Los besos, al igual que los abrazos, son esenciales en el desarrollo emocional de los niños y nunca deberían faltar en su vida. A través de los besos los padres no solo demostramos afecto a nuestros hijos, sino también presencia, protección, consuelo, conexión... en definitiva, es la forma más universal y potente que existe para manifestarles todo nuestro amor.
Cuando son bebés, los padres no dudamos en acurrucar, abrazar y "comernos a besos" a nuestros hijos. Sin embargo, a medida que los niños van creciendo, tendemos a distanciarnos físicamente los unos de los otros, engullidos por las prisas, el estrés del día a día y la desidia de la rutina.
Pero como padres es sumamente importante dedicar a nuestros hijos un rato de conexión diaria en donde no falten los abrazos y los besos, especialmente esos que nos damos antes de dormir.
El poder de los besos
Dar un beso a nuestros hijos o a nuestra pareja es un gesto tan sencillo y cotidiano que a menudo olvidamos el gran significado que tiene. Es más, en muchas ocasiones damos besos de manera atropellada, con prisas y sin ser conscientes realmente de este acto afectivo y voluntario que estamos llevando a cabo.
Pero además de demostrar afecto, para los niños los besos de papá y mamá tienen grandes poderes.
Para empezar, tienen poderes curativos y son el mejor de los consuelos, pues son capaces de aplacar el llanto producido por el dolor de una caída. También son el salvavidas necesario cuando las cosas no van bien, cuando hay incertidumbre, tristeza o frustración. Los besos aportan amparo, refugio y calma, pero también motivación y confianza.
Y es que a través de los besos, los padres demostramos presencia y conexión, fortalecemos el vínculo con nuestros hijos y les recordamos que estamos a su lado siempre.
El poder de los besos, al igual que el de los abrazos, ha sido incluso demostrado por la ciencia. Por eso, estas muestras de afecto y contacto humano no deberían faltar nunca en nuestra vida, por mucho que nuestros hijos se hagan mayores y tengamos la errónea sensación de que ya no nos necesitan tanto como antes.
Por qué no deberías acabar el día sin besar a tus hijos
Sin embargo, como comentábamos al inicio, es muy habitual que los adultos nos veamos engullidos por la rutina del día a día, el estrés, las prisas y las responsabilidades.
Esto hace que en más de una ocasión nos vayamos a la cama extenuados, con la cabeza a punto de explotar y la sensación de culpa por no haber pasado suficiente tiempo con nuestros hijos.
Pero ya sabemos que sacar el látigo de la culpa no va a solucionar las cosas, por lo que debemos empezar introduciendo pequeños cambios en nuestras rutinas diarias que impliquen una mayor conexión con nuestros hijos, a fin de evitar el temido distanciamiento a medida que van creciendo.
En este sentido, una de las mejores formas de conectar con ellos tras una agotadora jornada es mediante el beso de buenas noches; un beso que debemos dar con todos nuestros sentidos y nuestro corazón, siendo plenamente conscientes de ese momento de conexión tan íntimo y puro que estamos teniendo.
Para el niño, dormirse con el recuerdo del beso, la caricia en la cara y el "te quiero" de mamá y papá es sumamente beneficioso, pues entre otras muchas cosas contribuye a fortalecer su autoestima y confianza, y a sentirse querido e importante. Además, la sensación placentera y de bienestar que aportan los besos y muestras de afecto le ayudarán a conciliar el sueño y favorecerán su correcto su descanso.
Para los padres, el momento del beso de buenas noches a nuestros hijos vivido desde la calma, la implicación y la conciencia, también nos aporta muchas cosas positivas.
Y es que este sencillo gesto de amor y de conexión profunda nos ayudará a recuperar la calma tras la dura jornada vivida, además de empaparnos del amor tan grande y puro que nos tienen nuestros hijos.
En definitiva, no hay mejor forma para niños y padres que despedir el día con un beso e irnos a dormir con el corazón lleno de amor tras pasar juntos un ratito de calidad al borde de la cama.