No lo llames optimismo, es positividad tóxica y así afecta tu salud mental maquillar la realidad

No lo llames optimismo, es positividad tóxica y así afecta tu salud mental maquillar la realidad
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Ser una persona optimista es algo muy beneficioso para nosotros: nos ayuda a ver el lado positivo de la vida, a sentirnos capaces de hacer aquello que nos proponemos y también nos da la fortaleza de afrontar las cosas que la vida nos pone por delante.

En definitiva, ser o tener una mentalidad optimista nos puede aportar muchas cosas buenas para nuestra salud emocional. Sin embargo, cuando esa mentalidad positiva la convertimos en algo exagerado y que incluso distorsiona nuestra realidad, puede convertirse en algo que más que beneficiarnos nos hace mucho daño, especialmente a nivel mental.

¿Hasta qué punto el ser positivo es algo saludable y cuándo se convierte esto en positividad tóxica? Te contamos cómo diferenciarlos y algunos de los momentos en lo que, inconscientemente, podemos caer en el error de maquillar la realidad.

El optimismo no es estar feliz todo el tiempo

Vamos a definir primero qué es el optimismo y qué es la positividad tóxica para evitar confusiones. Por un lado, el optimismo genuino implica mantener una actitud positiva ante la vida, incluso en situaciones difíciles. Dicho de otro modo, es la capacidad de ver el lado bueno de las cosas y buscar soluciones a los desafíos.

La positividad tóxica, por su parte, tiene las mismas bases pero evoluciona a una versión muy exagerada y distorsionada del optimismo. En vez de afrontar los problemas con la esperanza de encontrar una solución, se tiende a minimizarlos e ignorar cualquier sentimiento o emoción que no sea agradable.

Una manera sencilla de diferenciarlos es el enfoque que tiene cada uno hacia la realidad. Mientras que el optimismo saludable evalúa cada situación de forma realista y tomando en cuenta tanto lo bueno como lo malo, la positividad tóxica intenta negar los aspectos negativos de dicha situación.

El problema de caer en esto, es que puede llevarnos a una falta de autenticidad emocional, donde nos sentimos obligados a mantener una fachada de felicidad constante en la que reprimimos nuestras emociones, incluso cuando estamos luchando internamente.

Tres señales de que estás cayendo en la positividad tóxica

Al ser términos que tienen una base similar puede ser fácil confundirlos, por lo que compartimos algunos ejemplos de señales que podrían indicar que estás cayendo en la positividad tóxica sin darte cuenta.

1) Negar las emociones "malas"

Un ejemplo común de positividad tóxica es la negación de emociones no agradables como la tristeza, el enojo, el miedo o la frustración. En lugar de permitirnos el sentir estas emociones de manera saludable y gestionarlas adecuadamente, se tienden a ignorar o reprimir esos sentimientos.

Pero reprimir nuestras emociones nunca es bueno, sino todo lo contrario: puede hacer que nuestro estrés aumente y se salga de control, así como generar problemas de autoaceptación y dificultar nuestras relaciones con los demás al no expresar lo que genuinamente sentimos. Recuerda que no existen emociones buenas o malas, sino agradables o no agradables, y expresarlas no es señal de debilidad. 

2) Ver solo el lado positivo

Otra forma en que se manifiesta la positividad tóxica es intentando ver únicamente el lado positivo de todo lo que nos sucede. Esto implica minimizar o ignorar los detalles negativos, para enfocarnos solamente en los aspectos positivos, incluso cuando la circunstancia no es una que sea favorecedora.

Cuando caemos en esto, no solo estamos evadiendo la realidad, sino que también estamos engañándonos a nosotros mismos. A la larga, este tipo de pensamientos puede crear un efecto bola de nieve si nunca atendemos o reconocemos esas partes negativas de la vida, generándonos mucho estrés y ansiedad.

3) Presión por mantener una apariencia feliz

A veces, la positividad tóxica no viene de nosotros, sino de las personas que nos rodean. Por ejemplo, si nos encontramos en un entorno donde se nos pide estar siempre felices y "ver el lado positivo", puede existir una presión implícita para mantener una apariencia de felicidad constante.

Y aunque rodearnos de personas que nos motiven a ser positivos en principio no es algo malo, si éstas caen en la positividad tóxica esto podría generarnos sentimientos de vergüenza o culpa cuando no cumplimos con estos estándares irreales, aumentando nuestro estrés.

Foto de portada | Ted Lasso

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