Actividades extraescolares que llenan la agenda, horas de academia y de estudio para obtener altas calificaciones en el colegio... ¿te reconoces? ¿Imaginas una vida sin estas exigencias para los niños? ¿Tal vez serías más feliz? Un estudio revela que los padres que tienen unos altos niveles de exigencia con respecto a los resultados académicos de sus hijos son más infelices que aquellos que viven más "relajados".
Ser inflexibles puede llevarnos más fácilmente a la frustración y eso sin tener en cuenta a los niños que, en estos casos, parecen ser los primeros perjudicados por un exceso de estrés y una falta de tiempo de ocio cuando los estudios dirigen toda su vida.
Se trata de padres que siempre quieren más de sus hijos, como vimos en el "método" del autoritarismo feroz de Amy Chua sobre el que ya os habló Armando y que propone un modelo educativo demasiado intransigente, sin tiempo libre para que los hijos disfruten de lo que más les gusta.
El estudio ha sido publicado por la Queen Mary University de Londres y muestra que los niños que sufren esta infancia podrían quedar marcados de por vida al vivir en un entorno dominado por el estrés y la infelicidad. Es lógico que el estado de los padres influya en los pequeños y las prácticas parentales inciden directamente en ellos.
Madres (o padres) exigentes, niños infelices
El estudio se centra en las madres y pero también se aportan datos respecto a los hombres, y se asegura que ellos también son más infelices. Es una "tendencia emergente" que los progenitores que se ocupan intensamente de sus hijos se sientan menos felices. Y es que, frente a situaciones similares (hombres que son cuidadores principales o responsables principales de los niños y lo hacen de una manera exigente) el resultado también sería el mismo y de ahí el titular, "padres infelices".
Porque, como en un espejo, madres o padres infelices, madres o padres insatisfechos, es igual a hijos infelices e insatisfechos. Hay estudios que señalan que la depresión postparto puede tener efectos cognitivos y emocionales en el recién nacido a corto y largo plazo, ¿cómo no van a afectar las emociones de los padres cuando los niños son mayores?
Así lo sugiere una de las autoras del estudio, la profesora Almudena Sevilla, de la Universidad de Oxford, que explica los resultados en su blog en un artículo que relaciona la "maternidad intensiva" con madres desgraciadas. La investigación, titulada "Maternidad intensiva y Bienestar: El papel de la educación y la actividad del cuidado infantil" se realizó a través de un gran conjunto de datos de Estados Unidos sobre el bienestar y la felicidad de las madres.
Otro dato curioso que se extrae de la investigación es que las madres con un nivel educativo menor y con bajos ingresos son menos propensas a llevar a cabo una maternidad de tipo "intensiva", tal vez porque conlleva un nivel de exigencia poco llevadero si se acumulan otras fuentes de preocupaciones y estrés (lo cual contribuiría, por otro lado, a que sea más difícil salir de su brecha económica).
Por contra, las madres con un mayor nivel educativo reportaron niveles más bajos de bienestar momentáneo en el cuidado de sus hijos. Cuantos más años de escolarización habían tenido las madres, más bajos eran sus niveles de felicidad y más altos sus niveles de estrés y fatiga. No obstante, las madres con titulación universitaria pasaban más tiempo con sus hijos (16 horas semanales frente a las 12 horas de las madres con titulación en secundaria).
Estas madres con mayor formación dedicaban más tiempo a las actividades extraescolares de sus hijos, así como a ayudarlos en sus estudios de cara a un futuro acceso a la universidad (no conocemos las edades de los niños). Como es lógico, tienen menos tiempo libre y pueden sentir más presión en su día a día, resultado de una expectativa social (lo que esperan/espero de mi hijo), lo que repercutiría en su bienestar. Por lo tanto, en estos casos la cantidad de tiempo no daría calidad de tiempo.
Respecto a los hombres, como hemos apuntado, también dan menos valía a su tarea intensa de cuidado de los niños y se sienten más desgraciados aquellos con estudios superiores frente a otros hombres con menos formación.
Por otro lado, el "coste psicológico" que este estilo de crianza tiene en alguno de los progenitores (o en ambos) puede afectar también a la relación de pareja, con nuevos riesgos para la estabilidad y felicidad familiar.
¿Y qué nos hace más felices?
El estudio también demostró que, si lo que deseamos es estar más felices (y que lo estén nuestros hijos) lo que sí funciona es tener mucha conversación con ellos, el razonamiento y las actividades intelectualmente estimulantes tales como la lectura y el apoyo en el juego y en sus tareas. Eso sí, siempre que lo hagamos "de buena gana" y no con estrés. Por otro lado, señala que generalmente las madres que trabajan aportan beneficios a los niños gracias al aumento de los ingresos familiares.
Por todo ello la co-autora de la investigación se ha afanado en resaltar que estos datos deberían poner la alarma sobre los métodos de crianza y los gurús que promueven una paternidad y maternidad "intensa", al estilo de las "madres tigre", al estilo de Amy Chua, pero yo diría que ni siquiera de una manera tan extrema. Porque la presión sobre los niños, buscando su "excelencia", no tiene por qué darnos ni darles bienestar.
También reclama políticas sociales que no pasen por alto estos datos, que se fijen en el bienestar de los niños y que tengan en cuenta que el bienestar de los padres es importante y habría que invertir en su apoyo, no dejar estos temas abandonados y que ni asomen en la lista de prioridades.
En fin, ahora que llega la época de extraescolares, recordemos que conviene preguntar a los niños qué quieren hacer ellos y en la medida de lo posible no cargarlos de horas, atender a sus gustos para que estas actividades no sean contraproducentes. Tampoco creemos expectativas a años vista, con nuestros hijos pequeños, ¿tenemos que pensar ya en la universidad? ¿En el inglés imprescindible para su trabajo?
Y si últimamente sentimos que nos estresamos demasiado con lo que queremos que logre nuestro hijo, porque nos falta tiempo, estamos cansados, frecuentemente de mal humor y nunca parece llegar esa "meta", tal vez convenga pararse a pensar ¿soy feliz de esta manera? ¿Lo es mi hijo? ¿Cuál es la meta más importante?
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Más información | Child and family blog
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