Los 10 grandes errores que cometen los padres al intentar aplicar la crianza positiva con sus hijos

La Disciplina Positiva es un modelo educativo que está ganando cada vez más popularidad entre las familias que quieren educar a sus hijos de forma respetuosa, sin gritos ni castigos. Son cientos los artículos sobre crianza positiva que podemos encontrar en Internet y redes sociales, y algunos incluyen tips y herramientas para aplicarla en nuestro día a día.

Pero criar en positivo es mucho más que seguir una serie de consejos de manual. Es necesario "empaparse" de esta filosofía, conocer los principios sobre los que se asienta y formarse para poder ponerla en práctica de la mejor forma posible.

Si no es así, corremos el riesgo de caer en una serie de errores como los que a continuación mencionamos:

Querer cambiar la conducta del niño (cuando los que debemos cambiar somos nosotros)

Uno de los grandes errores que podemos cometer al intentar aplicar la crianza positiva es poner el foco en el niño y en su comportamiento, sin ser conscientes de que somos los adultos quienes tenemos que cambiar nuestra mirada hacia la infancia.

De este modo, cuando conseguimos ver más allá de la conducta nos damos cuenta de que todo lo que hace o deja de hacer el niño es fruto de una mala decisión como consecuencia de una necesidad que no está siendo cubierta.

Por eso es fundamental dejar a un lado expresiones como "pórtate bien" o "haz caso", y trabajarnos nosotros mismos como adultos analizando cuál es nuestro de ánimo cuando nos dirigimos a nuestros hijos, cómo les hablamos, cómo de 'presentes' estamos o cómo cubrimos sus necesidades. Una vez hecho este ejercicio será más fácil "conectar" con los hijos y desde esa conexión, corregir.

Buscar resultados inmediatos

En general, cuando nos embarcamos en cualquier proceso con una meta final (como por ejemplo, perder peso, tonificar nuestros músculos, aprender idiomas...) queremos que los resultados sean inmediatos.

Sucede lo mismo con la crianza positiva: empezamos con muchas ganas e ilusión y con la esperanza de que se trate de un proceso corto, rápido en dar frutos y con resultados palpables.

Pero educar de forma respetuosa, sin gritos, castigos y en conexión es una tarea compleja que requiere de tiempo, paciencia y mucho trabajo interior. Los resultados no se ven en el muy corto plazo, pues lo que se busca con la crianza positiva es, sobre todo, formar y educar de manera responsable para el futuro.

Creer que aplicando herramientas de forma aislada estamos educando en positivo

La Disciplina Positiva cuenta con herramientas maravillosas para ayudar a los padres a educar de forma respetuosa: la rueda de las opciones, el tiempo fuera positivo, las juntas de familia, las preguntas de curiosidad...

Sin duda son recursos fantásticos que nos pueden brindar un gran apoyo en determinados momentos, pero no lo son todo. Cuando criamos y educamos lo hacemos durante las 24 horas del día, y no únicamente cuando echamos mano de alguna de estas herramientas.

Por eso, es importante que en todo momento seamos consciente del ejemplo que damos a nuestros hijos, y eduquemos siempre basándonos en los principios de conexión, respeto, amabilidad y firmeza.

No poner límites o poner límites confusos

Los niños necesitan límites para saber cómo actuar en sociedad y crecer seguros y confiados. Pero estos límites deben ser claros, proporcionados a su edad y respetuosos para todos.

Con frecuencia, a la hora de educar en positivo caemos en el error de relacionar el concepto "límites" con "autoritarismo". Pero nada más lejos de la realidad. Los límites pueden (y deben) ser puestos con amabilidad y firmeza al mismo tiempo, definiéndolos correctamente e involucrando a los niños siempre que sea posible.

Ser amables, pero no firmes al mismo tiempo

Hay padres que creen que educar en positivo es tener continuamente una sonrisa en los labios, no levantar la voz y hacer gala de una infinita paciencia a la hora de tratar con los hijos.

Pero nadie es perfecto, y si nos cargamos cada día un poco más, tarde o temprano acabaremos estallando.

De este modo, es fácil acabar bailando entre dos bandas: primero, somos excesivamente amables hasta que la paciencia se nos desborda, y entonces estallamos en forma de gritos, palabras hirientes o acciones de las que luego nos arrepentimos.

