Niños que rechazan alimentos concretos

Hemos hablado bastante ya de los problemas que puede presentar el que un niño rechace determinados alimentos y os hemos dado algunos consejos para incluirlos, especialmente los vegetales, en su dieta. Sin embargo, creo que puede ser interesante replantearnos de nuevo si, verdaderamente, que un niño rechace un alimento es un verdadero problema.

Que un niño rechace un alimento no es un problema

Mi respuesta es clara. No, no lo es. No pasa nada si un niño rechaza un alimento, simplemente no le gusta, o su organismo le hace repelerlo por la razón que sea. No hay que insistirle, ni agobiarse, y nunca, nunca, forzarle.

El objetivo que los padres debemos tener claro cuando preparamos la alimentación de nuestros hijos no es que coman de todo, les guste o no. El verdadero objetivo es doble: que los niños reciban los nutrientes que necesitan y que aprendan una correcta nutrición.

Podemos encontrarnos con varias situaciones. La primera, que el niño no quiera comer algo nuevo y lo rechace. Ante eso, paciencia y estrategias de repetición y ejemplo. La segunda, el niño al que no le gusta determinado alimento, tipo de alimentos o preparaciones. Ante eso, paciencia y estrategias de repetición y ejemplo. En ningún caso es preciso insistir, solo dejar que el niño decida, cuando él quiera, animarse a probarlo y respetarlo si sigue diciendo que no le gusta.

¿Y si le da asco o ganas de vomitar con un alimento?

La tercera es la más seria, el niño al que un alimento le da asco hasta querer vomitar. Al asco se llega por varios caminos, puede que haya una reacción de asco directamente y en ese caso, de nuevo, paciencia y estrategias de repetición respetuosa y ejemplo sin forzar nunca.

Pero si al niño lo hemos forzado a comer algo que no les gustaba y dejaba claro que no quería, entonces estamos poniendo una estupenda base para que la próxima vez que le insistamos sienta asco y vomite.

Vamos, que a veces basta ver el alimento u olerlo para que tengan nauseas. Ante eso, respeto absoluto. Dejemos de exponerlo a algo que le produce tanta repugnancia al menos durante unos meses, tal y como querríamos que nos hicieran a nosotros.

Nunca hay que obligar a un niño a que coma algo que le da asco. Ni con presiones, ni con amenazas, ni con chantaje emocional ni mucho menos haciendo esas barbaridades que algunos todavía defienden: ponérselo desayuno, comida y cena hasta que cedan de hambre. Y tampoco, aunque espero que eso no lo haga ya nadie, agarrarle las manos o taparles la nariz hasta que se lo coman. Nunca.

¿Os imagináis que sentiríais que os obligaran a comeros un plato de sesos de mono, de algas viscosas o de gusanos? Son alimentos supersanos, os lo aseguro, y hay pueblos que los devoran con placer. A vosotros os dan asco. Pues ese asco que sentís no debéis hacérselo pasar a los niños por mucho que a vosotros os parezcan deliciosos y sanos los alimentos que a ellos les dan asco. Y además del respeto y la empatía la pura lógica os debe guiar: ¿pensáis que os puede sentar bien algo que os coméis entre arcadas?

Razones para sentir asco por un alimento

Son muchas las razones por las que un niño o un adulto sentimos asco por determinados alimentos. La primera es, claramente, cultural. Ya hemos explicado que lo que es bueno para comer depende en enorme medida de las pautas de nuestra cultura.

La carne de caballo, la carne cruda, los saltamontes, las hormigas, las chinches de agua, la sangre cuajada con leche y los ojos de un carnero son alimentos que otras culturas aceptan pero que la nuestra suele considerar poco adecuadas para la alimentación. No pasa nada. La comida y el asco por determinados productos es algo que no es universal. El problema se presenta cuando nuestro hijo siente asco por algo que nosotros consideramos comestible.

Pero también hay razones completamente naturales por las que los niños pequeños pueden mostrar asco por determinados alimentos. Las texturas viscosas o con tropezones de diferente dureza pueden causarles asco. Y esa es una reacción natural que previene atragantamientos y no todos superan en la misma etapa. Los sabores amargos de algunas verduras también es natural que los rechacen, es otra reacción natural que evitaba que se comiera algo venenoso y puede que, incluso si el alimento es sano y el sabor no muy intenso, la reacción se produzca. De nuevo, paciencia.

Hay, además, aspectos psicológicos y emocionales muy unidos a la comida, incluso puede suceder que un niño, inconscientemente, rechace un alimento que comió en un momento en el que se sentía mal física o emocionalmente, presenció una pelea, le regañaron, sintió miedo o asco por ese alimento en concreto o por algo que asocia a él.

