Qué queréis que os diga. Me da mucha pena cuando me entero de estos casos que podrían haberse evitado con una vacuna que lleva administrándose más de 30 años. El sarampión es una enfermedad vírica que se propaga fácilmente y que, aunque habitualmente se acaba curando, puede provocar complicaciones pulmonares o incluso a nivel cerebral (neumonía y/o encefalitis).
Esto es lo que le pasó a una chica de 17 años, una de las afectadas por un brote de sarampión en Portugal que afecta a más de 20 personas, que curiosamente resultó contagiada por un bebé de 13 meses que tampoco había sido vacunado.
La madre asegura que no la vacunó por indicación médica
Del bebé no podemos decir mucho, porque aunque la mayoría de bebés se vacunan a los 12 meses, puede pasar que la visita se atrase por ciertos motivos y que se acabe poniendo más adelante. Pero de la chica sí, y es que según leemos en La Voz de Galicia, la madre aseguró que si su hija no estaba vacunada era porque le habían recomendado no hacerlo al padecer psoriasis.
No es que queramos hurgar en la herida, pero es raro que un bebé de un año (cuando se pone la primera dosis) tenga ya el diagnóstico de dicha enfermedad cutánea, y además no es contraindicación para vacunar, a menos que se esté tomando algún tratamiento inmunosupresor. De hecho, en las últimas horas se ha sabido que su hermana también ha tenido que ser ingresada por la misma enfermedad, sarampión, y que tampoco había recibido ninguna vacuna en su infancia.
Qué es el sarampión
Como hemos comentado, el sarampión es una enfermedad vírica muy contagiosa, que produce fiebre alta y una erupción en todo el cuerpo, tos y conjuntivitis. En caso de complicarse, puede derivar en otitis, neumonía o encefalitis.
El contagio se produce por contacto con gotitas que provienen de la nariz o la boca de una persona con la enfermedad. Basta un estornudo, o la tos, para que esas partículas queden diseminadas en el aire y otra persona las pueda inhalar y contagiarse.
Las personas que han padecido la enfermedad o que hayan sido vacunadas tienen inmunidad (la vacunación es el único método de prevención de la enfermedad), aunque como sucede con todas las vacunas la efectividad no es del 100% y por eso es importante que el número de personas vacunadas sea muy elevado.
Hasta hace unos años esto era así y en muchos países el sarampión se consideraba una enfermedad totalmente controlada. Sin embargo, en los últimos años, al reducirse las tasas de vacunación, y con los movimientos internacionales de migración y de ocio o trabajo (viajes), la enfermedad está volviendo en forma de brotes.
Si no hay complicaciones, es una enfermedad con buen pronóstico. El problema es que a veces sí las hay, y entonces es cuando puede ser grave. Roald Dahl, el conocido escritor de literatura infantil, escribió una carta hace un tiempo recomendando las vacunas infantiles, tras perder a su hija por culpa del sarampión.
¿Vacunación obligatoria ante el sarampión?
Ahora el debate sobre la vacunación y sobre la posible obligatoriedad de vacunar a todos los niños de esta enfermedad está en las calles de Portugal, con varios colectivos recogiendo firmas para que así sea. Esto podría hacer que se llegara a contemplar en el Parlamento y que los partidos políticos tuvieran que pronunciarse al respecto.
Y es que aunque el brote no es muy numeroso, el número de casos es mayor que la suma total de los casos de los 10 años anteriores, y con el fallecimiento de la menor, el único en 23 años sin muertes por sarampión, se ha creado una alarma al ser conscientes, todos, de que ha aumentado el número de padres que deciden no vacunar a sus hijos.
Pero, ¡las vacunas también tienen efectos secundarios!
Sí, claro que sí. Son medicamentos. Son tratamientos preventivos muy seguros que, en algunos casos, provocan complicaciones que pueden ser serias, sobre todo si el niño tiene sensibilidad a algún componente de una vacuna. Ahora bien, ¿qué es más peligroso, vacunar o no hacerlo? Porque si solo son unos pocos niños los que no se vacunan, el riesgo es muy bajo. Pero si dejamos de vacunar a todos los niños, las probabilidades de que vuelvan las enfermedades en forma de brotes son elevadas.
Y entonces los posibles efectos secundarios de las vacunas nos parecerán poco, muy poco, ante las complicaciones, ingresos hospitalarios y muertes por enfermedades que ya ni vemos gracias a las vacunas.
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