Cada vez que hablaba con mi abuela sobre los alimentos que no podía dar a mi bebé cuando empezó la alimentación complementaria, se llevaba las manos a la cabeza y me decía que en sus tiempos no se andaban con tantos recovecos. Ahora la evidencia apunta a que en cierta parte tiene la razón y el esperar a dar ciertos alimentos desencadena alergias alimentarias que podrían ser evitables.
La historia del bocadillo de cacahuete se remonta a 2003, cuando Gideon Lack, un alergólogo pediátrico del King's College London, visitó Israel con algunos amigos. Allí, en una cena, vio como una de las parejas daban a su bebé una especie de bollo que contiene este fruto seco a su bebé de cuatro meses. Seguramente muchos alergólogos se hubiesen quedado petrificados al presenciar la escena, pero él se dedicó a investigar por qué allí se tomaba con tanta naturalidad el dar cacahuete a un bebé y qué consecuencias traía para la población infantil esta costumbre.
Sus descubrimientos fueron asombrosos: en Israel no tienen una pauta para el tratamiento de la alergia al cacahuete porque allí prácticamente no se presentan casos. En el Reino Unido, de donde él procedía, era una de las preocupaciones más habituales en la rama de pediatría, ya que no solo era frecuente, sino que presentaba unas tasas de crecimiento importantes, aún cuando los padres tomaban todas las precauciones para que los niños no tuviesen acceso al cacahuete incluso durante el período de gestación.
A partir de ese momento Lack y su equipo se enfocaron en cambiar la sabiduría popular sobre el origen de las alergias, logrando cambiar las recomendaciones que se hacen a los padres: existe una creciente evidencia de que la introducción temprana de ciertos alimentos alergénicos como el cacahuete y el huevo en la dieta de un bebé, (cuando comienza la alimentación complementaria), puede ayudar a prevenir las alergias a esos alimentos.
¿Las alergias se desarrollan a través de la piel o del sistema digestivo?
Uno de los estudios que realizó como investigador en National Jewish Health en Denver, Colorado, a principios de la década de 1990, trabajó en experimentos que inducían alergias en ratones. Algunos de sus colegas demostraron que las crías de ratón se volvían alérgicas a la proteína de la clara de huevo cuando la inhalaban o cuando se raspaba sobre su piel, pero no cuando la comían. También se descubrió que muchas bebés con alergia al cacahuete sufrían de eccema, con el sorprendente hallazgo de que una gran cantidad de cremas para tratarlo, precisamente contenían aceite procedente de este fruto seco.
Curiosamente, los niños que tenían aparatos dentales que contenían níquel estaban protegidos de desarrollar irritación de la piel asociada con el uso de joyas más adelante en la vida. En palabras del propio Lack: "se me ocurrió que la forma en que los niños se protegen es comiendo los alimentos temprano, y que la forma en que se vuelven alérgicos es mediante la exposición a través de la ruta alternativa, a través de la piel, en ausencia de la exposición oral protectora". Llamó a esto la hipótesis de exposición dual a alérgenos.
Al regresar a Londres quiso comprobar si esta era una cuestión de etnia. Allí encontró que los bebés judíos en el Reino Unido no comían cacahuetes en absoluto y que la tasa de alergia al cacahuete era aproximadamente diez veces mayor entre los niños judíos en edad escolar con respecto a los niños israelíes.
A medida que se encontraba más evidencia sobre este tema, la mayoría de la sociedad profesional descartó la recomendación de evitar los alérgenos, aunque todavía no se sabía si la introducción temprana de alimentos alergénicos era una buena idea.
Para abordar esa pregunta, Lack y su equipo desarrollaron un estudio con 640 bebés que ya eran alérgicos al huevo, tenían eccema severo o ambos y, por lo tanto, se consideró que tenían un alto riesgo de desarrollar alergia al cacahuete. A los padres de la mitad de los bebés se les dijo que evitaran alimentar a sus hijos con alimentos que lo contuviesen durante los primeros cinco años de vida, de acuerdo con las pautas del Reino Unido en ese momento; al resto se les dijo que alimentaran a sus hijos con cacahuete cada semana.
Al final del estudio en 2015, “hubo una diferencia asombrosa entre los dos grupos”, como expuso George Du Toit, alergólogo pediátrico del King's College London que colabora con frecuencia con Lack. La introducción temprana del cacahuete redujo el riesgo de alergia a este alimento en un 70-86%, dependiendo de si los bebés ya mostraban sensibilidad cutánea cuando se inscribieron en el ensayo: fue un hallazgo abrumador.
Las pautas ahora recomiendan la introducción temprana de cacahuete para reducir el riesgo de alergia (siempre triturados para evitar el riesgo de atragantamiento), lo cual supone un cambio total en el enfoque hacia la prevención: se ha pasado de la estricta prohibición al fomento de una dosis más alta y temprana y un consumo frecuente de alimentos que suelen ser potenciales alergenos.
En Bebés y Más | Alergias en los bebés: Alergias alimentarias (I), Alergias en los bebés: Alergias alimentarias (II)