Seguramente te habrá pasado con tu bebé, o con bebés ajenos (e incluso antes de tener hijos) tener esa sensación de "me lo comería a besos". No solo es un comportamiento emocional, sino que hay detrás evidencia científica que explica por qué tenemos esa reacción y cómo nos ayuda a ser mejores padres.
Al ver a nuestro bebé nos derretimos de amor por ese ser que hemos creado y gestado. Nos parece un milagro tenerlo ahora en nuestros brazos, tan pequeño, tan perfecto... Es difícil describir con palabras los sentimientos que nos despierta, un amor que nos desborda del pecho.
Un cuestión de supervivencia
Los vemos tan monos, tan perfectos, con sus ojos expresivos, sus narices y boquitas pequeñas, esos piececitos redondetes... ¡Cómo no querer comérselos!
Estas compulsiones son parte de un mecanismo de vinculación evolutivo y significan emociones positivas y apego saludable, además de ayudarnos a disminuir nuestros niveles de estrés al liberar la energía acumulada y la sobrecarga emocional.
En la década de 1940, el etólogo Konrad Lorenz acuñó el término "kinderschema" o "esquema infantil" o "esquema bebé" para describir los rasgos de los más pequeños. Según su teoría, la ternura que despierta un bebé activa el comportamiento de crianza y cuidado de los adultos, lo que a su vez garantiza la supervivencia de los bebés.
Se da más en las mujeres
Hay estudios que demuestran que las mujeres tienden a estar más interesadas en los bebés y en las actividades de cuidado que los hombres. En base a esto, los científicos plantearon la hipótesis de que las mujeres tendrían una mayor respuesta al esquema del bebé que los hombres, aún sin haber tenidos hijos, y realizaron un próximo estudio para conocer las causas.
Usando imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para mapear su actividad cerebral, los investigadores pudieron ver que independientemente de si las mujeres eran las madres de los bebés, el esquema superior del bebé activaba el sistema mesocorticolímbico, que es la red neuronal asociada con la recompensa.
Los científicos conjeturaron que percibir a los bebés como "lindos" presenta un incentivo positivo, a través del aumento de la dopamina, que proporciona el impulso motivacional para el comportamiento de cuidado. Este compromiso del sistema mesocorticolímbico demuestra una base biológica para el cuidado humano al proporcionar una explicación neurobiológica de por qué sentimos la necesidad de cuidar cualquier cosa que se parezca a un bebé.
Por qué nos los queremos "comer"
Pero, ¿qué tiene que ver esto con la sensación de querer "comernos" a nuestro bebé? En 2015, las investigadoras Oriana Aragón y Rebecca Dyer de la Universidad de Yale determinaron que demasiados estímulos lindos (en este caso, el esquema del bebé) desencadenan una reacción agresiva, o una expresión opuesta.
Es una forma de agresión bonita, o "expresión dimorfa", cuando una gran cantidad de emociones positivas provoca expresiones normalmente asociadas con emociones negativas.
En su primer estudio, a los participantes se les mostraron imágenes de bebés preciosos que los abrumaron con sentimientos positivos y les hicieron revelar expresiones de agresividad como pellizcar las mejillas y "comerlos".
"Cuando ves algo que es insoportablemente lindo, tienes esta reacción muy positiva", dijo la investigadora principal, Oriana Aragón. "Estos sentimientos se vuelven abrumadores, y por alguna razón con ternura, la 'expresión dimorfa' pasa a ser apretar los dientes, apretar los puños y la afirmación de declaraciones agresivas como 'Quiero comerte'".
Básicamente, cuando sentimos una alegría tan intensa, se manifiesta como un impulso violento.
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