Tenía el libro prácticamente acabado cuando una conocida me pidió un poco de ayuda en forma de textos, para irse preparando para el parto. Necesitaba lecturas positivas, un libro que le diera confianza, que le aportara seguridad, y no lo dudé ni un instante: 'Guía del nacimiento' es el libro que tienes que leer.
Con una portada tirando a sosa y un título nada llamativo, este libro de la editorial Capitán Swing esconde en su interior 388 páginas escritas por una de las matronas más importantes del mundo: Ina May Gaskin, cuya aportación al mundo del parto normal es indudable, y cuya historia interesa, sobre todo, porque no ejerce en un hospital, sino en una casa de partos, con unos resultados que muchos hospitales querrían conseguir con muchos más medios.
Un modelo de atención basado en la confianza y no el miedo
Ina May trabajó durante casi 50 años como matrona en un pueblo de Tennessee donde las mujeres tenían, a diferencia de lo habitual, mucha seguridad en sus capacidades para dar a luz; y digo a diferencia de lo habitual porque el modelo médico de atención al parto es un modelo basado en la prevención de problemas, en evitarlos, en temerlos, como si fueran a aparecer en cualquier momento y solo el trabajo de los profesionales pudiera paliarlos o esquivarlos.
Durante ese tiempo tanto ella como sus compañeras atendieron a cerca de 2.900 bebés en el momento de nacer, y la mayoría nacieron en sus casas (a menudo las parejas se trasladaban a vivir allí durante una temporada) o en la casa de partos que habían creado. Con un proyecto iniciado en 1971, Ina May explica que "mis experiencias como comadrona me enseñaron que los cuerpos de las mujeres funcionan", y las mujeres acudían allí a tener un parto vaginal normal porque eso era lo que sucedía excepto en uno o dos de cada cien partos.
En esos casos, las mujeres eran trasladadas a los hospitales para que el parto finalizara mediante cesárea o con el uso de algún instrumento, o para que se le administrara analgesia epidural para que la madre descansara un poco antes del expulsivo. Pero estos casos eran los menos, ya que consiguieron una tasa de cesáreas del 1,4 por ciento (en España llevamos años por encima del 20% y en la misma época que los partos de La Granja, en EE.UU., era del 32,8%).
Una primera parte llena de partos normales
La primera parte del libro está llena de relatos de partos de mujeres que dieron a luz allí. Hay momentos muy intensos, de partos que se complican, con distocias de hombros, bebés que vienen de cara, bebés muy grandes, de una pareja de tocólogos que quisieron ver nacer a su bebé fuera de su espacio de trabajo, y muchas más; pero son todos partos explicados por las mujeres, con sus sensaciones y sentimientos, que ayudan al lector a entender los partos, a entender el nacimiento, e incluso a conectar con la creencia lógica que dice que las mujeres están totalmente preparadas para parir a sus bebés (¿sabéis que en muchos países de América Latina las tasas de cesárea superan el 50% porque los profesionales aseguran que las mujeres de hoy en día no son capaces de parir?).
Sin duda, la confianza que ofrecen estas páginas a quien las lee es tal, que seguro que una mujer podrá ir a parir con otra mentalidad, sintiéndose muy capaz, y dispuesta a traer a su bebé al mundo con el cariño y apoyo de los profesionales que la acompañen. Y aunque parezca mentira, en este libro se aprende a valorar eso mismo: la confianza y la seguridad en las capacidades de las mujeres como método para parir de manera normal.
Y es que cuanto más miedo tenga una mujer a su parto, mayores serán las probabilidades de que algo se tuerza. Y cuanto mayor sea su confianza y más capaz sea de dejarse llevar por sus sensaciones, más fácil será la dilatación y el expulsivo.
Una segunda parte cargada de conocimientos y evidencia
La segunda parte del libro habla del proceso fisiológico del parto. En ella se explica la conexión entre el cuerpo y la mente que tanto se descuida en muchos hospitales, donde por desgracia muchos profesionales solo ven el cuerpo de una mujer al que deben ayudar a expulsar a su bebé, y cómo esto mismo, la falta de cariño, apoyo y empatía, puede ayudar a dificultar un parto que luego sí requiera intervención.
Dicho de otro modo: muchos de los problemas de un parto suceden porque muchos profesionales son incapaces de ayudar a las mujeres a tener un parto en el que se sientan capaces y con confianza. Entonces la dilatación se frena o estanca y aparecen las prisas y los métodos para acelerar el parto, que solo añaden más estrés, más dificultades, y nuevas soluciones en forma de técnicas e instrumentos que acaban por transformar un parto normal en un parto instrumental o incluso en una cesárea.
Pero esto no es todo, en esta segunda parte Ina May explica la "Ley de los Esfínteres", que es una manera muy diferente de explicar cómo es un parto normal a como lo conocemos la mayoría de personas e incluso la mayoría de profesionales cuando hablan del tiempo que tardan las fases de dilatación y parto, del tamaño del bebé con respecto a la pelvis de la madre y de cómo de nuevo, una atención no adecuada puede hacer que un parto que iba bien (o podría haber ido bien), acabe necesitando una o varias intervenciones.
Lo bueno y lo malo de 'Guía del nacimiento' de Ina May Gaskin
Lo bueno del libro es que toda mujer que lo lea (y todo hombre) aprenderá que cuando una mujer tiene una atención adecuada y profesional, las probabilidades de que el parto sea normal son altísimas, sobre todo porque el nacimiento del bebé estará sujeto a la confianza de la madre en ser capaz de hacerlo, y precisamente porque en los momentos en que dude, la matrona experta en partos normales sabrá qué hacer para ayudarla a recobrar el control del parto y la confianza.
Lo malo del libro es que los lectores aprenden cómo es un parto normal, cómo debería ser, cuál es la relación que la mujer debería establecer con el profesional (o mejor dicho, la relación que el profesional debería establecer con la mujer), y luego esto no siempre sucede en la realidad. Es decir, es muy duro leer un libro así y acudir luego a un hospital para que te traten como si fueras una niña pequeña o como si acabaras de llegar a una cadena de montaje a sacar a tu hijo cuanto antes y "vayan pasando, que detrás vienen más", y "no te quejes tanto, que no eres la única ni la más especial".
Que no, que no siempre es tan horrible, pero muchas veces podría ser mejor. Porque si así fuera, los datos finales serían muy diferentes (seguro que habría menos cesáreas y nos acercaríamos al 10% que sugiere la OMS), y de los hospitales la gente saldría más contenta, sin mujeres dudando de si tener o no otro bebé por el miedo de volver a sentirse maltratadas, y sin mujeres pensando que, de haber recibido otro tipo de atención, su parto habría sido muy diferente.
Más información | Capitán Swing
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