¿Cuándo es conveniente empezar con la educación sexual de nuestros hijos? ¿Cómo hablamos de ello cuando son pequeños? La sexualidad, y su abordaje, es un tema que suele generar dudas (y a veces pudor y hasta vergüenza) en los padres, pero una buena educación sexual es fundamental para el desarrollo de nuestros hijos, desde el principio.
La sexualidad no empieza en la adolescencia
Es creencia común que la sexualidad no existe hasta entrada la adolescencia, pero no es así: los seres humanos somos seres sexuados desde que nacemos, no es algo que detone a una edad determinada. Cualquier padre con hijos pequeños podrá observar que hacen preguntas, que se tocan (los niños tienen erecciones desde muy pequeños, por ejemplo), que tienen curiosidad al respecto... de ahí la importancia de hablar con ellos del tema, de estar ahí y acompañarles en su desarrollo desde el principio.
En la edad preescolar los niños y las niñas aprenden mucho, mucho, sobre su cuerpo: las partes, sus nombres, qué sensaciones les transmiten... No hay diferencias de género: todos hacen y todos quieren explorar.
Entre los 18 meses y 3 años toman conciencia de su cuerpo, de las diferencias anatómicas entre niños y niñas, y pueden empezar a tocarse los genitales con curiosidad y disfrute. No debemos preocuparnos, es normal, no es indicativo de nada malo. Las connotaciones sensuales de la sexualidad es algo de adultos, ellos no las tienen, es más básico que todo eso: “siento cosas que me gustan, estoy explorando y descubriendo, y de la misma manera que me toco las piernas pues me toco los genitales”. Conviene enseñarles el nombre de todas las partes de su cuerpo, no quedarnos sólo en cabeza, manos, pies... Tienen genitales, y los genitales tienen nombre.
Si se tocan debemos respetarles, no censurarles ni transmitirles la idea de que se trata de algo vergonzante: están descubriendo su cuerpo, es parte de su desarrollo.
Entre los 3 y los 5 años su curiosidad va en aumento y a parte de tocarse ellos mismos pueden mostrar interés en los genitales de otros niños (y en tocarlos), en saber cómo se fabrican los bebés, etc. Si se tocan en espacios públicos o se desnudan, por ejemplo, que es algo que a los padres les da mucho apuro, podemos indicarles que hacer eso es correcto, pero que es mejor en casa y no en público. De esta manera no estamos censurando su conducta ni diciendo que sea negativa, sólo le indicamos que en espacios públicos no es conveniente.
Cuando tocan a otros niños. Los peques se tocan entre ellos, y también es normal, insisto en que los componentes de sensualidad, deseo, excitación, etc. pertenecen al mundo adulto, no al de los niños: para ellos no es más que un juego, sin más. Es importante tener esto en cuenta a la hora de valorar ciertas conductas que veamos en nuestros hijos: no las miremos desde el prisma de la sexualidad adulta, recuerda que son niños en pleno desarrollo. Eso sí, hablo de una conducta llevada a cabo por peques de edad similar, ya que cuando hay años de diferencia entre los participantes entramos en otro terreno.
Hablamos de Educación Afectivo-Sexual
Los afectos, las emociones y el desarrollo sexual van de la mano, son aspectos inseparables en estas edades tempranas. De hecho su aprendizaje al respecto se inicia desde el minuto uno, cuando de bebés los abrazamos, les besamos y les expresamos afecto (y ellos a nosotros). Esto es lo que se denomina Educación incidental (o no intencionada), y aunque no seamos conscientes de ello ya la hemos puesto (y la ponemos) en práctica. Los adultos (y los papis especialmente que somos referente para ellos) actuamos de modelo y guía en el aprendizaje de los peques: nuestra conducta y nuestras verbalizaciones, tanto las dirigidas hacia ellos como las que expresamos con otros adultos en su presencia, es información que ellos reciben y procesan como aprendizaje.
