Vengo observando desde hace un tiempo que algunas madres recientes no acaban de tener claro el concepto de parto natural y parto vaginal. Para muchas parece ser que las dos cosas son lo mismo, porque te hablan de su parto indistintamente con uno u otro concepto, pero la realidad es que no pueden utilizarse ambos términos indistintamente, porque no son equivalentes.
Está claro que una mujer que tiene un parto natural ha parido vaginalmente. Sin embargo no es cierto que toda mujer que haya parido vaginalmente lo ha hecho de manera natural.
Una amiga que dio a luz recientemente a su segundo hijo me dijo contenta: “qué bien, después de la cesárea con el primero, he podido desquitarme y decir que he parido. He tenido un parto natural”.
Pero no, su parto no había sido natural, porque le pusieron la anestesia epidural, porque llevaba una vía canalizada por la que le pusieron suero y porque le hicieron una episiotomía de la que aún se está recuperando. Vaginal sí, porque el niño salió por la vagina, pero natural no, me temo que no.
¿Qué es un parto natural?
Un parto natural no es sólo aquel en el que no se utilicen medios externos para controlar un parto que va bien, sino más bien aquel en el que se deja que la naturaleza siga su curso (pero vigilando por si en algún momento es necesario intervenir, por supuesto).
Por poner un ejemplo, una mujer podría parir sin epidural, sin oxitocina sintética que induzca el parto, sin episiotomía y sin medicación, pero dilatar en una sala iluminada en exceso, con constantes interrupciones, con profesionales poco respetuosos con sus procesos y necesidades, con una monitorización continua impidiendo que la madre se mueva y/o poniéndola en posición de litotomía (boca arriba con las piernas elevadas) y este parto, en teoría, no podría considerarse como un parto natural porque se estarían torpedeando continuamente los procesos fisiológicos naturales (digo en teoría, porque para mí sería el parto natural de una mujer “campeona”, por lograrlo a pesar de la atención recibida).
Un parto natural es (en teoría) aquel en el que la ciencia se pone a disposición de la embarazada sana, por si en algún momento es necesario aplicarla, pero no aquel en el que la ciencia decide tomar el mando de algo que por sí mismo tiene más probabilidades de éxito. Es como si ahora, a los corredores de fondo, les acompañara un médico al lado, tratando de verificar que las constantes vitales están en orden. Todos los corredores llegarán a la meta, pero las constantes interrupciones harán que tarden más tiempo y que más de uno hasta tropiece o caiga por tener que correr con alguien que trata de mirar tu salud continuamente.
Qué es necesario para que se produzca un parto natural
Para que un parto vaya por el buen camino y pueda considerarse un parto natural deberían darse una serie de circunstancias y sucesos cuyos objetivos son que nazca un niño sano (el fin) cediendo el protagonismo del momento a la madre y a su bebé (los medios). Es evidente que cuando hablamos de dar a luz el fin (que el bebé nazca bien) justifica los medios (se haga lo que se haga, lo más importante es que la madre y el bebé sobrevivan), sin embargo una cosa no quita la otra, pues se puede llegar al mismo destino teniendo en cuenta cómo pueden llegar a sentirse tanto el bebé como la madre.
En ocasiones he llegado a oír críticas hacia las madres que luchan por tener partos respetados, como si se tratara de un capricho al estilo “me apetece que me traten bien”, y el bebé fuera menos importante que la madre. Lo cierto es que las madres demandan respeto, en primer lugar, porque hace muchos años que se les está tratando peor de lo que se les debería tratar y en segundo lugar, porque cuando a la madre se le respeta y se le deja seguir sus ritmos y escuchar su cuerpo las probabilidades de éxito en el parto aumentan, disminuyendo posibles problemas e intervenciones tanto en la madre como en el bebé.
Para que un parto vaya bien debería haber:
- Intimidad, seguridad y apoyo emocional: el parto es un acto sexual y, como tal, requiere de una mujer dedicada a ello. Cuanto más activo esté el cerebro racional (pensando en la gente que hay alrededor, en si lo está haciendo bien o mal, en la bronca que le ha metido la comadrona o en lo que sea que la distraiga), más desconectada estará la mujer de su cuerpo, de sus sensaciones y de todo lo que está sucediendo y más se inhiben las hormonas que facilitan al alumbramiento.
- Libertad en todos los sentidos: que la mujer pueda estar de pie, en cuclillas, a cuatro patas o como a ella le parezca que debe estar para dar a luz. No puede ser que la postura para parir la determinen los profesionales según a ellos les vaya bien, porque la posición que ellos eligen es, normalmente, la menos adecuada.
- Profesionales preparados pero “invisibles”: capaces de aparecer y actuar con maestría en caso de problemas, pero siendo “invisibles” si el parto transcurre con normalidad.
- Procedimientos naturales para mitigar el dolor: si a la mujer se le deja desconectar del ambiente y centrarse en el proceso del parto, sus endorfinas actúan y el dolor se lleva mejor, sin necesidad de medicación ni anestesia que pueda interferir. Para ello pueden ayudar los cambios de postura, estar en una bañera con agua caliente, realizar masajes en la zona lumbar, utilizar una pelota de dilatación, utilizar técnicas de relajación, haber hecho un trabajo psicológico previo para prepararte para ese momento concreto, etc.
- Contacto piel con piel nada más nacer: si todo ha ido bien y el niño está sano, no hay razón para separar a madre e hijo y el contacto piel con piel, junto con el inicio de la lactancia materna son muy importantes para ayudar a crear un vínculo madre-hijo sólido y duradero.
Foto | Re-nacer 7 de Monica Pan (con el permiso expreso de la autora)
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