Tras cincuenta años de investigación, los expertos concluyeron que los azotes no funcionan, ni son educativos, y que tienen efectos negativos para los niños. En algunos países, como España, pegarle a un menor es un delito con pena de cárcel de seis meses a un año.
Pero cada caso es un mundo. Así como hace poco un juez absolvió a una madre por pegarle un bofetón a su hijo de 11 años porque estaba "justificado", ayer el Juzgado de lo Penal número 1 de Almería condenó a siete meses de prisión a un padre por pegarle a su hija de 15 años por llegar tarde a casa.
Por ser su primer delito y ser una pena inferior a dos años, el padre no entrará en prisión. Pero además, como medida preventiva, se le prohíbe acercarse o comunicarse con la menor a menos de 100 metros durante un año, siete meses y quince días.
Según la sentencia, la discusión se produjo porque la menor "no acataba las indicaciones de carácter educativo que le daba su padre". El padre la cogió del pelo y le dio varias bofetadas (dos según el padre), sin que conste que por estos golpes la joven sufriera lesiones.
El juez considera que ha habido una "extralimitación en su derecho de corrección, pues cuando ejerce el mismo tiene que ser a través de actos que beneficien a la menor (...) que la proteja de alguna manera, lo que no ocurre, cuando por llegar un poco tarde a la hora fijada por el padre, la coja violentamente por los pelos y le dé unas bofetadas".
Sin embargo, justifica el castigo físico cuando es el menor quien inicia la acción violenta:
"El uso de la violencia en este grado en forma alguna puede estar permitido y, en todo caso, un mínimo acto sí que es permitido pero siempre que sea la única forma de solucionar un problema de especial gravedad y cuando sea el menor quien inicia una actuación violenta, lo que no ocurre en este caso, en el que la menor está desobedeciendo a su padre, pero en forma alguna emplea la violencia".
Se puede educar sin pegar
Hay quienes piensan que los castigos físicos son necesarios para educar a los hijos, pero no es así. Se puede educar sin pegar promoviendo el diálogo y sentando las bases de una educación respetuosa desde que son muy pequeños. Un adolescente problemático no se hace de un día para el otro, es la consecuencia de que algo ha fallado en su crianza a lo largo de su infancia.
Los castigos físicos, no sólo no sirven, sino que son contraproducentes. Hay buenas razones por las que nunca se debería pegar a los niños, entre ellas, porque pegándoles les enseñas a utilizar la violencia para solucionar los problemas en lugar de utilizar el diálogo. Por otra parte, cuanto más se les pegue a los niños, más probabilidades hay de que desafíen a sus padres y experimenten un mayor comportamiento antisocial, agresividad, problemas de salud mental y dificultades cognitivas.
Difícil adolescencia
"Los adolescentes... ¡madre mía!", "Están en la edad del pavo. Pasan de todo". "No puedo con ellos", son comentarios que escuchamos con frecuencia sobre los adolescentes. Es una etapa difícil, un gran reto para quienes tenemos hijos en esa edad, pero si no justificamos pegar a un niño, tampoco podemos justificar pegarle a un adolescente porque haya crecido o sea más rebelde que hace unos años.
Hacerle daño a un hijo, tenga la edad que tenga, no puede ser nunca necesario para educarlo. La adolescencia es una etapa muy contestataria, pero a los hijos se les va educando desde pequeñitos estableciendo valores y límites claros que les aporten seguridad, y haciéndoles ver las consecuencias de sus actos.
Todos, o casi todos, nos hemos saltado las normas alguna vez. Desafiar los límites es parte del desarrollo de la independencia del niño que se convierte en adulto, y los padres debemos estar ahí para marcarles el camino a seguir.
Sabemos que es más fácil decirlo que hacerlo, pero mantener el autocontrol es muy importante para evitar estallar y caer en lo fácil, que es dar una bofetada. El castigo físico no ayudará a que el adolescente recapacite, al contrario, lo verá como una injusticia y un motivo más para "enfrentarse" a sus padres. La comunicación es primordial en todas las etapas, pero en la adolescencia lo es muy especialmente.
También hay una realidad que no podemos negar: cada vez hay más casos de adolescentes, que al no estar conformes con los límites que les imponen los padres y estos les dan una bofetada, les denuncian. Eso llega a los tribunales, a veces con fundamento y otras no, pero partiendo siempre de la base que pegarle a un menor es delito.
El Código Penal, en su artículo 153 sanciona explícitamente todo tipo de violencia ejercida en el hogar contra los niños con "pena de prisión de seis meses a un año o de trabajos en beneficios de la comunidad".
Sin embargo, no es del todo tajante. La ley también contempla que los padres, en casos justificados, pueden ejercer su derecho de corrección "con moderación".
“Los progenitores podrán, en el ejercicio de su función, recabar el auxilio de la autoridad".
En este caso, el juez considera que el padre se extralimitó en su derecho de corrección condenándolo a siete meses de prisión que no lo harán entrar en la cárcel.
Vía | 20minutos
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