Para algunas personas, el escuchar las palabras “terapia” o “psicólogo” es como escuchar que alguien está loco o demente. Pero en realidad, la terapia es una gran herramienta que puede ayudarnos a crecer aún más como personas y a tener vidas más plenas, en las que nos sintamos satisfechos y felices.
Muchas veces cuando somos madres, nos olvidamos un poco de atender la parte emocional de nosotras por atender a nuestros hijos, pero cuidar nuestra salud mental es parte fundamental de nuestro bienestar. Hoy te comparto mi experiencia asistiendo a terapia y cómo me ha ayudado a mejorar en mi desempeño como madre.
El reto de ser madre
Cuando nos convertimos en madres, pasamos por una transformación física y mental, que sin duda viene a darle un giro a nuestras rutinas, nuestras formas de pensar y nuestra vida en general. Durante este gran cambio, no resulta raro que algunas mujeres se sientan perdidas a causa de todos esos cambios emocionales, o que al estar tan enfocadas en cuidar de los suyos se olviden de que ellas también deben cuidarse.
A veces como mamás sentimos mucha presión social, pues cuando se trata de opinar acerca de los hijos ajenos, parecería que todas las personas tienen una opinión y que nuestro papel como mamás es algo sobre lo que tienen derecho de hablar. Buscamos constantemente dar lo mejor de nosotras, a veces exigiéndonos más allá de nuestros límites físicos y mentales, no solo por nuestros hijos, sino por lo que puedan pensar o decir otras personas. Todo esto puede hacer que nos sintamos agobiadas, frustradas y hasta solas.
Y aquí, es donde entra el tema de la terapia. Como comentaba al principio, algunas personas consideran que el ir a terapia es solo para “locos”, pero en realidad, la terapia es algo que a todos nos podría servir muchísimo, especialmente para quienes piensen que la terapia “no es para ellos”.
Mi experiencia con la terapia y cómo me ayudó a ser mejor madre
Te voy a contar un poco de mi historia y experiencia personal asistiendo a terapia. La primera vez que acudí ya era mamá, y fue porque -finalmente- acepté que tenía problemas de ansiedad. Durante el día llevaba mi vida de manera normal como cualquier mamá: siempre de prisa, ocupada, enfocada en hacer todos mis pendientes. Pero en las noches, me invadía un insomnio increíble y me sentía muy nerviosa.
La verdad es que no es fácil aceptar que tienes un problema y lo es mucho menos el reconocer que necesitas ayuda profesional. ¿Pero sabes algo? Ir a terapia fue sin duda lo mejor que me ha pasado en los últimos años. Entre los beneficios que he encontrado de ir a terapia, además de ayudarme en mi crecimiento personal, emocional y espiritual, es que ahora soy una mejor mamá.
Antes de ir a terapia, me sentía agobiada por todos aquellos asuntos pendientes que de manera inconsciente evadía o no les dedicaba el tiempo suficiente. Estaba tan enfocada en ser una buena mamá, que se me olvidó que para cuidar a otros, primero debo cuidarme a mí misma. Y esa es una regla de oro que todas las mamás deberíamos tener siempre presente: para que nuestros hijos estén bien, nosotras también debemos estarlo.
Yendo a terapia, pude analizar y darme cuenta de ciertas cosas que pasaba por alto y que eran las que me mantenían con ansiedad o que hacían que sintiera que no estaba haciendo las cosas bien. Me di cuenta por ejemplo, que esa temporada en la que parecía que mi paciencia se había ido volando por la ventana, era porque no dedicaba unos minutos para mí durante el día.
En terapia, aprendí a no sentirme culpable por desear un tiempo a solas para mí, un tiempo para mamá. Así comencé a poner poco a poco en práctica aquellas actividades que había abandonado cuando nació mi hija, enfocándome en recuperar esa identidad que se había escondido en la oscuridad cuando me convertí en mamá.
Cuando comencé a cuidar más de mí y de mis emociones, los cambios comenzaron a notarse. Me encontré siendo una mamá más paciente, más objetiva, más enfocada y más proactiva. Y es que cuando te enfocas en trabajar en tu interior, los resultados se ven en el exterior.
No temas ir a terapia
Sé qué hay quienes temen o evitan ir a terapia por temor a lo que piensen los demás o porque sienten que algo está muy mal con ellos mismos, pero no debería ser así. Después de ir a terapia, cuando veo o hablo con algunas personas acerca de sus problemas o de situaciones que les impiden ser plenamente felices, pienso en lo mucho que les serviría buscar un psicólogo que pueda ayudarles y guiarles.
Personalmente, creo que sí todos fuéramos a terapia, las cosas serían muy distintas en el mundo. Porque cuando te enfocas en trabajar en ti, no tienes tiempo de estar viendo qué hacen los demás. Cuando buscas las formas de mejorar, todo a tu alrededor lo hace: en tu familia, tu trabajo, tus amistades. La relación con mi hija, es una muy distinta a la que era cuando comencé a ir a terapia, y estamos más que felices.
Así que si eres mamá (o papá o ni siquiera tienes hijos pero estás leyendo esto) y estás considerando que quizás necesites asistir a terapia, hazlo. No importa qué piensen los demás. Al final del día, la única persona que puede hacerte feliz eres tú. Y qué mejor, que trabajar en hacerte mejor para ti mismo.
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