Expertos en psiquiatría, neurología y medicina pediátrica llevan tiempo insistiendo en lo importante que es para un niño las experiencias en el desarrollo cognitivo y emocional de los primeros años. De hecho, hay casos probados de niños que vivían en orfanatos y estaban privados de afecto y acababan muriendo sin ninguna explicación a pesar de que el resto de sus necesidades básicas estaban cubiertas.
Al hilo de esto, científicos del Instituto Salk acaban de publicar un nuevo estudio en el que sugieren que el tipo de cuidado materno durante los primeros años puede provocar cambios en el ADN de sus hijos.
El objetivo del estudio, llevado a cabo con ratones, busca comprobar cómo el entorno en el que se desarrolla la infancia afecta al cerebro de los seres humanos y podría proporcionar información en trastornos neuropsiquiátricos como la depresión y la esquizofrenia.
Cambios en el ADN
Durante por lo menos una década los científicos tenían la certeza de que la mayoría de las células del cerebro de los mamíferos sufrían cambios en su ADN, provocando así que cada uno de nosotros seamos distinto de los demás. Estos cambios en ocasiones son provocados por genes saltarines o más conocidos como LINEs. Son elementos que tienen la capacidad de copiarse, duplicarse e insertarse en otros puntos del genoma y hacen que cada neurona pueda ser distinta de otra aunque pertenezcan ambas a la misma persona.
"Nos enseñan que nuestro ADN es algo estable e inmutable que nos hace ser lo que somos, pero en realidad es algo mucho más dinámico. Resulta que hay genes en tus células que son capaces de copiarse y moverse, lo que significa que, de alguna manera, tu ADN sí cambia", dice Rusty Gage, profesor en el Laboratorio de Genética de Salk.
Fue en 2005 cuando el laboratorio del profesor Gage descubrió que un gen saltarín llamado L1, podía saltar en el desarrollo de neuronas cerebrales.
A pesar de que ya sabían que las células podían adquirir cambios en el ADN, los científicos consideraban que quizá no se trataba de un proceso aleatorio sino que dependía de factores que afectaban al cerebro o del propio ambiente. Entonces, empezaron a plantearse distintas preguntas: ¿por qué esos genes saltan? ¿Es un proceso aleatorio o hay factores que producen que esos cambios se produzcan ? ¿Qué consecuencias tienen esos genes en el cerebro y en las capacidades cognitivas del individuo?
Cómo afecta el tipo de cuidado materno
Para poder llegar a conclusiones válidas, Gage y su equipo realizaron estudios con dos grupos de ratones. En el primero se encontraban crías a las que exponían a gran estrés y en un segundo grupo se encontraban otras que recibían experiencias satisfactorias.
Más tarde, cuando estos ratones eran adultos observaron que tenían distintos genes saltarines en el cerebro pero no podían confirmar 100% que se debiera al estrés o a las experiencias positivas.
Fue entonces cuando vieron que había diferencias en cómo trataban a sus crías y comenzaron a estudiar el ADN del hipocampo, la región del cerebro implicada, entre otros, en las emociones o la memoria.
Así, descubrieron que existe una correlación entre el cuidado materno y el número de copia L1, es decir, que los ratones con madres atentas tenían menos copias del gen saltarín L1 y aquellos con madres más estresadas tenían más copias L1, y por lo tanto más diversidad genética en sus cerebros.
Para asegurarse de que estos resultados no eran fruto de una coincidencia, se llevaron a cabo una serie de experimentos de control analizando también el ADN del padre de la camada para asegurar que los hijos no heredaban los L1 de un solo progenitor.
También fomentaron una crianza cruzada, es decir, aquellos ratones nacidos de madres menos cuidadosas fueron criados por ratones atentos y viceversa para así llegar a conclusiones con respecto a la correlación entre los números L1 y el estilo de maternidad. Los resultados fueron que ratones nacidos de madres poco cuidadosas pero criados por atentas eran los que tenían menos copias de L1 que los ratones nacidos de madres atentas pero criados por las que más desapego sentían.
El entorno en la niñez y los cambios en el ADN
Así, los investigadores plantearon la hipótesis de que los ratones cuyas madres eran menos amorosas estaban más estresadas y que de alguna manera, esto causaba que los genes se copiaran y se movieran con más frecuencia. Curiosamente, no hubo correlación similar entre el cuidado materno y el número de otros genes saltarines conocidos, que sugirió un rol único para L1.
Estas investigaciones podrían tener relación con los estudios de abandono infantil que también muestran patrones alterados de metilación del ADN para otros genes, tal y como cuenta Gage o como estrategia para abordar enfermedades neurodegenerativas.
Estas investigaciones vienen a argumentar la idea de cómo los entornos de la niñez afectan el desarrollo del cerebro, así como podría aportar información muy valiosa sobre los trastornos neuropsiquiátricos como la depresión y la esquizofrenia.
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