Incluso puede suceder que comieran algo en mal estado o que les sentó mal y su cuerpo hace que sientan nauseas solo de verlo, olerlo o pensar en ello. Nunca forcemos esto. Es sencillo percibir si nuestro hijo padece esta reacción inmediata y os aseguro que nada vamos a ganar con exponerlos a una fobia, solo aumentar su fobia o su ansiedad.

Yo todavía tengo nauseas solo con pensar en un filete de pechuga de pollo al que se le vea una venilla dentro. Mi hijo puede vomitar al ver una hamburguesa de las de cadenas industriales, o con su olor. Mi experiencia viene de un día en el que un familiar me obligó a comerme un filete de pollo poco hecho. La de mi hijo, de una cucaracha que vimos en el baño de un establecimiento de comida ràpida cuando era bien pequeño. Nunca comeremos eso más. Nunca. Y vamos a sobrevivir como sobrevivirán vuestros hijos si no comen algo que les da ganas de vomitar.

Niños que rechazan grupos de alimentos

Una vez entendido que el rechazo violento a un alimento en concreto tiene una solución sencilla que es no dárselo al niño hasta que él lo pida o no dárselo nunca si nunca lo pide, pasemos a lo que si puede ser un verdadero problema: los niños que rechazan grupos de alimentos o muchos alimentos de un grupo.

Una dieta sana y equilibrada será la que aporte al niño todos los nutrientes que necesita. Y los nutrientes están en muchos tipos de alimentos, incluso en distintos grupos.

Raramente, si no le hemos forzado nosotros ni otras personas vamos a conseguir que un niño rechace todos los alimentos de un grupo. La cuestión es buscar alternativas que le proporcionen los nutrientes que necesita evitando los conflictos con la comida, verdadera causa de problemas emocionales y de trastornos de alimentación a medio y largo plazo.

Lo más lógico es proporcionar al niño un alimento equivalente al que rechaza, pensando que no hay alimentos indispensables pero si es importante ofrecerle alimentos de todos los grupos. Podemos agrupar los alimentos y buscar alternativas para nuestros hijos, adaptándonos a sus gustos y a sus necesidades.

Proteínas encotramos en la carne, el pollo, el pescado, el huevo, fiambres, frutos secos, legumbres y croquetas con esos alimentos triturados.

Lácteos podemos ofrecerlos como leche materna, leche de vaca, cabra u oveja, yogures, queso, batidos, requesón, postres y helados caseros. Incluso, combinando verduras de hoja verde, legumbres, proteínas animales y frutos secos, o añadiendo bebidas vegetales con la orientación, en ese caso, de un especialista, se pueden suprimir los lácteos sin que exista riesgo. Si seguimos con lactancia materna hasta los seis o siete años el problema del aporte de lácteos en la primera infancia no existe, pues la fuente más natural seguirá teniéndola a su disposición.

La fruta podemos dársela en tartas, compotas, zumos y batidos, e incluso substituirla temporalmente por verduras crudas como tomate rallado o zanahoria. También podemos mezclarla con leche o yogures en batidos. Creo que yo me alimentaba de tomate, patata, zanahoria, guisantes y zumo de naranja durante los primeros cinco años de vida. No es lo ideal, pero ahora como de todas las frutas aunque no me gusten demasiado.

Las verduras son tantas y tantas son las presentaciones posibles que de alguna manera seguro que conseguís incluirlas. Y sin duda las verduras son muy importantes. De todos modos, si no quieren verduras pero si fruta, no hay problema nutricional grave, sobre todo si incluís zumos de hortalizas crudas mezclados con los zumos de fruta, o las camufláis, temporalmente, con purés, salsas o croquetas. Ya veréis como las cosas cambian y mejoran con el tiempo. De todos modos las patatas suelen ser bien aceptadas y sirven como complemento a lo anterior.

Los hidratos se encuentran en el arroz, la pasta, los fideos, las patatas, las legumbres y los frutos secos. Los colines, galletas y bizcochos (caseros mejor) y las tortas de arroz son también alternativas que podéis ofrecer.

Espero que estos consejos os ayuden a afrontar las diferentes situaciones que se producen cuando los niños rechazan alimentos, tanto si es un rechazo violento como si es algo puntual, tanto si rechazan un producto o preparación concreta como si tienen problemas con grupos completos de alimentos. El consejo general repito, es paciencia y estrategias respetuosas de ofrecimiento del alimento, nunca forzar, chantajear, presionar u obligar.

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