En invierno, cuando las temperaturas descienden y el calor del hogar se convierte en nuestro refugio, hay una rutina que muchos se cuestionan: ¿abrir las ventanas o mantenerlas cerradas? ¿Durante cuánto tiempo?
La costumbre de ventilar la casa cada día puede parecer menos apetecible cuando el frío acecha, pero existe un debate interesante sobre si realmente es necesario y cómo podría afectar a nuestra salud.
¿Es solo una cuestión de tradición o hay algo más detrás? ¿Es sano ventilar la casa cada día en invierno? Vamos a explorar qué dicen los expertos y si merece la pena desafiar al invierno para renovar el aire en nuestra casa.
El aire que respiramos: ¿limpio o contaminado?
En invierno solemos ventilar menos, y esto permite que el aire interior acumule contaminantes como dióxido y monóxido de carbono, partículas derivadas de humedades, productos de limpieza, humo de tabaco, barnices o incluso emisiones de nuestras alfombras y muebles.
Así lo afirma este estudio del 2020, que asegura que cuando no ventilamos, el aire no puede renovarse ni sanear, y esto hace que se acumulen muchas sustancias nocivas.
Además, las actividades cotidianas como cocinar o utilizar la calefacción aumentan la concentración de aerosoles y partículas orgánicas volátiles. Según un estudio publicado en la revista Building and Environment, el uso de la calefacción genera la proliferación de moho (por lo que airear a pesar de las bajas temperaturas es necesario).
Así, respirar un aire cargado de estas sustancias puede tener efectos negativos para la salud, como mayor riesgo de infecciones, problemas respiratorios, enfermedades cardiovasculares e incluso cáncer de pulmón.
Esto es especialmente preocupante para personas vulnerables, como niños, ancianos o quienes padecen enfermedades crónicas. Y cuando ventilamos, además de renovar el aire, se regula la humedad, reduce la proliferación de bacterias y virus y mejora la calidad del entorno, algo que cobra especial relevancia tras la pandemia de COVID-19.
¿Durante cuánto tiempo y cuándo ventilar?
No necesitas dejar las ventanas abiertas durante horas para conseguir un ambiente saludable. Bastan 10 o 15 minutos al día para renovar el aire, aunque este tiempo puede variar según el número de personas en casa y la actividad diaria.
El momento ideal para ventilar es durante las horas más cálidas del día, como a media mañana o al mediodía. Y si usas calefacción, apágala antes de abrir las ventanas para evitar un gasto energético innecesario y minimizar la emisión de contaminantes adicionales.
Dormitorios, cocinas y baños son las estancias prioritarias a la hora de ventilar. Por ejemplo, es recomendable abrir las ventanas de las habitaciones por la mañana, justo después de levantarte, y ventilar la cocina mientras cocinas, aprovechando también el extractor.
¿Crear corrientes de aire o ventilar habitación por habitación?
Aunque las corrientes de aire son eficaces para renovar rápidamente el ambiente, no siempre son necesarias. Puedes ventilar cada estancia de forma individual, especialmente en días de mucho frío, para mantener el hogar cálido.
Si prefieres crear una corriente, hazlo cuando la casa esté vacía y durante un corto periodo de tiempo. Otra opción práctica es dejar las ventanas entreabiertas, unos 10-15 centímetros, lo que permite una ventilación constante sin alterar demasiado la temperatura interior.
Otras ideas para tener un aire más limpio en casa
Además de ventilar, usar extractores en la cocina, deshumidificadores en entornos húmedos o filtros de aire puede mejorar significativamente la calidad del aire interior. Estas soluciones son particularmente útiles en hogares con personas mayores o en zonas con altos niveles de humedad.
Un higrómetro también puede ayudarte a controlar la humedad en casa, mientras que aprovechar al máximo la luz solar ayuda a desinfectar el ambiente de manera natural. Los rayos ultravioleta eliminan microorganismos, higienizan las superficies y, de paso, añaden una sensación de calidez muy bienvenida en invierno.
En definitiva, ventilar la casa todos los días en invierno no solo es saludable, sino imprescindible. Esta sencilla práctica ayuda a mantener un aire limpio, libre de contaminantes, regula la humedad y reduce el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
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