Los videojuegos no son malos en sí, siempre que se utilicen con mesura, pues su finalidad es entretener y también cultiva la concentración y la competitividad, la coordinación óculo-manual se desarrolla, así que el secreto está en hacer buen uso de los juegos de consola, pero para eso están los papás.
Este tipo de entretenimiento puede provocar un aislamiento social, se debe prestar atención y comprobar que el niño no pierda el norte cuando está jugando, que al proponerle un juego u otra actividad en nuestra compañía o con sus amiguitos, no dude en dejar lo que está haciendo. Un niño que sea adicto a los videojuegos incluso olvida que es hora de comer o ignora la comida. Como padres, debemos ofrecerle alternativas de ocio, pero no prohibirle ni criticarle que sólo piense en jugar, son niños. Supervisar los videojuegos y averiguar cuáles y por qué le atraen tanto. Debemos controlar el tiempo que dedica delante de la pantallita para lograr un equilibrio con el resto de sus tareas.
Antes de comprar un videojuego debemos asegurarnos de que sea apto para nuestro hijo, uno de los principales problemas que plantean estos juegos son los contenidos violentos, lo que puede llevar a una conducta agresiva. En ocasiones la carcasa de un videojuego no muestra el contenido real, por eso hay que informarse bien y huir de los juegos con actitudes sexistas, racistas o violentas.
Los mejores juegos para los niños son los que potencian su desarrollo y aprendizaje como los de estrategia, aventuras, competiciones deportivas, etc. Y si pueden compartirlos con alguien, mucho mejor.
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