Las cuatro razones por las que el mundo necesita que las madres den el pecho en público (y sin cubrirse)

Amamantar en público es un acto que sigue recibiendo críticas por parte de algunas personas tanto si se hace en la calle como si se hace en recintos cerrados como museos, bares, restaurantes, piscinas, etc. Esto hace que muchas mujeres duden si dar el pecho a sus bebés o hijos cuando saben que alguien podría molestarse y que en muchos casos busquen un lugar íntimo para hacerlo, o que se cubran para amamantar.

Sin embargo, hay cuatro razones por las que el mundo necesita que las madres den el pecho en público, sin tapar al bebé, y ahora os las vamos a explicar:

1. Porque los bebés tienen derecho a ser alimentados cuando lo necesiten

Un bebé que toma el pecho de manera exclusiva no tiene otro alimento que tomar, y no lo tiene porque la lactancia exclusiva es lo mejor que puede recibir los primeros 6 meses de vida. Pasado este tiempo sí puede empezar a comer otras cosas, pero la lactancia para el bebé no es sólo alimento, y en situaciones de aglomeración, de desconfianza, de ansiedad, pedirá también pecho para acurrucarse en los brazos de su madre, mamar un poco y recobrar la calma.

Con esto quiero decir que un bebé tiene derecho a mamar allí donde esté, cuando lo requiera, ya sea por hambre, ya sea porque necesita un poco de calma y tranquilidad.

Hay quien invita a las mujeres a hacerlo en un lavabo, en un rincón o en una zona alejada del resto de personas para que esté "más cómoda" o para que "no moleste". Esto es una discriminación por ser madre lactante y nadie debería permitir semejante trato.

Diferente es que la madre sí quiera estar en intimidad, pero una cosa es que sea una opción de la madre y otra que te obliguen a hacerlo. Es como las salas de lactancia: se crearon por si las madres que amamantan en un sitio determinado quieren hacer uso de ellas para alimentar a su bebé, no para esconder a todas las madres ahí dentro para que los demás no las vean.

El bebé no tiene por qué esperar a que su madre busque y encuentre un lugar para dar el pecho, así que una madre debería poder amamantar a su bebé allí donde estuviera, porque lo último que debe sentir una mujer, al ser madre, es que tiene que esconderse de la sociedad por serlo.

2. Porque los niños tienen que aprender qué es la lactancia

Sentarte en un parque con un bebé para darle el pecho es una de las cosas más agradecidas que puede hacerse. Sí, es cierto que puede venir algún energúmeno o alguna loca a decir algún improperio, pero no es lo más habitual. Sin embargo, sí puede suceder que uno o varios niños empiecen a acercarse para preguntarle a la mujer por el bebé y por ese extraño acto que están llevando a cabo.

"¡Eh mira, ese bebé está chupando la teta de su madre!". Y se acercan, y le preguntan a la mamá qué hace el bebé, por qué le chupa la teta, y la madre, con la paciencia que caracteriza a las nuevas madres, les va respondiendo las dudas a cada una: "está comiendo", "porque tenía hambre", "sí, le gusta mucho", "sí, a mí también me gusta mucho", "no, no me muerde porque no tiene dientes", "no me muerde, aunque sí tiene dientes", "claro, pero es que él no puede comer bocadillos como vosotros y toma teta", "sí, sale leche", "sí, está calentita", etc.

Seguro que algún niño sabrá de qué va eso, porque tiene algún hermano pequeño que también mama o porque recuerda que hace no mucho también mamaba, y podrá ayudar a la madre a dar las explicaciones a los otros niños. Pero no hay mejor forma de normalizar la lactancia y de enseñar a respetar el acto del amamantamiento que permitir que los niños vean a bebés siendo amamantados y que sepan en qué consiste. Difícilmente estos niños lleguen nunca a ver raro o censurable el que una mujer, en el futuro, dé el pecho a su bebé.

3. Porque los hombres tienen que entender que alimentar es otra función del pecho

No conozco a ningún hombre que se escandalice viendo los anuncios de mujeres en bañador por toda la ciudad, ni conozco a ningún hombre que se escandalice cuando ve a mujeres vestidas con poca ropa por la calle, o haciendo top less en la playa. Seguro que hay alguno, pero personalmente nunca he oído que esto haya sucedido. Sin embargo, sí he visto y oído a hombres quejándose porque algunas mujeres amamantaban a sus bebés en su presencia.

Esto es porque tienen muy clara la función erótica de los senos de la mujer, pero no tanto la función como órgano. Dentro de cada pecho (lo explico por si alguno aún no lo sabe) hay una glándula mamaria que después del parto se encarga de producir un tejido líquido vivo al que llamamos leche materna que hace de transferencia de nutrientes y sustancias de la madre al bebé (bacterias probióticas y prebióticas, enzimas, hormonas, células inmunitarias y un largo etcétera) para facilitar su crecimiento, desarrollo y supervivencia al nacer.

