Hay que respetar al bebé como a cualquier otra persona, ya sea un niño o un adulto. Deberíamos adaptar los juegos a su estado de ánimo en cada momento. Como nos sucede a todos, el bebé tiene sus momentos para cada cosa. Le gusta jugar, pero a lo mejor no está dispuesto a hacerlo a cualquier hora del día. Cuando tiene mucho sueño, lo más probable es que sólo quiera dormir, y aunque nos haga una sonrisa cumplidora, lo que quiere es que le arropen y descansar.
Por la noche, después de su baño, su sesión de masajes y su comida, lo que suele querer es dormir, o si no lo vemos por la labor de todas formas le proporcionamos un clima tranquilo que propicie al sueño. Los bebés, a diferencia de la mayoría de los adultos, pueden cambiar de estado de ánimo de un momento a otro. Con lo cual, si lo excitamos con juegos enérgicos y animados a la hora de dormir, puede que los acepte de buena gana pero se irá a dormir alterado.
Ser un compañero de juegos es cosa de dos. Tanto el adulto como el bebé tienen que disfrutar de la compañía mutua. Si el bebé se siente con ganas de jugar de forma enérgica, con revolcones, risas y cosquillas, perfecto. Disfrutará de jugar con su propio cuerpo y de descubrir nuevas sensaciones y habilidades.
Ahora bien, cuando el niño esté tranquilo querrá un juego más sosegado. Sino se asustará o se sentirá “maltratado". A nadie le gustan unas cosquillas cuando no se está de ánimo para ellas. Si el bebé está mimoso, querrá descansar en unos brazos afectuosos, y cuando se sienta cansado o hambriento lo que querrá será dormir o ser alimentado.
El juego debe ser una experiencia gratificante para el bebé, pues a través de él se entretiene, pero también aprende, interactúa con su entorno y se relaciona con los demás. Respetar sus estados de ánimo a la hora de jugar es también una forma de atender sus necesidades emocionales.
Foto | jessicafm en Flickr En Bebés y más | La importancia de responder a los primeros juegos del bebé