La tristeza es una emoción presente en la vida de los niños, sin que necesariamente estemos hablando de depresión infantil. A pesar de que han de experimentarla hay ciertas cosas que podemos hacer para ayudarles a gestionarla de manera saludable.
Estar triste no es estar deprimido, es importante que distingamos. La depresión es una alteración del estado de ánimo y la tristeza es una emoción necesaria y básica que surge ante situaciones de la vida.
Deja que tu hijo esté triste
No hay nada que nos duela más a los padres que ver a nuestro hijo pasarlo mal, sentirse mal. Queremos evitarle todo sufrimiento, ¿verdad? Pero esto puede privarle de experiencias necesarias, evitar las emociones negativas hará que tenga una pobre gestión emocional, ahora y en el futuro.
Es necesario que experimente libremente, sin coacciones, sus emociones para así aprender a identificarlas y manejarlas bien.
Si no permitimos que sientan tristeza lo que va a suceder es que la van a sentir igual (es una emoción básica, no se puede extirpar) pero se les va a quedar dentro, lo que les va a generar un malestar enorme. Además guardarla tiende a alimentarla, con lo cual la haremos más y más grande.
Permitirle estar triste incluye permitirle llorar. El llanto es la expresión de la emoción, pero también sirve como válvula de escape para su regulación. ¿No te ha pasado alguna vez que te sentías fatal y después de llorar te has quedado nueva? ¿Entonces por qué insistir en que tu hijo no llore?
La tristeza está bien, pero en dosis manejables
Como decía es importante que permitamos que nuestro hijo sienta y experimente la tristeza, pero eso no significa que debamos dejarle abandonarse a la pena.
La tristeza es necesaria (te lo cuento más abajo) pero no por ello debemos quedarnos de brazos cruzados al sentirla o cuando la siente nuestro hijo.
La tristeza es algo que viene y va, aparece pero luego se marcha y da paso a la alegría. Cuando detectemos que francamente le cuesta salir de ella y/o cuando vemos que aparece con mucha frecuencia debemos (pre)ocuparnos.
Necesitamos estar tristes
No hay nada malo en estar tristes de vez en cuando, al contrario: la tristeza tiene sus aspectos positivos, es útil y necesaria:
- Para empezar sin ella no seríamos capaces de sentir alegría, no tendríamos un opuesto que nos permitiera distinguirla. Ya solo por esto merece la pena, ¿verdad?
- La tristeza al hacernos sentir mal nos lleva a que detectemos aquello que es negativo para nosotros, por lo tanto es importante para nuestra capacidad de adaptación (y para la supervivencia). En el caso de los niños, que están en pleno aprendizaje de sí mismos y del mundo, esto es importantísimo.
- Cuando estamos tristes tendemos a hacer menos cosas, nos volvemos un tanto apáticos, y esto nos permite tener momentos más introspectivos, pensar más en nosotros mismos, en cómo nos sentimos, nos hace estar más reflexivos y por lo tanto conocernos mejor. Cuando estamos muy contentos no solemos pararnos a reflexionar en ello, lo que hacemos es vivirlo.
- Sentirnos tristes nos puede llevar a buscar ayudar, recurrir a los demás, con lo cual tiene una función social (aunque en exceso genera rechazo, también es cierto, hablamos de en dosis pequeñas).
- A veces emociones positivas se mezclan con la tristeza para poder crear estados de ánimo que necesitamos, como por ejemplo la morriña, echar de menos: estamos tristes pero también sentimos amor por eso que añoramos, así que es una mezcla. ¿Te imaginas un mundo en el que nadie echara de menos a nadie o a nada?
¿Qué podemos hacer para ayudarles a gestionar esta tristeza?
- No rechazar la emoción: como decía antes, las emociones negativas son necesarias, debemos permitirle (y permitirnos) sentirlas.
- En relación con esto: revisar qué decimos acerca de la tristeza y qué hacemos nosotros cuando estamos tristes. Si él nos ve abandonarnos al sentimiento por días aprenderá que ese es el modelo válido.
- Recordarle que pueden pedir ayuda: estamos ahí para eso, si se siente mal, si no encuentran solución a un problema que les está generando malestar… que nos llamen, que para eso estamos los padres.
- Hacer actividades que le gusten: la actividad (sobre todo si es gratificante) es una de las mejores maneras de subir el ánimo, así que... ¿a qué jugamos?
- No minimizar la importancia de lo que le ha llevado a estar triste. Los niños sienten genuina y real tristeza, y no por el hecho de ser pequeños o tener motivos que a ojos adultos puedan parecer nimios su tristeza lo es menos.
- Utilizar la empatía: si le contamos cómo nos sentimos nosotros cuando estamos tristes o algún momento en el que estuvimos así pero al final acabamos encontrándonos mejor le estamos proporcionando dos puntos importantísimos: 1) un modelo del que puede aprender: con la experiencia que le estamos contando le mostramos una posible vía para afrontar la situación y 2) al hablarles de nuestras experiencias... “Mi mamá me entiende, sabe lo que siento”, lo que además de calmarle le acercará a ti y permitirá que le ayudes a regular su estado de ánimo.
- Ayúdale a buscar soluciones a las cosas que le preocupan o que no están como le gustaría que estuvieran.
La tristeza no es tan mala como la pintan, tiene sus beneficios y la necesitamos, tanto adultos como niños. Sin embargo si te preocupa tu peque, si le notas diferente o crees que lo está pasando mal, acude sin duda a un profesional, seguro que puede ayudarte.
Fotos: Inside out