no primordial.
Desarrollo de la imaginación: un coche sirve para correr, pero un conjunto de bloques pueden ser un coche, un avión, una casa, unos bolos, etc.
Cuantas menos cosas, menor probabilidad de que rompan algo: nosotros hemos tenido suerte que nuestros hijos nunca fueron excesivamente maltratadores con nuestras cosas, podían descolocarlas, pero no recuerdo que se rompieran muchas cosas. Quizás porque tampoco había mucho que romper y aquello que era frágil o peligroso, siempre estuvo fuera de su alcance.
Es menos peligroso un golpe contra la pared que contra la esquina de un mueble: un niño, cuando empieza a andar necesita que existan los menos obstáculos posibles y sobre todo que lo que haya en su camino sea seguro y a poder ser, que esté anclado al suelo.
Un espacio diáfano inspira tranquilidad: algo que seguro todos necesitamos.
Inconvenientes
Requiere de una disciplina y esfuerzo que no siempre en fácil conseguir y puede provocar que al final lo vayamos dejando y nos terminemos acostumbrando a ver juguetes por todas partes, a tener nuestro libros por cualquier parte y armarios que es muy probable tengamos que llamar a los GEOS la siguiente vez que los queramos abrir. Creerme que es fácil acostumbrarse al día a día, pero esforzaros porque vuestra salud mental os lo va a agradecer.
Hay que lidiar con el flujo constante de manualidades que nos traen nuestros hijos y que en unos cuatro años cubrirán la casa entera. Pero aquí os damos algunos trucos.
También nuestros amigos de Decosfera os pueden ayudar con algunos trucos para conseguir espacios que den una mayor sensación de amplitud y geniales ideas para decorar el cuarto de juegos.
Imagen | ThinStock, Decoración de interiores
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