Hace unos años no había demasiado problema a la hora de alimentar a los bebés porque existía una regla que, más o menos, servía para todos los niños: darles de comer cada tres horas.
Esta regla ya no sirve. No sigue vigente. No tiene sentido. Se les daba cada tres horas porque la mayoría tomaban leche artificial y coincide que la digestión de un biberón de leche de fórmula tiende a durar ese tiempo y no pedían antes. La leche materna, en cambio, se digiere en una hora y media (90 minutos) y lo normal en un bebé amamantado es que haga más tomas que los niños de biberón.
Como el tiempo en los niños de leche materna no hay que tenerlo en cuenta, porque cuando maman no siempre se llenan (con el biberón los padres controlan el tiempo y la cantidad que toman, pero con el pecho no), se dice que hay que darles de comer a demanda, cuando pidan. El problema es que, si no miramos el reloj y tenemos que esperar a que tenga hambre, ¿como podemos saber cuándo tienen hambre? Porque cuando lloran estamos llegando tarde.
Si llora es que llegas tarde
Con el llanto los bebés nos dicen que están sufriendo, que hay algo que no va nada bien. Imaginad esos momentos en que tenéis un hambre voraz y no conseguís comida por ninguna parte, ni sabéis cuándo podréis comer. Lo digo porque eso es lo que ellos sienten.
Nosotros cuando tenemos un poco de hambre no nos quejamos demasiado. Sabemos que falta poco para comer o cogemos cualquier cosa para "matar el gusanillo" y aguantar hasta el momento de la comida. Ellos, sin embargo, empiezan a quejarse cuando tienen un poco de hambre y, si no les damos de comer, se quejan cada vez más, hasta que llega un momento en el que lloran y lloran de desespero, porque no saben si podrán comer y el hambre les molesta muchísimo.
Ese "empezar a quejarse", que equivale a cuando nosotros pedimos la comida en el restaurante, se da cuando abre la boca, hace algún sonido o mueve la cabeza como buscando la comida. Si pasa el rato y la comida no llega, empieza a moverse más, a hacer más sonidos con la boca en forma de quejidos (como cuando va a echar a llorar, pero todavía no arranca) y a llevarse la mano a la boca. Equivaldría al momento en el que, sentado en la mesa del restaurante, no dejas de mirar al camarero por si el plato que lleva es el tuyo.
Si tampoco en ese momento se le da de mamar, el bebé empieza entonces a llorar, a agitarse y a ponerse rojo del desespero. Es el punto en el que te quejas al camarero del servicio porque ha pasado un buen rato y no han traído nada de comida. Es decir, cuando ya es tarde.
Tarde, y es cuando muchas madres van
Es ya tarde y resulta que son muchas las madres que no dan el pecho a sus hijos hasta que llora. Tarde, porque el bebe está nervioso, pone las manos entre su boca y el pecho, como tratando de cogerlo para llevárselo a la boca, pero sin conseguirlo por no ser lo suficientemente hábil, hasta el punto que las manos, en vez de ayudar, molestan.
Tarde porque está tan enfadado que de tanto llorar le cuesta cogerse bien al pecho. Tarde porque cuando por fin mama resulta que con el llanto ha tragado no sé cuánto aire y está inquieto toda la toma hasta que por fin puede echar un eructo. Tarde porque tiene tanta hambre que se coge enseguida, no abre la boca lo suficiente, se agarra al pezón, en vez de a la areola, hace daño y produce grietas.
Vamos a verlo de un modo más gráfico
Corre por internet un documento del gobierno de Queensland, en Australia, donde muestran cuáles son los signos de hambre que debemos tener en cuenta en los bebés. Son los que ya hemos comentado, pero viéndolo en la siguiente imagen lo veréis más claro:
Como veis, cuando el bebé llega al tercer punto hay que tratar de poner remedio antes de darle de comer. Es decir, hay que calmarle para evitar todos los posibles problemas que he comentado. Para ello hay que cogerle en brazos, hablarle, mecerle, hacer piel con piel y, cuando notamos que está un poco más tranquilo, darle de comer.
Por eso no hay que mirar el reloj. Por eso no hay que controlar tres horas, ni hora y media, ni dos horas, ni nada. El bebé pide comida cuando tiene hambre, y cuando pide, tiene que recibirla. No tiene más misterio. Se le llama alimentación a demanda y, curiosamente, funciona mejor que cuando somos nosotros, los padres, los que tratamos de controlar las tomas.
¿Y si no toma pecho, sino biberón?
Puede suceder que un bebé tome biberón, y no pecho, y que entonces parezca tener más sentido lo de darle de comer cada tres horas. Sin duda, tiene más lógica que hacerlo si toma pecho, pero no deja de ser un error. En más de una ocasión me he encontrado con padres que me explican que el bebé empieza a pedir comida a las dos horas de haber tomado el biberón anterior y que lo tienen esperando entre media hora y una hora hasta que toca el siguiente.
Lo mecen, le dan el chupete, lo intentan engañar con otras cosas y hacen lo que pueden para llegar a las tres horas. Un sufrimiento absurdo e innecesario para el bebé y para los padres, que se quedan tremendamente aliviados cuando les digo que no, que no lo hagan así, que el biberón también se da a demanda. ¿También? Claro, ¿no habíamos quedado en que al bebé hay que darle cuando tiene hambre y no cuando creemos que tiene hambre?
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