Hace solo unos días hablábamos del último absurdo reto viral entre los adolescentes, el 'Desk Challenge', que consiste en colgar una silla del perchero de clase y sentarse sobre ella con el pupitre encima.
La caída puede provocar duras consecuencias para la salud de los chicos. Pero los hay aún más peligrosos, que incluso pueden causar la muerte. Por eso, ante la avalancha de estos retos virales, hemos hablado con un experto en Tecnologías en niños y adolescentes, Jorge Flores García, para qué nos explique por qué estos 'juegos' enganchan a nuestros hijos y qué podemos hacer los padres para protegerles.
Por qué atraen a los adolescentes
Jorge Flores, director de Pantallas Amigas, que promociona del uso seguro y saludable de Internet y otras TIC en la infancia y la adolescencia, nos explica que aunque no existen estudios sobre el porqué de los retos virales, sí que se pueden señalar cuatro factores por los que llegan a enganchar a nuestros hijos:
Los chicos persiguen el riesgo, una característica propia de la edad. No son conscientes del peligro real.
El triunfo de la cultura de la exposición y a competición, para tener seguidores y ganar atención.
Estos desafíos virales aportan singularidad, visibilidad y necesidad de aceptación y ellos buscan popularidad.
Los adolescentes tienen escasa empatía con lo que ven al otro lado de la pantalla. Se queda como si fuera una película, lo ven como una distracción, sin pararse a pensar por qué se hace y las repercusiones que ese reto genera en su entorno.
Las imágenes que aparecen en una pantalla, se normalizan. Por eso, como los retos se ven online, se ven como algo normal, con una cotidianidad que no tienen. Ellos piensan: "No tiene que estar mal ya que se hace y puede ocurrir sin que tenga consecuencias".
¿Cómo proteger a nuestros hijos de los retos?
Jorge Flores reconoce que es una tarea complicada, porque es difícil detectar señales y además no hay factores que predispongan: "Se trata de conductas que no son repetitivas y que suelen ser puntuales, según lo que se lleva".
Por eso, lo mejor, explica el experto, es que los padres trabajen dos factores de protección con sus hijos:
1. Desarrollo de la autoestima, que les va a fortalecer en su aceptación personal sin necesidad de recurrir a que los chicos necesiten 'doparse' con 'likes'. Así logramos disminuir su necesidad de aceptación por parte de los demás.
2. Pensamiento crítico. Ayudarles a plantearse un criterio para enfocar las cosas desde diferentes puntos de vista.
Pero aún así, es fundamental que los padres (y también los profesores) no miremos para otro lado. Si detectamos alguna marca visible en el cuerpo del niño, o cambios en su comportamiento o rendimiento escolar, hay que hablar con él para buscar las causas y atajar el problema.
Asegura el experto que se da por entendido que es labor de los padres supervisar la actividad de sus hijos en Internet mediante apps y programas de control parental (siempre con su consentimiento).
Dejarles acceder libremente a los contenidos publicados en Internet, podría llevarles a consumir contenido poco apropiado a su edad, como retos virales peligrosos o pornografía, o ser víctimas de ciberacoso.
Pero esta medida no funciona con los adolescentes mayores, ya que no hay una vigilancia específica para este tipo de desafíos, para detectarlos y los padres no llegan a tiempo:
"Si quieren lo van a hacer, queramos o no. La capacidad de supervisión se ve muy limitada, saben esconder sus actividades. Está bien la supervisión, pero no es fácil evitar que participen o difundan retos virales. De hecho, pueden grabarlo con su móvil o el de otro joven. Es imposible de controlar ".
Añade que funciona mejor hablar con nuestros hijos sobre los retos virales y, si vemos que llaman su atención, podemos verlo como una señal de que puede intervenir en ellos y aprovechar para darles nuestro punto de vista.
Así lo asegura el director de Pantallas Amigas, que anima a los padres a analizar con sus hijos estas prácticas y adelantarnos a que puedan ver que hacerlos es muy atrayente: "Se trata de que lo vean también con los ojos de sus padres para cambiar su actitud ante los retos".
Añade que está claro que van a hacer su propia interpretación y la de sus iguales. Pero no por ello hay que dejar de ofrecerles nuestra propia visión alternativa.
Deben aprender cómo actuar, porque que no todo es aceptable
Y añade que ahí es donde el papel paterno es importante: si han interiorizado que hay un riesgo cierto en esas prácticas, que entienda que está lejos de ser una banalidad, que no va a ser un chivato sino a tener empatía por las personas y que tiene la obligación ética de impedirlo.
Los adolescentes deben entender que combatirlos es una señal de preocupación, de interés por los iguales y no una desconexión de su grupo. Hay que buscar el enfoque positivo.
Así, según señala el director de Pantallas Amigas, cuando presencian o les llega un reto viral a sus móviles, pueden optar por:
No participar, no distribuir. Es decir, no darle importancia positiva y no compartirlo, no involucrarse de forma directa.
Intentar generar un análisis serio de lo que se está haciendo y qué repercusiones puede tener. Pueden promover ese debate, introducirlo. "Los chavales son inteligentes y son capaces de analizar situaciones".
Comunicarlo a una persona cercana adulta y de confianza, que pueda gestionarlo de forma más tranquila y a cierta distancia.
Si se están infringiendo las leyes o está en riesgo la seguridad de una persona, los jóvenes deben ponerlo en conocimiento de quien tengan a mano: los padres suelen ser los más cercanos, pero también el centro educativo e incluso la policía. "No tiene que temblarles la mano, porque un reto puede tener fatales consecuencias", añade el experto en TIC.
De hecho, recuerda que la policía cuenta con canales por los que denunciar o avisar de que se está cometiendo un acto ilegal de forma anónima, para que investiguen sin dar los datos, algo crucial en caso de menores. "Se trata de llamadas de auxilio de forma anónima".
Jorge Flores puntualiza que ha cambiado el contexto respecto a cómo nosotros vivimos la adolescencia, pero también 'hacíamos nuestros retos', aunque no eran tan importantes ni tenían la repercusión que tienen ahora. Pero la meta es la misma: "ayudarles a desarrollar sus capacidades y criterios para que disfruten de ellos mismos y que sepan cómo actuar sin dramatizar al enfrentarse a posibles retos".
Y nos lanza una última advertencia: si queremos proteger a nuestros hijos, podemos retrasar la compra de su primer móvil, "porque sin quererlo les estamos dando la herramienta cuando pueden aun no estar suficientemente maduros".
La educación en un uso responsable de las TIC es clave, no solo para no caer en el embrujo de este tipo de retos, sino para no continuar difundiéndolos.
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