Un padre es procesado por dejar ciego a su bebé tras zarandearlo porque lloraba: el síndrome del bebé sacudido

Un hombre ha sido procesado por el Juzgado de Instrucción número 4 de Zaragoza como presunto autor de un delito de lesiones graves causadas a su bebé cuando tenía cuatro meses de vida.

La agresión sucedió el 20 de mayo de 2022, cuando su madre dejó al bebé a cargo de su padre para salir a trabajar en una industria en el turno de noche. Sobre las dos de la madrugada, el hombre envío mensajes a su pareja quejándose de que el bebé no paraba de llorar, que no sabía qué hacer, y él tenía que descansar. Ella le dio consejos para que lo calmara.

Según El Heraldo de Aragón, en aquel entonces, vivía con su pareja y su hijo de 9 años de esta, y hacía turnos con la abuela materna para cuidar de los niños por la noche.

Cuando la madre llegó a casa a las seis de la mañana, se encontró con una escena muy desagradable. Vio marcas en la cara del niño, en el oído, en la nuca y en la frente, y con la "mirada perdida". Inmediatamente lo cogió para llevarlo al hospital y al comunicárselo a su pareja, le dijo que no lo hiciera porque, en su opinión, la ley "no permitía a las madres lactantes dejar solos" a sus hijos y los iban a "denunciar a los dos". La respuesta de ella fue que no lo había dejado solo, sino con su padre. Cuando supo lo que había hecho, le dijo que cogiera sus cosas y se marchara de casa.

En el hospital confirmaron que sufría graves lesiones provocadas por el conocido como ‘síndrome del lactante zarandeado’ o 'síndrome del bebé sacudido', aunque la Academia Americana de Pediatría recomienda usar el término Traumatismo Craneal por Maltrato (TCM).

El pequeño presentaba equimosis en ambas mejillas, en el pabellón auricular, una lesión en la parte cervical, e internamente, detectaron hematomas subdurales, retinomatía hemorrágica bilateral severa y encefalopatía aguda con crisis epilépticas.

Tiene ceguera en el ojo derecho y una pérdida de visión elevada en el izquierdo, además de un retraso psicomotor y madurativo en relación a niños de su edad.

Ahora ha cumplido 15 meses, y tiene reconocido un 81% de discapacidad y un grado de dependencia II o severa. Los médicos no pueden predecir si en el futuro tendrá retraso mental o alteraciones del habla y del comportamiento, pues se desconoce cómo evolucionará.

El hombre, de nacionalidad ecuatoriana, fue detenido ese mismo día y reconocería a su madre que el bebé había llorado toda la noche y que en un momento dado le había dado una bofetada en la cara y sujetado fuerte de uno de sus brazos y lo había zarandeado con fuerza. La juez le tomó declaración y lo dejó en libertad con la prohibición expresa de no acercarse al niño.

Ayer negó los hechos y se acogió a su derecho a no declarar asistido por su abogado. El acusado se enfrenta a una pena de hasta 12 años de prisión por un delito de lesiones graves.

Síndrome del bebé sacudido

Perder los nervios y sacudir a un niño ante la imposibilidad de calmar un llanto desesperado, e incluso hacerlo sin la intención de hacerle daño, puede tener graves consecuencias.

Al sacudir a un bebé bruscamente, al tener los músculos del cuello aún débiles y al ser incapaz de sostener la cabeza, el cerebro se mueve hacia adelante y hacia atrás y choca dentro de las paredes del cráneo pudiendo provocar graves lesiones en su cerebro aún inmaduro.

Los daños no siempre son evidentes a simple vista, pero puede generar graves secuelas en un bebé de pocos meses. Ser sacudido bruscamente puede causar lesiones severas como hematomas o edemas cerebrales, lesiones cervicales, sufrir una conmoción cerebral, perder la vista, daños neurológicos irreparables o incluso la muerte.

El 20 por ciento de los bebés zarandeados muere, mientras que el 80 por ciento restante pueden tener lesiones serias y discapacidades a largo plazo que incluyen daño cerebral, ceguera, sordera, parálisis cerebral, convulsiones, retraso mental, retraso motor, problemas del habla o del habla o del aprendizaje.

El motivo más frecuente es un llanto inconsolable y prolongado que provoca la frustración y el enfado del cuidador, que acaba zarandeando al niño. Su intención no es la de hacerle daño, "solo quería que dejara de llorar", alega la mayoría. Pero el daño ya está hecho.

Otra causa es el intento de “reanimarlo” ante una situación que el cuidador entiende como amenazante para su vida (un espasmo del sollozo, un atragantamiento o un ataque de tos), explica al AEP.

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