En base al modelo que haya en la familia los niños construirán su idea de qué es aceptable y qué no, qué es positivo o negativo, qué es y cómo se expresa el afecto y cómo nos relacionamos los seres humanos, tanto a nivel físico como emocional, de ahí que se contemple como Educación afectivo-sexual, incluyendo los dos aspectos.
Educamos todos los días, no con una conversación puntual
La educación sexual ha de producirse de manera natural en el día a día, con cotidianidad, una aproximación muy alejada del clásico (a desterrar) “tener la charla”. No, no hay que “hacer un especial” ni montar un evento de esto: aprovechemos las oportunidades que nuestros propios hijos nos ofrecen para hablar de ello cuando preguntan, cuando al ducharse se tocan, cuando ven a una pareja besándose...
También a través del juego podemos abordar ciertos aspectos ya que supone una vía estupenda por la que los peques adquieren información. Por ejemplo: podemos coger un muñeco cada uno y representar una escena con ellos relacionada con el tema que queramos tratar con el peque; a través del muñeco nuestro hijo expresará lo que realmente siente y piensa al respecto, y estará receptivo y atento a qué dice el otro muñeco (el que manejamos nosotros) en esta escena concreta.
Hablar de sexo con nuestros hijos, aunque nos parezcan muy pequeños, no es negativo, nunca lo es. Los estudios demuestran que una normalización de la sexualidad, y una buena información al respecto, favorece una mejor autoestima en el niño y una actitud positiva hacia su sexualidad, lo que implica seguridad, sentirse bien consigo mismo, disfrutar de sus emociones y sensaciones...
¿Qué hacemos cuando nos pregunten?
Responde siempre a sus preguntas y establece un marco de confianza. Si evitas el tema o te niegas a hablar de ello transmitimos el mensaje de que el sexo es malo o tabú. ¿De verdad queremos eso? Nuestro hogar ha de ser el sitio de confianza en el que sientan que pueden hablar de todo.
No le mientas. Si no queremos que nos mientan... no les mintamos nosotros.
No hace falta que seas un experto en la materia. Ante las preguntas de nuestros hijos en la mayoría de las ocasiones, sean sobre sexo o sobre por qué llueve, el tono y nuestra actitud al responder serán fundamentales: con ello transmitimos información, le indicamos si nos parece bien o mal, si es “bueno o no” hablar de ello... Así que vamos a mantener una actitud abierta, que vean que estamos dispuestos a hablar, aunque no conozcamos todos los detalles de lo que nos preguntan. Y si nos quedamos en blanco no pasa nada por reconocer que no sabemos algo.
Seamos conscientes de nuestros propios miedos y tabúes. Todos los tenemos, es así, pero nos interesa cuestionarnos si se trata de algo que de verdad queremos transmitirle a nuestro hijo. Si no es así, vamos a intentar neutralizarlos para que no les afecten también a ellos.
Respeto y cariño. Puede que lo que nos pregunten nos sorprenda, puede que nos violente, puede que no estemos de acuerdo, puede que nos parezca una tontería... pero es su pregunta, y está relacionada con su cuerpo, sus sentimientos, sus dudas... así que mostremos respeto y transmitamos nuestro cariño al responderles: les queremos, y mucho, hablemos de lo que hablemos, y pueden contar con nosotros siempre.
No utilizar eufemismos. Las cosas tienen un nombre, así que inventar nombres o usar eufemismos, por ejemplo para nombrar los genitales (esto es muy habitual), les puede llevar a pensar que el nombre real tiene algo de malo... y no lo tiene, así que usa la palabra precisa para designar cada cosa, no pasa nada.
Si tu hijo no pregunta. Hay niños que no preguntan sobre este tema, y es tan normal como los que sí preguntan, no pasa nada. Como decía antes, podemos aprovechar determinados momentos para introducir el tema: una escena en una película, una pareja que veamos en la calle, cuando se meta en la ducha y esté en bolinchis... A lo largo del día son muchas las oportunidades para abordar el tema de manera absolutamente natural y nada forzada.
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