La clave de la crianza positiva es el equilibrio entre amabilidad y firmeza; es decir, criar desde el respeto mutuo, evitando caer en los extremos.

Tratar con respeto al niño, pero pasar por alto sus faltas de respeto a los demás (y a nosotros)

Uno de los principios clave de la crianza positiva es el respeto. Pero cuando hablamos de "respetar" no nos referimos únicamente a respetar al niño, sino también al resto de personas que le rodean, incluidos nosotros mismos.

Y es que a menudo nos convertirnos voluntariamente en algo así como "sacos de boxeo" sobre los que el niño descarga su frustración, permitiendo que nos grite, falte al respeto o lance comentarios hirientes. Si bien hay que entender este tipo de comportamientos por parte del niño (su cerebro es puramente emocional e  inmaduro), criar en positivo no significa tolerarlo o permitirlo: el respeto debe primar siempre, pero en todas las direcciones.

Creer que la emoción justifica cualquier acción

Como decíamos en el punto anterior, los niños son puramente emocionales y necesitan tiempo y aprendizaje para controlar sus emociones. Esto les puede llevar a estallar en rabietas en cualquier momento, desbordarse emocionalmente, enfadarse, frustrarse...

La crianza positiva pone el foco en la importancia de validar esas emociones y acompañar al niño a la hora de transitarlas. Sentir rabia, celos, frustración o enfado está bien, no hay que esconderlo ni acallarlo.

Pero no debemos confundir el acompañamiento respetuoso con la justificación de ciertas acciones derivadas de esa emoción que perjudiquen a otros o al entorno (por ejemplo, cuando fruto de una rabieta, el niño da un portazo, grita o molesta en un sitio público, rompe algo, agrede a otros niños, falta al respeto...).

No dedicarnos tiempo a nosotros mismos

Cuando dedicamos todos nuestros esfuerzos y energías a criar y educar a los hijos, es fácil olvidarnos de nosotros mismos. Pero uno de los principios básicos de la Disciplina Positiva es, precisamente, la importancia de cuidarse para poder cuidar.

Nuestros hijos no quieren padres sacrificados, extasiados y al borde del agotamiento físico y emocional. Lo que nuestros hijos necesitan son padres que además de educarles y criarles con amor y respeto, se respeten y se amen a sí mismos. Porque una cosa siempre va a estar ligada a la otra.

Dar autonomía, pero no acompañar en el camino

Otro de los principios básicos de la crianza positiva es fomentar la autonomía de los niños y no hacer las cosas por ellos. Pero todo proceso conlleva tiempo y aprendizaje, por lo que no podemos pretender que de la noche a la mañana nuestros hijos "vuelen solos" si nunca antes les hemos dado la confianza y libertad para hacerlo.

Para fomentar la autonomía del niño debemos empezar poco a poco, animándole a colaborar en tareas acordes a su edad y capacidad, y dándole la oportunidad de tomar sus propias decisiones en algunos aspectos.

Por nuestra parte, es fundamental ser pacientes con sus ritmos y no intervenir si no nos lo piden, pero al mismo tiempo permanecer a su lado y acompañarles en este maravilloso e importante camino que deben recorrer.

No respetar sus decisiones o criticarlas

Como acabamos de mencionar, un pilar importante de la autonomía del niño es el poder tomar sus propias decisiones en determinados aspectos. Pero en general, esto es algo que a los padres suele costarnos bastante y con frecuencia caemos en el error de estar "demasiado encima" de los hijos, creyendo que eso les favorece.

Otro error frecuente es respetar las decisiones que toman, pero "a medias", es decir, aprovechar cuando cometen un error para criticar su decisión de forma más o menos sutil, con frases como "te lo dije" o "ya te lo advertí", o simplemente con nuestra expresión y gestos no verbales.

En resumen...

La crianza positiva es una forma maravillosa de educar a los hijos, que implica respeto hacia ambas partes, conexión y acompañamiento para que el niño fomente su autonomía y vaya descubriendo poco a poco sus capacidades.

Esta forma de criar implica mucho trabajo interior, empezando por la importancia de cambiar nuestra mirada hacia el niño y ver más allá de su comportamiento.

Como padres es normal que cometamos errores (¡todas las personas erramos alguna vez!), pero entender de dónde vienen y cómo podemos solucionarlos es clave para ayudarnos a mejorar y criar hijos felices.

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