Las 13 discusiones cotidianas que tendrás con tu pareja cuando seas padre

Con la luz que solo arroja el paso del tiempo, las discusiones que tenía con mi pareja antes de ser padre ahora me parecen tremendamente triviales. Que si quedamos más con tus amigos que con los míos, que si ya no me llevas a sitios románticos, que si yo quiero ir a la playa y tú a la montaña... ¡Bendito problema!

Y es que cuando se es padre, el foco de las discusiones de pareja cambia completamente: ahora se centran en aspectos de vital importancia y dirimen quién de los dos va a poder poder dormir, ducharse, comer tranquilamente o tener aunque sea un segundo para oírse a uno mismo pensar. Si pudiera viajar en el tiempo, perdería todas esas otras discusiones a cambio de cinco minutos más en la ducha.

Que conste que mi pareja y yo llevamos la paternidad bastante bien y nos queremos lo suficiente como para tener estas discusiones casi siempre con un sonrisa en la boca. Digamos que son más bien luchas dialécticas cariñosas, pero luchas al fin y al cabo. Empecemos:

Te toca levantarte a ti

Probablemente la madre de todas las discusiones paternas: a quién le toca levantarse cuando el bebé se despierta por la noche. “Cariño yo mañana tengo una reunión importante” - “Ya, pero es la tercera vez que me levanto yo” - “Vale, pero tú le das el desayuno y duermo 10 minutos más” es la rápida negociación que puede tener lugar en los 10 segundos posteriores a oír llorar a tu pequeño desde su habitación.

Contigo come mejor

Un halago con muy malas intenciones. Como decía mi madre: en comunidad no muestres habilidad. Así que cuando se trata de comer tranquilo, todo vale. Porque por muy bien que coma un niño, por muy divertido que llegue a ser, de vez en cuando te apetece que tu comida no esté fría cuando por fin le hinques el diente.

Esa caca lleva tu nombre

Lo de cambiar pañales es algo que al principio se lleva sin problema, pero a medida que el bebé empieza a comer como un adulto, sus deposiciones empiezan a ser más... “jugosas”. Así que en cuanto vemos que empieza a hacer fuerza, comienza el “baile” de a quién le toca abrir el paquete sorpresa. Más de un padre lleva una cuenta interna de cuántos pañales ha cambiado y siempre cree que son más que los que ha cambiado su pareja.

No le des eso de comer todavía

Por increíble que parezca, es posible que los dos padres sean “irresponsables” con la alimentación del bebé y se recriminen mutuamente cosas ignorando sus propios deslices. “¿No es muy pronto para darle jamón?” - “¡Pero si ayer le diste una cucharada de tus natillas!” - “¡Es que me las pedía a gritos” - “¡Pues a mí me pone ojitos cuando me ve cortar jamón!”. Y así hasta el infinito.

Necesito una ducha

Cuando eres padre, no hay momento que más atesoras que el tiempo que pasas en la ducha. Agua caliente y la imposibilidad de atender las necesidades de tu pequeño; hasta sus llantos, si los hay, se mitigan con el correr del agua.

Es por ello que ducharse es la moneda de cambio más preciada. No descartes discutir sobre quién de los dos huele peor o tiene el pelo más sucio, o acabar con el pequeño en la bañera porque si no, no hay manera.

¡Pero cómo le vistes así!

Es probable que uno de los dos miembros de la pareja tenga más gusto para vestir, aunque vale con que simplemente crea que así sea para horrorizarse cada vez que el otro le pone el conjunto inadecuado para la ocasión o no combina los colores o las texturas adecuadamente. ¿No ves que ese lazo que le has puesto en el pelo no pega con el resto?

¿No pasará frío?

Porque esa es otra, mi pareja y yo nunca nos ponemos de acuerdo en el número de capas: cuando yo la quiero abrigar más resulta que hace calor, y cuando le quito el abrigo (o se me olvida) siempre hace más frío. Debo de tener el termostato estropeado. Y en casa más de lo mismo, a uno le parece que hace calor en la habitación del bebé, y al otro frío. Y al día siguiente, a la inversa. Fiesta asegurada.

Anda, llévale a dormir

Con esto rompí mi regla de no mostrar habilidad, y mi pequeña le ha cogido gusto a mis brazos cuando se trata de dormirse, pero no creas que eso nos libra de discusiones. “¿La llevas ya a dormir?” - “Pero si aún no tiene sueño” -“Eso lo dices porque quedan 10 minutos para que acabe el partido” - “Nooo, para nada...”

Me pido la siesta

Normalmente, los bebés tienen la buena costumbre de dormir la siesta, momento en el que los padres aprovechamos para hacer lo propio. Sin embargo, cuando por algún motivo el peque se la salta, es el momento de que los padres jueguen al "quién está más cansado" para ver quién es el "afortunado" se queda a cuidarle mientras el otro se lanza a los brazos de Morfeo.

No hemos puesto la lavadora

O no hemos fregado los platos, o no hemos limpiado la casa, o no hemos hecho la compra... De repente, a los padres nos entra un fervor por los plurales mayestáticos cuando se trata de hacer notar al otro que no hay de nada en la nevera y ni una cuchara limpia para darle la papilla al bebé. El equilibrio perfecto entre lo duro que es admitir que no lo ha hecho uno mismo y la desfachatez de decirle al otro que tampoco lo ha hecho.

Tu madre/padre podría guardarse sus opiniones

¿Te acuerdas de cuándo las discusiones eran por el mando a distancia?

Ay, los abuelos. No podríamos vivir sin ellos, pero hay veces que preferirías que se guardaran un poco sus opiniones, y en especial, las de tus suegros. Perlas clásicas como "esta niña lo que tiene es hambre, ¿seguro que tu leche es buena?", "¿Por qué no le mojas el biberón en leche condensada?" o "Ay, ay, si le das comida sin triturar se va a atragantar" que implican un respingo inmediato del padre correspondiente.

¡Ahora no dejes que se duerma!

Ese peque potroso a las siete de la tarde que se cae de sueño. El padre que tampoco está para muchas fiestas. Esa tentación de dejarle dormir. Esa siesta a deshora breve. Ese bebé que se despierta como si hubiera dormido toda la noche. Y a ver ahora quién lo duerme al tiempo que te gritan: ¡te lo dije!

¿Quieres no alterarle antes de dormir?

El otro lado de la moneda: cuando uno de los padres no ha estado todo el día en casa y llega con ganas de jugar con el peque, que estaba ya a punto de dormirse después de mucho esfuerzo. ¡Y le desvela! ¡Y luego dice que está muy cansado de haber estado todo el día fuera! ¡Y te deja con el bebé con los ojos como platos en brazo!

Así podría seguir un rato más, pero creo que os hacéis a la idea. Al final es tomarse la vida con humor y ser mutuamente comprensivos: criar a un hijo es cosa de dos y, además, aunque ahora dé pereza, dentro de 10 años darías la vida por volver a acunar a tu bebé, darle de comer ¡y hasta cambiarle un pañal!

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