Por naturaleza, y desde antes de nacer, se establece un fuerte vínculo entre la madre y el bebé que crece dentro suyo. Durante nueve meses lo lleva en su vientre, desde que es capaz de hacerlo el bebé oye su voz y los latidos de su corazón, y ni bien nacer se produce una sincronización hormonal tan brutal que el bebé es capaz de reptar hacia el pecho de la madre para alimentarse guiado por el instinto. La conexión es indiscutible.
Pero también es cierto que el rol del padre en los últimos años ha dado un vuelco enorme, para bien. Vemos hombres que se conectan con su bebé desde el embarazo a través de caricias, hablándoles, cuando nacen practican el Método Canguro, portean, abrazan, y se ocupan de otras mil maneras de establecer vínculos afectivos con sus hijos a lo largo de su infancia. Con esta introducción, quiero ahondar en algo que suele comentarse mucho: ¿Tienen las madres lazos más fuertes con los hijos que los padres? Pues no necesariamente.
Hay quienes cuestionan el "instinto maternal" de la mujer, que ellas no tienen mayor apego hacia un hijo que el que puede tener el hombre, que todo se basa en las experiencias de cada quien y en las relaciones que se establecen entre los miembros de la familia.
Estas experiencias influyen decisivamente en las relaciones de apego entre padres e hijos, no cabe lugar a dudas. Un niño al que sólo cuida mamá y el padre no le da ni el beso de las buenas noches, será más apegado a mamá; en cambio un niño al que mamá no le hace ni caso, ni lo abraza, ni lo besa, ni lo cuida, será más apegado a su padre. Es lógico.
No es cuestión de competencia, es biología
No intentamos averiguar si mamá o papá son más importantes para el bebé. Ambos lo son, cada uno a su manera. Si hablamos de la generalidad, de una pareja que tiene el deseo de ser padres, en la que ambos se involucran desde el embarazo, se vuelcan al cuidado del bebé por igual y comparten la responsabilidad de la crianza de sus hijo, ambos pueden establecer lazos igual de fuertes con los hijos.
Lo que sucede es que la madre cuenta con un plus. La mujer está programada biológicamente para ser madre. Puede tener el instinto más o menos desarrollado, o puede que por una cosa o por la otra decida no tener hijos, o que tras nacer no sienta conexión con su bebé, pero es parte de la fisiología femenina que al engendrar y parir un bebé se produzcan mecanismos en nuestro organismo que nos genera un fuerte sentimiento de apego hacia nuestra cría.
Esa maravillosa hormona que nos hace enamorarnos perdidamente de nuestro bebé es la oxitocina, no en vano conocida como la hormona del amor, la cual es segregada en grandes niveles tras dar a luz, así como durante el amamantamiento, y establece el nivel de vinculación entre la madre y el hijo.
Los hombres también segregan oxitocina
Pero hete aquí que ese bastión no es únicamente femenino. La oxitocina no es una hormona exclusiva de la madre, los padres también la segregan. Hay investigaciones que demuestran que los niveles de oxitocina en los padres alcanzan niveles similares a los de las madres cuando unos y otros interactúan con sus bebés.
En los padres se registra un aumento de los niveles al cuidarlos, al jugar con sus hijos de forma cariñosa, al besarlos. La doctora Ruth Feldman ha encabezado una investigación que así lo ha determinado, coordinando los trabajos de las universidades de Yale en Estados Unidos y Bar-Ilan, en Israel.
Que los padres puedan vincularse emocionalmente de forma natural con sus hijos gracias a la producción de oxitocina indicaría una adaptación en nuestra especie que la hace superior frente a la mayoría de los mamíferos, en la que el macho actúa como protector de la cría.
Hay madres y madres...
Hay mujeres que han parido hijos y no se sienten madres, hay madres que abandonan a sus hijos y otras muchas otras que hasta se arrepienten de haberlos tenido. No se ama a una madre sólo por ser la persona que te ha traído al mundo, se la ama por los cuidados que te ha dado, por las experiencias vividas. Tan es así que las madres adoptivas pueden conseguir establecer lazos de apego tan fuertes como los de cualquier madre biológica. O más.
También hay padres y padres...
Lo mismo decimos de los hombres. Hay padres estupendamente preparados para cuidar de los hijos, con y sin la ayuda de la madre, y desde luego, muchos que lo hacen mejor que ellas. Así como también hay padres que son completamente lo contrario, desvinculados de los hijos y ausentes. Evidentemente, la forma de criar establece el nivel de apego que tenemos hacia los hijos.
¿Tienen las madres lazos más fuertes?
Entonces, volvamos a la pregunta del comienzo: ¿Tienen las madres lazos más fuertes con los hijos que los padres? No necesariamente.
No podemos generalizar al hablar de quién establece lazos más fuertes porque cada relación y cada familia es especial, pero para redondear el asunto, sí creo que existe un lazo muy especial entre una madre y un hijo, pues las mujeres estamos programadas biológicamente para que ello suceda de forma natural tras el parto.
Pero esto no quiere decir que haber parido condicione de por vida un lazo afectivo indestructible entre madre e hijo. El hombre, aunque no haya engendrado y parido, también puede generar lazos estrechos con sus hijos empezando a construirlos desde el embarazo.
Vía | Daily Mail
Foto | c r z en Flickr
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