Algunos recién nacidos no lloran demasiado a pesar de sufrir dolor

Hacerles la prueba del talón, una analítica, ponerle pendientes, canalizar una vía... son varias las intervenciones que llevamos a cabo con los bebés para hacerles pruebas, o en el caso de los pendientes como convención social, que provocan un daño en los pequeños que a menudo no demuestran.

¿Qué queremos decir con esto? Pues que cuando alguien dice aquello de "le pincharon, pero no le dolió porque no lloró apenas" quizás no esté acertando y sea más correcto decir "le pincharon, pero aunque le dolió, no lloró casi nada". Y es que una nueva investigación viene a demostrar algo de lo que se habla hace tiempo y que es importante recalcar: algunos recién nacidos no lloran demasiado a pesar de sufrir dolor.

Aquella época en que creían que no sufrían dolor

Hace unas décadas se consideraba que los recién nacidos eran muy inmaduros a nivel sensorial y que no eran capaces de sentir dolor. Ciertamente, son muy inmaduros, pero ahora prácticamente nadie cree que no sientan dolor, ¿verdad? Pues bien, siempre me gusta recordar esto porque por aquella época se llegaba a operar a los bebés sin anestesia, con sedación probablemente, pero sin eliminar el dolor que les pudiera ocasionar la intervención (¿Para qué añadir anestesia, con sus efectos secundarios, si no les duele?, debían pensar).

Al ser cada vez más conscientes de que sí sufren dolor, los investigadores han estudiado el modo de disminuir las pruebas y prácticas dolorosas con los bebés, para no hacerlas a menos que sea preciso, y además han buscado el modo de disminuir el malestar: desde la tetanalgesia, pasando por la succión con sacarosa, crema anestésica aplicada antes de una punción, etc.

Cuando les duele, pero no lo expresan igual

El dolor es muy subjetivo porque no hay manera de medirlo, y desde fuera solo podemos saber cuánto le duele algo a alguien por sus gestos, sus quejas y por su valoración personal. En medicina se suele utilizar una escala del dolor llamada Escala Visual Analógica (EVA) que se muestra a un paciente para que ponga un número del 1 al 10 a su dolor, considerando que cero es que no te duela nada y 10 el dolor más terrible que puedas imaginar.

Pero los bebés son incapaces de poner número a su dolor, de modo que al entorno solo nos queda tratar de adivinar cuánto les duele algo por sus respuestas. ¿El problema? El que llevan años encontrando los investigadores: a menudo les duele más de lo que expresan.

En el estudio que mencionamos, publicado en la revista Current Biology, vieron que algunos bebés que estaban estresados tenían una respuesta cerebral al dolor más fuerte, pero que su conducta no demostraba que fuera así.

Para hacer el estudio los investigadores decidieron monitorizar la actividad cerebral y las expresiones y muecas de 56 bebés recién nacidos con buen estado de salud, en el momento de hacerles la prueba del talón. Vieron que los que tenían más estrés de base (tenían una frecuencia cardíaca más acelerada y unos niveles de cortisol -hormona del estrés- más elevados), reaccionaban de manera más exagerada al pinchazo, pero solo a nivel cerebral. Su conducta era la misma, prácticamente, a pesar de que estaban sufriendo un daño mayor.

Laura Jones, investigadora del Colegio Universitario de Londres lo explica así en Medline Plus:

Cuando los bebés recién nacidos se someten a un procedimiento doloroso hay un aumento razonable y bien coordinado en su actividad cerebral y en sus respuestas conductuales, como llorar y hacer muecas. Los bebés estresados tienen una respuesta mayor en el cerebro después de un procedimiento doloroso. Pero, en estos bebés, esta mayor actividad cerebral ya no se corresponde con su conducta.

Pensemos que tienen dolor, aun cuando no nos lo digan

Jones y sus colaboradores concluyeron la importancia de que siempre, siempre, se intente minimizar el dolor de los bebés, porque pueden estar sufriendo aunque no nos lo digan, o pueden estar sufriendo mucho aunque parezca que les duele poco.

Fotos | iStock
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