Llega la visita de los seis meses, momento en que el bebé empieza a tomar otros alimentos que no sean leche y el pediatra (y/o la enfermera) nos da a los padres un papel con las pautas a seguir para empezar a alimentarle.
No quiero decir que dichos papeles estén mal, porque aún cuando lo hagamos fatal nuestro hijo acabará comiendo cosas que no son leche, como todo el mundo, sin embargo no puedo decir que estén bien (al menos no todas), porque muchas tienen errores que pueden suponer problemas y ansiedades para los padres y los hijos, como por ejemplo (un, dos, tres, responda otra vez): expresar las cantidades que deben tomar los bebés.
Expresar las cantidades en la hoja
El pediatra te da su papel impreso y te explica por encima las instrucciones a seguir y resulta que, a la hora de decir qué puede empezar a comer, te dice unas cantidades exactas para que preparemos la papilla: “180 ml de leche artificial con cereales”, “250 ml de papilla de verdura con pollo” o “Media manzana, media pera, medio plátano y el zumo de una naranja” son frases que nos pueden decir y que pueden leerse en muchas ocasiones en las hojas mencionadas.
Como ya hemos comentado otras veces, no todos los niños necesitan las mismas cantidades de comida, así que no es lógico que se marque una cantidad de comida para todos los niños cuando, para unos será mucho y para otros puede ser poco.
Los profesionales sanitarios nos quejamos bastante de los fabricantes de leche artificial (al menos yo sí me quejo), que en los botes especifican cuánto debe tomar cada bebé según la edad, porque luego vienen padres preocupados pensando que sus hijos tendrían que tomar mucho más o bien dejando a sus bebés con hambre. No tiene mucho sentido que luego hagamos nosotros lo mismo con la comida.
Pero el asunto tiene aún menos sentido cuando, unas semanas antes, unos meses antes, cuando las mamás preguntaban cuánto pecho tenían que darle y cada cuánto tiempo, nosotros les decíamos que lo hicieran a demanda.
Dicho de otro modo, “confía en tu bebé, que él sabe cuándo comer y cuánto comer” se convierte, a los seis meses, en “desconfía de tu bebé, que no sabe ni qué comer, ni cuándo, ni cuánto”. Es absurdo creer que los niños dejan de repente de saber regularse y es absurdo pretender que un niño pase de tomar solo leche a comer de repente un papillazo de 250 ml como si hubiera nacido con una cuchara en la mano.
Lo ideal, y lo lógico, es que simplemente se digan qué alimentos puede tomar, dar unas referencias para saber cómo empezar y explicar qué puede suceder: “Tan posible es que se lo coma todo como que sólo quiera un par de cucharadas”, explicando que tan normal es una cosa como otra.
Lo único que debe ser cuantificado es la proteína; y no para que no se quede corto, sino para que no coma demasiado. Según las recomendaciones actuales, se pueden ofrecer unos 20-30 gramos de carne al día, o unos 30-40 gramos de pescado (al día), o bien un huevo pequeño.
Por lo demás, la alimentación complementaria tiene como misión empezar a acostumbrar al bebé a nuevos sabores, nuevas texturas y una nueva manera de comer, con la cuchara, las manos o lo que sea menester para llevar a la boca comida que no sea leche y para que en el futuro coma como nosotros los adultos, que ni tomamos leche materna ni bebemos leche en biberón.
PS: En unos días comentaremos más errores que podemos encontrarnos en algunas hojas de alimentación complementaria.
Foto | M Glasgow en Flickr
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