En un mundo en el que estamos saturados de estímulos e información, todos ganaríamos calidad de vida si prestásemos más atención al momento presente y a hacer cualquier actividad con conciencia plena.
Este reflexión también aplica a los niños y María Montessori lo vio de forma clara (y aún no habían móviles ni tablets). Por eso creó un juego muy práctico que nos, hablo en plural porque yo también lo he hecho con mis hijas, nos ayuda a encontrar un momento de calma que facilita el centrarnos en el presente, a fomentar la concetración, la atención plena a los sonidos y a las sensaciones y en el caso de nosotros los mayores, aliviar las prisas con las que vivimos de forma constante.
El valor del silencio para María Montessori
María Montessori solía hacer ejercicios con los niños en donde el silencio era el protagonista. En El Secreto de la Infancia afirma que éste era liberador y llevaba a los niños a nuevos niveles de conciencia: “en una de esas ocasiones se percataron de las gotas de agua que caían afuera en el patio y del canto de un pájaro en un árbol distante”, escribió la Dra. Montessori. “Cada uno de los niños detuvieron sus propios movimientos y produjo un silencio colectivo que fue para ellos una experiencia profunda”.
Gracias a este tipo de actividades con los cuales los niños toman conciencia de los pequeños detalles que rodean nuestro entorno y estimulan nuestros sentidos, así como del poder que tienen para gestionar su estado de ánimo, la filosofía Montessori defiende que el silencio es fundamental para permitirles que se sumerjan en sus tareas y desarrollen la concentración, la atención y la autodisciplina.
¿En qué consiste el juego del silencio Montessori?
La idea primordial del juego del silencio consiste en lograr que los niños logren estar un período de tiempo en silencio y quietos (es posible, ¡palabra!).
Para ello solo necesitamos un objeto que emita un sonido (una campana o un instrumento musical) y debemos seguir los siguientes pasos:
- Nos sentamos en círculo en el suelo. Si somos solo el padre o la madre con un niño, lo hacemos frente a frente.
- Invitamos a los niños a quedarse callados y quietos y utilizamos símiles para describirlo "como una piedra, una flor, un edificio".
- Todos cerramos los ojos.
- Jugaremos al juego del silencio de forma progresiva, primero empezaremos con unos 15 o 30 segundos, y vamos aumentando a medida que aguanten más o si se trata de niños más mayores.
- Tras ese período de tiempo, tocamos de nuevo el instrumento de forma muy suave para dar por finalizado el juego.
- Posteriormente viene la parte más interesante: charlar con ellos sobre sus emociones, lo que han sentido, qué les ha pasado por la cabeza y si se han percatado de algún sonido en el que no hubiesen reparado antes.
Este juego es un recurso muy interesante que podemos practicar con los niños a partir de dos años en adelante y al que podemos recurrir siempre que queramos aliviar el estrés del día a día, tranquilizarles tras algún conflicto o simplemente para entrenar la concentración y el control de impulsos. Un oasis de calma en medio de lo que a veces se convierte en caos.