Ambas funciones, la erótica y la orgánica, suponen una exposición relativa del pecho femenino pero a muchos hombres les agrada en el primer caso, cuando sienten que su visión va dirigida a ellos, y les molesta en el segundo caso, cuando saben que no va a dirigida a ellos.

Esconderse es una manera de dar la razón a estos hombres, y no hacerlo es una manera de decirles que abran la mente y hagan un saltito en la evolución, que si hemos podido dejar atrás al hombre de cromañón, no debería costarnos tanto entender esto.

4. Porque las mujeres aprenden a amamantar a los bebés viendo a otras mujeres amamantar

Hace unos años, en un zoológico de Ohio, nació una gorila que se crió en cautiverio. Ya adulta, se quedó embarazada y tuvo una cría de gorila. Como madre, cuidó a su cría del mejor modo que supo, pero no fue suficiente porque no supo cómo amamantarla. Nunca había visto a ninguna gorila dar el pecho y no tenía ninguna noción de que pudiera ser ella quien alimentara a su cría. Su bebé gorila murió.

Cuando se quedó de nuevo embarazada el cuidador de la gorila pensó que tenía que hacer algo para enseñarla a dar el pecho, así que llamó a la Liga de la Leche: varias madres lactantes fueron voluntariamente al zoológico para amamantar delante de la gorila embarazada, con el fin de mostrarle cómo se alimentaba a un bebé recién nacido. Al principio no les hizo mucho caso, pero a medida que se acercaba el momento del parto empezó a mostrarse más interesada en lo que esas mujeres hacían.

No fue suficiente: cuando nació su segunda cría la madre empezó a enloquecer porque, de nuevo, no sabía qué tenía que hacer. El cuidador llamó rápidamente a la Liga de la Leche de nuevo y una madre voluntaria corrió al zoo para ayudarla. Lentamente, fue haciendo paso a paso lo que la mamá gorila debía hacer para alimentar a su cría: primero puso al bebé contra su pecho y lo puso en la posición idónea para que pudiera empezar a mamar, en su brazo izquierdo; cogió su pecho con la mano derecha y orientó el pezón de manera que le rozara los labios para provocar el reflejo de búsqueda y abriera la boca. Una vez la boca estaba bien abierta, acercó al bebé hacia su pecho con un rápido movimiento del brazo y este empezó a mamar. La gorila miraba lo que ella hacía y empezó a imitar los movimientos paso a paso, hasta que con un suspiro de alivio, bajó la mirada y vio que su bebé gorila estaba chupando de su pecho y, por fin, ella estaba logrando calmarlo y alimentarlo.

Esta historia es conocida en La Liga de la Leche y se comparte a menudo cuando se quiere explicar que los bebés nacen sabiendo mamar, pero las madres no nacen sabiendo amamantar. A dar el pecho se aprende, y aunque toda mujer sabe que amamantar consiste en poner el pecho de la madre en la boca del bebé, es necesario saber mucho más.

La cultura del amamantamiento ha existido desde el principio de nuestra especie. En cuanto empezaron a formarse los primeros poblados las mujeres empezaron a transmitir esa información de unas a otras, y luego entre generaciones. Así, las mujeres aprendían de sus amigas, hermanas y conocidas, y de sus madres, tías y abuelas, que explicaban cómo es amamantar, qué se siente, cuán normal es que duela o no duela, cómo solucionar los problemas, etc. Al llegar la revolución de la leche artificial y el biberón, las mujeres empezaron a creer que no eran capaces de amamantar, empezaron a creer que la leche artificial era mejor (así se promocionaba) y el saber pasó a los profesionales de salud, que lejos de ayudar, porque tampoco sabían mucho, confirmaban las sospechas: "así es, señora, su hijo pasa hambre, dele biberón".

Esas señoras son ahora nuestras madres, y aunque muchas sí amamantaron y saben de ello, muchas otras no lo hicieron, o lo hicieron poco, y no pueden ayudar a las mujeres de hoy en día a amamantar a sus bebés.

Por eso las mujeres que están embarazadas tienen que poder ver a otras mujeres amamantar: en los grupos de apoyo (ideal si quieres dar el pecho a tu bebé y conocer los problemas y soluciones que pueden suceder), en el parque, en la calle, en la cola del supermercado, en el banco, en la parada del bus, en el metro, en el museo, en el bar más cutre y en el restaurante de más lujo,...

El mundo debe convertirse en un lugar "breastfeeding friendly", o sea, amigo de la lactancia materna, porque los bebés lo agradecerán, sus madres también, y a la vez toda aquella persona que aún tiene mucho que aprender acerca de la sustancia que ha permitido que hoy en día exista la humanidad.

Fotos | iStock
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