Al ser seres sociables por naturaleza, muchos de nosotros nos emocionamos por compartir nuestra vida con nuestra familia y amigos, y también, de conocer y saber qué planes tienen. Cuando se trata de los hijos, algo común es preguntar cuáles son los planes de la pareja, a manera de plática o por interés para saber más de ellos.
Pero hay ciertas preguntas que personalmente creo que deberíamos dejar de hacer, pues además de ser una decisión que solo le corresponde a los padres, es posible que, sin que ésta sea nuestra intención, al preguntar: “¿para cuándo el otro?”, podemos remover ciertas heridas o causar momentos de angustia y dolor.
La serie de preguntas
Seguramente alguna vez te ha tocado ver alguna imagen en redes sociales o hablar con alguien acerca de la serie de preguntas que suelen hacerle a las personas, y que van “aumentando de nivel” conforme van avanzando a nuevas etapas de sus vidas.
Comienza cuando estamos solteras o solteros y nos preguntan ¿y para cuándo el novio? Después, ya estando una relación, preguntan por la boda. Nos casamos y entonces comienzan las preguntas por los futuros hijos. Tenemos un bebé y a veces todavía ni siquiera termina la cuarentena y ya están preguntándonos para cuándo el otro.
En lo personal nunca me ha gustado hacer esas preguntas porque me parece que ejercen presión en las personas para cumplir las expectativas de los demás, cuando la respuesta a todas ella es la misma: cuando cada persona lo decida.
Considero que la mayoría de esas interrogantes deberían ser eliminadas o por lo menor reformuladas, de modo que sean menos exigentes en cuanto al tiempo (es decir, el “para cuándo“). Pero hoy me enfocaré en hablar solamente del famoso “¿para cuándo el otro?” que nos suelen hacer a quienes ya tenemos un hijo.
Por qué debemos dejar de preguntar “¿para cuándo el otro?”
Una respuesta corta, sencilla y rápida sería: para cuando los padres quieran. Pero no quiero dar una respuesta así sin más, porque lo que me gustaría es que las personas entendieran los motivos por los cuales debemos dejar de preguntarlo y así, comencemos a tener más empatía y respeto hacia otros.
El principal problema, es que para muchas personas se sobreentiende que si ya tuviste un hijo, no tienes problema en seguir teniendo otros, por lo que nos parece fácil e inofensivo hacer la pregunta. Pero en ocasiones, hay circunstancias personales que pueden influir en tener o no un segundo hijo, y que pueden ser temas sensibles para quienes reciben la pregunta.
Por ejemplo, la esposa de un primo presentó una complicación muy grave durante su postparto, que la tuvo ingresada en el hospital y puso en peligro su vida. Afortunadamente y gracias al trabajo de los médicos todo salió bien, se recuperó y pudo volver al lado de su familia, pero después de esa experiencia aterradora, decidieron que no se arriesgarían a que volviera a suceder y así fue como eligieron no tener más hijos.
En otros casos, puede presentarse infertilidad secundaria, que es cuando las parejas lograron un embarazo exitoso y tuvieron un bebé, pero posteriormente no logran concebir. Una situación que aunque es rara, sí ocurre y es muy estresante y agobiante para quienes la viven.
Mi experiencia
Así como hay situaciones en las que por cuestiones de salud de los padres la pregunta de un segundo hijo puede remover alguna herida o tocar fibras sensibles, existen otras circunstancias en las que hacer esa pregunta también duele. Algunos ejemplos de esto pueden ser un divorcio, una pérdida perinatal o alguna situación familiar complicada.
En mi caso, fue lo primero. Desde muy joven, me imaginaba con una familia numerosa. Debido a que en mi familia solo éramos mi hermana y yo, ansiaba tener por lo menos, cuatro hijos. Pero tres años después del nacimiento de mi primera y única hija, tomé la decisión de divorciarme.
Naturalmente, al principio solo mi familia cercana sabía de mi situación, así que cuando me encontraba a alguien conocido en la calle mientras paseaba con mi hija y me hacían esa pregunta o me decían que me apresurara a tener otro “para que jueguen juntos”, y aunque quizás para algunas personas es algo insignificante, yo sentía como el corazón se me partía en mil pedazos y deseaba salir de ahí lo antes posible.
No los culpo, ellos no sabían de mi situación ni de mis sueños de tener muchos hijos y verles jugar y crecer juntos. No son responsables de lo que yo sienta, muchos menos si ignoraban todo eso. Pero quizás no hubiera pasado por tantos malos momentos, si las personas no nos tomáramos la confianza de hacer esa clase de preguntas, cuyas respuestas realmente no nos corresponden ni nos incumben.
Desde que me convertí en madre y después de conocer la tristeza que puede causar una pregunta así, cuido mucho no hacerlas. Porque realmente no debe importarnos cuándo tendrán un primer o segundo hijo, o cómo hagan las cosas en su vida las demás personas. Lo único que debe importarnos y que está bien incluso preguntarles, es que estén bien y sean felices.
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